Alberto J. Sosa © **
Luis
Dallanegra Pedraza ©
***
El Grupo de los Ocho nace en
Río de Janeiro en diciembre de 1986, como un Organismo
Permanente de Consulta y Coordinación, en el más alto
nivel político, surgido a partir de la convergencia de Contadora
(México, Panamá, Venezuela y Colombia) y su Grupo de Apoyo
(Argentina, Brasil, Perú y Uruguay).
Además de
la solución de los conflictos que se plantean en Centroamérica y
el Caribe, el Grupo de los Ocho (G8) se ha asignado el
tratamiento de temas como: a) deuda externa; b) la búsqueda de
mecanismos para la estabilidad y la consolidación de los
sistemas democráticos de la región; c) la modernización de sus
propias economías; d) las medidas a adoptar frente al
proteccionismo del mundo industrializado; e) el desarrollo y la
modernización tecnológica de la región; f) la adopción de una
metodología conjunta para la producción y el comercio, frente a
la baja de los precios de las materias primas; g) el
establecimiento de pautas comunes para un diálogo con EUA; h) la
preservación de la paz y la seguridad de la Región a través de
mecanismos propios; i) el impulso al proceso de integración
Regional. A estos temas se han agregado: j) el problema del
medio ambiente; k) el narcotráfico; l) las relaciones culturales
latinoamericanas.
El G 8
se inscribe dentro de los Mecanismos de Cooperación
política entre los países de la Región y expresa, sin
abandonar la vocación integracionista, una vía distinta y flexible, para alcanzar sus objetivos.
En este trabajo se analizarán
brevemente algunos antecedentes históricos; los obstáculos y las
condiciones necesarias para la “concertación latinoamericana”;
así como los aportes presentes y probables del G8 para definir
una nueva inserción y actuación de los países de la Región en el
sistema mundial.
1.1)
Bolivarísmo vs. Monroísmo
Tradicionalmente, las relaciones
hemisféricas se desenvolvieron dentro del marco del Sistema
Interamericano, donde el proyecto “monroísta”,
planteado por EUA, predominó por sobre la concepción
“bolivarista” porque las políticas exteriores de los
Estados latinoamericanos priorizaron las relaciones con Europa y
EUA más que con la Región. A partir de la segunda postguerra,
las relaciones exteriores latinoamericanas giraron alrededor de
hipótesis relacionadas con los intereses y las problemáticas de
seguridad de EUA. En los ´80, luego de la posición adoptada por los
países latinoamericanos vis a vis
EUA, en la XVII Reunión de Consulta de
Ministros de Relaciones Exteriores, en el caso “la Nicaragua de
Somoza”, el “bolivarismo” aparentó recuperar
posiciones frente al “monroísmo”, aunque en forma
desarticulada y sin un proyecto concreto. [i]
La primera Conferencia de Presidentes
en la historia de nuestra Región, ha sido la Conferencia
de Presidentes de América de Punta del Este de 1967. [ii]
En esta reunión, además del presidente
norteamericano Lyndon Johnson, participaron presidentes de facto como el General Juan Carlos Onganía de
Argentina, Humberto Castello Branco de Brasil, y presidentes
vitalicios como Anastasio Somoza Debayle de Nicaragua, y Alfredo
Stroessner de Paraguay, o el representante especial de Francois
Duvalier de Haití; junto a gobiernos democráticos de la Región
con escasa -o casi ninguna- vinculación entre sí, como para
proponer un proyecto conjunto.
Los
discursos fueron dirigidos al
gobierno norteamericano para que abandonara su actitud
proteccionista y proveyera a la Región de una mayor
financiación; responsabilizándolo de hacer uso de ésta en
beneficio de sus propios intereses económicos. En ningún caso
América Latina dio la sensación de ser una Región, sino veinte Estados desperdigados sin posición ni
proyecto común, con posiciones incluso opuestas hasta desde una
perspectiva ideológica. Este fue el caso de Onganía,
que defendió su tesis de la seguridad como paso
previo al desarrollo, frente a posiciones como las de
Eduardo Frei (Chile), Fernando Belaúnde
Terry (Perú) o Carlos Lleras Restrepo (Colombia),
que consideraron la autoayuda,
la ayuda mutua y la integración como instrumentos válidos para
lograr el desarrollo latinoamericano.
El
documento más importante que se obtuvo de esta reunión fue una “Declaración” con escasa viabilidad.
2) RELACIONES
HEMISFERICAS
2.1)
Obstáculos a la Concertación
Por parte de EUA, el paradigma
tradicional de las relaciones hemisféricas, ha sido el desarrollo y la seguridad. Debido a situaciones
como la guerra de Malvinas y el problema con Noriega en Panamá,
los militares no resultan funcionales a los EUA y el paradigma
se modifica hacia democracia y seguridad.
En
general, las hipótesis de conflicto de EUA tiñeron las relaciones exteriores de los
países de América Latina, en los últimos 40 años. Durante la
segunda guerra mundial el nazismo; en la
postguerra el comunismo soviético como enemigo
externo; en la década de los ´60, con
la Revolución cubana, el peligro comunista pasó
a ser interno y se desarrollaron las “fronteras
ideológicas” y la doctrina
de la seguridad nacional. En la actualidad el enemigo
sigue siendo la subversión comunista (El
Salvador, Nicaragua, Sendero Luminoso), aunque el narcotráfico
ha devenido prioridad dentro de las hipótesis de conflicto, en el eje estratégico-militar (Perú, Colombia,
Panamá).
El
gobierno de Bush (padre) ha considerado como
hipótesis de conflicto -en el eje económico- a la deuda externa (probable multiplicación
de
los “caracazos”).
Ninguna de las hipótesis señaladas, salvo en
aquellos temas vinculados a la problemática económica
latinoamericana, constituye, a nuestro juicio, el eje
central de la Región, a pesar de que implican también un problema para ella.
EUA hizo
girar a América Latina alrededor de sus hipótesis de conflicto
particulares, impidiendo que ésta, individualmente o en
conjunto, se ocupara de la solución de sus propios problemas
centrales. Desde esta perspectiva, deberían reformularse las
estrategias que asignan al problema del narcotráfico en América
Latina, un carácter central, ya que su hipotética solución, no
modificaría el tradicional e histórico problema del
subdesarrollo latinoamericano. Los esfuerzos de la Región
deberían volcarse a sus propias prioridades,
vinculadas a su problemática de desarrollo económico-social
y dentro de ese marco, tratar conjuntamente con EUA el problema
del narcotráfico.
La
concertación requiere de una serie de requisitos que implican
una cierta coordinación entre las políticas de los países de la
Región en lo que respecta a sus relaciones con el mundo y un
consenso en temas centrales, así como en la formulación del ó
los paradigmas que conciban para su propia inserción y actuación
internacional.
Uno de
los principales requisitos está conectado con la estabilidad de los procesos políticos. La
emergencia de gobiernos democráticos en la
América Latina de los ´80 y su normal recambio en algunos
de estos países - en forma inédita desde hace más de 60 años en
algunos casos – ha iniciado una nueva etapa.
El G 8 está constituido por gobiernos
democráticos de países latinoamericanos, no interviene EUA como
lo hizo en la Reunión de Presidentes de América, de Punta del
Este de 1967. Si aconteciera algún hecho que ponga en tela de
juicio el proceso democrático en alguno de ellos, el país es
suspendido temporariamente hasta que se clarifique o solucione
el problema interno.
Pese a
que existen organismos que pueden ser idóneos para este tipo de
temas y / o problemas, como el Parlamento
Latinoamericano, acorde con su estructura y forma de
funcionamiento actual, resultan insuficientes e inoperantes para
contribuir al sostenimiento de gobiernos democráticos, si alguno
de éstos corre peligro o se encuentre frente a algún problema.
El G 8 debe contribuir a consolidar
los regímenes democráticos existentes y bregar por su extensión a otros países de la Región, operando
en forma conjunta con otros organismos existentes para
garantizar la vigencia de este primer requisito de la
concertación diplomático – política de la Región.
El
segundo requisito es el consenso Regional, sobre
determinados temas y/o problemas y la forma de abordarlos.
Consideramos que, entre los temas prioritarios de la Región,
deberían contemplarse: a) Un proyecto Regional orientado a una
mejor inserción internacional que favorezca el desarrollo de la
Región, que requerirá una serie de consensos en los siguientes
temas: vínculos con EUA y la Zona de Libre Comercio de América
del Norte (EUA, Canadá, México); relaciones con la CEE;
relaciones con Japón y los Nic´s asiáticos; relaciones con el
resto del Tercer Mundo; relaciones con la URSS y demás países
socialistas; b) Cooperación e integración Regional; c) Deuda
externa; d) Conflictos y su solución ( conflictos
hegemónicos, que hacen a la problemática e intereses de
seguridad EUA en la Región como El Salvador, Grenada o
Nicaragua; conflictos coloniales, como
Malvinas, Guayana Esequibo o Bélice; y conflictos
bilaterales o limítrofes) [iii]; e) tratamiento del problema del
narcotráfico.
Un tercer requisito para la concertación latinoamericana,
es el tratamiento de sus crisis y conflictos, a través de
una visión y mecanismos propios.
A partir
de la XVII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones
Exteriores de 1979, para el tratamiento del problema en
Nicaragua, la Región adoptó actitudes y soluciones distintas a
las asumidas tradicionalmente en las dieciséis reuniones
anteriores. Como consecuencia de ello nace en 1983 el Grupo de
CONTADORA y en 1985 el Grupo de Apoyo que constituirán el G 8,
con una serie de tareas que excede la
solución de los conflictos de la región centroamericana.
Dentro de
este contexto se inscribe, a nuestro criterio, la Declaración adoptada en la
Asamblea General de la ONU sobre el Atlántico Sur como Zona de
Paz y Cooperación Internacional (Resol.41/11), que procura
sustraer a esta zona de cualquier conflicto internacional que se
engendre. Dicha Declaración podría ser extendida a la Región
continental para que cumpla un rol más perfecto
y amplio que el que cumple el Tratado de Tlatelolco. Con ello, se
ahorrarían debates sobre futuras hipótesis de conflicto y
tornaría innecesario poner en funcionamiento el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) o crear otro
distinto, conjuntamente con EUA o a espaldas de él.
América Latina ha formulado, a través del G 8, su
propio paradigma, que resume tanto la problemática
Regional, como la forma en que los gobiernos consideran que la
misma debe ser solucionada: paz, democracia,
desarrollo e integración, como fundamentos de la seguridad
regional y el bienestar social. [iv]
Sin
embargo, la “ paz” continúa siendo un objetivo
más que una realidad dado que, con el problema del narcotráfico,
los conflictos se han agravado.
Los
gobiernos de la Región, pese a que en sus discursos hablan de
integración, en los hechos se manejan con “hipótesis
de conflicto” que provocan “autofragmentación”,
por ejemplo cuando consideran
“enemigos” a sus vecinos.
Cuando
un
gobierno se plantea una política exterior o una
forma de inserción internacional, busca conectarse con el mundo; al plantearse la
política exterior en función sólo de hipótesis de
conflicto, lo que busca es aislarse del mundo.
La
“democracia”, está amenazada por problemas como
el estancamiento económico latinoamericano, la injusticia
social, la deuda externa (“caracazos”), así como también por el
narcotráfico
El “desarrollo” continúa siendo el tema postergado
de América Latina, ya que aún no hay “consenso” sobre el tipo y
formas de alcanzarlo. Además, los países de la Región continúan
girando alrededor de las hipótesis de conflicto que plantea EUA
o de las soluciones insuficientes(Plan Brady) que les ofrece.
Por otra parte, la integración
[v] a pesar de sus
logros parciales, aún no ha verificado signos suficientes de
efectivización.
3) LOS APORTES DE LA PRIMERA Y SEGUNDA CUMBRES DEL G 8
No obstante que se declama sobre un “proyecto común latinoamericano” de desarrollo para
la Región; en rigor de verdad existe distanciamiento
entre los países latinoamericanos: por ejemplo, el
acercamiento de México a EUA y la probabilidad de integrar la
Zona de Libre Comercio de América del Norte (ZLC) conjuntamente
con Canadá; existencia de diferentes posturas en la negociación
del tema de la deuda externa; etc.
En
la Primera Cumbre se perfilaron los nuevos paradigmas
de los gobiernos democráticos latinoamericanos.
En el
tema de la “seguridad”, se establece que ésta
se relaciona con la democracia, y el desarrollo
económico y social de los países y no se trata de un problema
militar, como tradicionalmente
fue planteado por EUA.
A pesar
de la desaceleración de los conflictos regionales a nivel
mundial, post Cumbre de Reikjavik, no aconteció lo
mismo en el caso del conflicto centroamericano (El Salvador-Nicaragua). Para
su solución, deben reafirmarse los principios sostenidos por
Contadora y Apoyo y las vías de negociación deben comprometer la
voluntad política de los gobiernos en conflicto, aprovechando la
experiencia y el marco institucional de ONU y OEA. Este proceso
de paz, requiere, asimismo, un mayor apoyo por parte de la
comunidad internacional.
En
el problema del narcotráfico, se hizo
referencia a todas sus etapas: producción, tráfico
y consumo indebido ; señalando la corresponsabilidad de
los países desarrollados en este problema. Se indicaron los
vínculos existentes entre narcotráfico y terrorismo
y con otros tipos de delincuencia que se ven reforzados en
el tráfico
ilícito de armas producidas por los países
industrializados. Asimismo, se denuncia el enorme
lucro resultante del narcotráfico que circula y se legaliza a
través de las plazas financieras internacionales.
En este Primera Cumbre se consideró a
los años ´80 como “década perdida”, desde el
punto de vista económico. Sin embargo, desde el
punto de vista política fue rica, porque se produjo el
surgimiento y/o restauración de la democracia en la mayoría de
los países de la Región. Por otra parte, a través del G8, se
estableció una mayor coordinación entre las políticas exteriores
de los países de la Región.
La segunda Cumbre de Presidentes [vi]
puso más el acento en lo
“epidérmico” que en lo “substantivo”. Consideró que las “principales amenazas”
para la estabilidad política y el desarrollo económico-social
de América Latina eran la deuda
externa y la evolución
desfavorable del comercio internacional; pero
no enfatizó la necesidad del reordenamiento
productivo, tecnológico e institucional (reforma
del Estado) de América Latina. No aparecen
desarrollados temas como reconversión
industrial, modernización tecnológica, diversificación de la
estructura productiva y repatriación de los capitales fugados.
Se hizo hincapié en medidas
restrictivas que limitan el acceso de los productos de América
Latina a los centros consumidores de los países industrializados
de economía de mercado, así como a los subsidios a las
exportaciones agrícolas ; se mencionó a las negociaciones que se
desarrollan en la Ronda
Uruguay del GATT en torno a los servicios, la propiedad
intelectual y las inversiones relacionadas con el comercio. A este respecto, estimaron prioritario
que se cumplan los compromisos de congelamiento y
desmantelamiento de obstáculos al comercio incompatibles con los
propósitos y principios del GATT; que se definan el alcance y
las modalidades de aplicación del principio de trato especial y
más favorable a los países en desarrollo, en todas las áreas y
aspectos de la negociación; que se reconozca, por otra parte del
universo acreedor, el vínculo existente entre deuda
externa y comercio y se
adopten medidas operativas; y finalmente que se amplíe y
estabilice el acceso de los productos de los países en
desarrollo a los mercados internacionales.
La integración es
percibida como un instrumento para transformar
y modernizar la estructura productiva de América Latina,
utilizando en forma eficiente sus recursos y logrando la
captación y creación de nuevas tecnologías. Se aludió a la
necesidad de recurrir a diversas herramientas además de la
estrictamente comercial, como complementación económica,
industrialización, transporte, telecomunicaciones, integración
fronteriza, así como nuevas fórmulas que permitan avanzar en
materia de financiamiento y de pagos.
En
ninguna en las dos Cumbres – en lo que hace a la problemática
tecnológica Regional - se tuvo en
cuenta la creación de
“parques tecnológicos” a fin
de vincular a América Latina con la modernización y
el cambio tecnológico mundial, al estilo de las zonas
existentes en Japón, Taiwan, Singapur, Corea del Sur y EUA.
a) ¿Qué pasa con el probable ingreso de
“las nuevas democracias” (Chile, Paraguay) al G8?
b) ¿ A EUA le interesa el desarrollo y
la consolidación de la democracia en América Latina, o le
preocupa la cuestión sandinista, la insurgencia salvadoreña, el
tema Noriega, el Narcotráfico y la posibilidad de ingreso de
México a la ZLC de América del
Norte?
c) No existe un proyecto ni en debate
ni en preparación sobre la forma y temas de reorganización y reinserción de América Latina (o de
agrupamiento de Estados) en la nueva dinámica mundial.
d) Para EUA, en lo que hace a la deuda,
el problema no es la moratoria, sino la “ingobernabilidad” de un
país de la Región, a partir de la probabilidad de situaciones de
conflicto social (caracazo) [vii].
e) Las pautas y criterios desarrollados por EUA en temas como la deuda, narcotráfico, seguridad, etc., tienen más efecto y probabilidades de implementación que las desarrolladas por los latinoamericanos que, en casos como el de deuda, se contradicen entre sí y pierden fuerza.
Resulta importante que los países de la
Región a través del G8 puedan comenzar a resolver los problemas
comunes a través del empleo de nuevos puntos de
vista, utilizando un nuevo lenguaje en sus análisis y seleccionando nuevos caminos e instrumentos para
procurar su solución. La “desideologización” podría
ser el punto de vista para el análisis, dadas las nuevas
tendencias mundiales.
En
la década de los ´80 han habido cambios importantes en el
sistema internacional, que obligan a replantearse la forma y el
proyecto de inserción de los Estados (o agrupamiento de Estados
) de América Latina.
Estos
cambios
están vinculados a los resultados post Reikjavik que, en la
relación polo-polo, trajo como consecuencia el desarme global, y
en la relación entre los actores
polares y la gran periferia, la flexibilidad e inicio de
solución de los principales conflictos con consecuencias
internacionales. A la luz de estos cambios se debe considerar la
agenda de trabajo del G8; atendiendo a
los temas que se vienen tratando en
las dos reuniones anteriores.
Desde
el
punto de vista del accionar Regional, sería importante que los organismos existentes no operen en
compartimentos estancos. Para ello, deberían buscarse
puntos de convergencia entre los mismos. [viii]
Además,
se
deberían tener en cuenta los siguientes grandes
cambios internacionales que, a nuestro criterio, se
traducen en:
A)
1) La reorientación del sistema hacia el eje económico;
2) el alejamiento de las relaciones del eje
estratégico-militar;
3) el pluralismo existente en el interior no sólo del
Tercer Mundo sino incluso dentro de América Latina, como un dato
de la realidad; y
4) el “proyecto ”de orden mundial que se
está gestando –dentro del eje político- fundamentalmente
vinculado a las características del punto 1), según las
connotaciones del punto 3).
B) una creciente tendencia mundial a la conformación de
bloques económicos:
1)
la
unificación del mercado de Europa occidental;
2)
Japón
y los Nic´s asiáticos, más Australia y Nueva Zelandia y
probablemente la República Popular China y los países de ASEAN;
3)
La
Zona de Libre Comercio (ZLC) entre EUA, Canadá y el probable
ingreso de México;
4)
los
países de Europa oriental
-incluyendo la URSS- interesados en asociar el Consejo de
Asistencia Económica Mutua (COMECON) a
la CEE;
5)
integración Argentina-Brasil.
C) Las nuevas tendencias de relacionamiento internacional
de la URSS, a través de la “perestroika”
y el “glasnot”, que produjo consecuencias en Polonia y Hungría y
en las relaciones de la URSS con Cuba.
Asimismo, considerar en su agenda los siguientes temas:
1) Los países de América
Latina, entre ellos, los miembros del G8, deben redefinir su
inserción y actuación dentro del sistema internacional
atendiendo a las tendencias en vigencia. A este respecto sería
apropiado que dichos países, respetando las diferencias
existentes, elaboren objetivos y estrategias conjuntas que
favorezcan la solución de sus problemáticas y faciliten su
desarrollo.
2) El G8 no
debe limitarse a la relación con EUA, sino que debe
diversificar el espectro de relacionamiento vinculándose también
con otros países que faciliten el acceso a
inversiones productivas de riesgo (v.gr.: CEE, Japón y los Nic´s
asiáticos).
3) si EUA crea una ZLC con Canadá, experimentará algunos
cambios en su comportamiento hemisférico.
La ZLC de América del Norte, y no sólo EUA, debe ser el
interlocutor del G8.
4) debe profundizarse la relación con la URSS y el resto
de los países del Tercer Mundo, ya que los países rectores del
sistema se manejan conforme a sus intereses, dejando de lado las
perspectivas ideológicas que, después de la Cumbre de Reikjavik,
carecen de significación.
5) La CEE, la Cuenca del Pacífico y la relación con Japón
y la República Popular China, deben constituir otro aspecto
central del sistema de relacionamiento del G8.
Limitarse
a
negociar con EUA, omitiendo el destacado rol internacional de
los nuevos bloques económicos y de los países miembros del G7
(países industrializados de economía de mercado), implicaría
negar las recientes transformaciones operadas en la
macroestructura internacional.
El G8, para desarrollar el paradigma formulado, en las cumbres celebradas hasta la fecha, debe volcarse a sus propias prioridades vinculadas a su problemática de desarrollo económico-social, fortalecimiento del régimen democrático y del proceso de integración, así como la solución pacífica de sus conflictos.
Doctor en Ciencia Política y Relaciones Internacionales (Universidad Nacional de Rosario, Argentina). Profesor y Evaluador en Cursos de Grado, Postgrado y Doctorado en el país y en el exterior. Director del Centro de Estudios Internacionales Argentinos (CEINAR) y de la Revista Argentina de Relaciones Internacionales, 1977-1981. Miembro Observador Internacional del Comité Internacional de Apoyo y Verificación CIAV-OEA en la "desmovilización" de la guerrilla "contra" en Nicaragua, 1990. Director de Doctorado en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, Argentina, 2002-2005. Investigador Científico del "Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas" (CONICET).
* El presente fue elaborado en
1988. Se mantienen los términos y conceptos de entonces.
** © Abogado (UBA). Docente en Política Exterior Argentina en
las Univ. del Salvador y La Plata. Consultor
del CFI en temas de cooperación e integración
latinoamericana. Especialista en Integración.
***
© Doctor en
Ciencia Política y Relaciones Internacionales (Univ. Nac. de
Rosario). Profesor Titular de Teoría de las Relaciones
Internacionales y de Política Exterior Argentina en la
Universidad del Salvador. Especialista en temas de Relaciones
Internacionales y de América Latina.
[i] Ver DALLANEGRA PEDRAZA, Luis; El Sistema Interamericano y las Relaciones entre EUA y América Latina, en “GEOSUR”. Vol. IV, Nro. 41, Enero 1983.
[ii] Esta fue en realidad , la XI Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores en el marco del Sistema Interamericano, cuyo propósito central era la evaluación de la Alianza para el Progreso, programa desarrollado por EUA
[iii] A través de Contadora, su Grupo de Apoyo y el G8 los países latinoamericanos han encarado la coordinación de posiciones para la solución de los conflictos de tipo hegemónico. Existe una discoordinación en el caso de los coloniales, y los limítrofes que se tratan toda vez que surgen. No se adoptan acciones preventivas o soluciones transitorias, en tanto se resuelven otras prioridades que requieran la acción unánime de la Región.
[iv] Ver Compromiso de Acapulco para la Paz, el Desarrollo y la Democracia de 1987
[v] Desde julio de 1986 se ha encarado una nueva vía a partir de los acuerdos entre Argentina y Brasil con la asociación de Uruguay. Aunque promisorios, es prematuro evaluar los resultados de esta experiencia
[vi] Ver Segunda Reunión de Presidentes del Mecanismo de Consulta y Concertación Política; Punta del Este, 1988
[vii] Pareciera que hasta que no se produce un estallido social, EUA no interviene respaldando al país afectado (salvo el caso de México que les interesa particularmente). EUA no tiene una política “preventiva” en relación con la deuda y el desarrollo regional, a pesar de que en el discurso de su gobierno se habla de apoyo a las democracias y que dentro de su nuevo esquema de relaciones hemisféricas, la democracia es el nuevo nombre de la seguridad.
[viii] La Región se ha manejado de manera “segmentada”. Para resolver sus problemas de infraestructura creó la Cuenca del Plata o el Pacto Amazónico; para profundizar el intercambio comercial ALALC/ALADI; para la solución de sus conflictos, Contadora y luego el Grupo de Apoyo; para coordinar las posiciones respecto de terceros países u organismos internacionales en materia económica o comercial CECLA/SELA; etc.