PERSPECTIVA DE LAS RELACIONES
INTERNACIONALES
SOBRE
EL FUTURO DEL CAPITALISMO Y EL ORDEN MUNDIAL
© Luis DALLANEGRA PEDRAZA *
Resumen:
Frente a las crisis que se vienen presentando, cada vez m‡s frecuentemente, se lleva a cabo una evaluaci—n del desarrollo y cambio de los factores internacionales econ—micos, pol’ticos, sociales, jur’dicos y ambientales, entre otros, para establecer escenarios sobre el Orden Internacional que prevalecer‡ y cu‡l ser‡ la nueva fase del capitalismo desde la —ptica de las Relaciones Internacionales. Se muestra el proceso reciente de globalizaci—n, la forma en que opera y que contribuye a la generaci—n de un nuevo orden econ—mico-financiero y pol’tico mundial, direccionado por los actores transnacionales y los pa’ses m‡s poderosos. Se tienen en consideraci—n los problemas de identidad que sufre AmŽrica Latina y la manera en que deber’a encarar esta problem‡tica.
Abstract:
Faced with the crisis that is showing up more and
more frequently carried out an assessment of development and
change of international economic factors, political, social,
legal and environmental, among others, to establish scenarios of
the International Order and what the new phase of capitalism
from the perspective of international relations will prevail. Is
shown the form that the recent process of globalization operates
and contributes to the generation of a new economic-financial
and political world order, directed for the transnational actors
and the most powerful countries. The problems of identity that
undergoes Latin America are have in consideration and the way in
which it would have to face this problematic one.
Palabras
Clave:
Pol’tica Econ—mica, Historia,
Pol’tica Internacional, Derecho Internacional, Estructura
Internacional.
Key
Words:
Economic Politics, History,
International Politics, International Law, International
Structure.
Desde la ca’da del Muro de Berl’n en 1989 y la desintegraci—n de la URSS en 1991, que marcaron el fin del sistema bipolar, las tendencias mundiales de configuraci—n de un nuevo orden, se centraron en el ÒejeÓ econ—mico con un alto ’ndice de transnacionalizaci—n en el funcionamiento del sistema mundial. EUA, cuyas ventajas comparativas y competitivas, exclusivas y excluyentes, se hallan en el ÒejeÓ estratŽgico-militar, sigui— operando, de manera tal de volcar las tendencias del sistema hacia este ÒejeÓ. Los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 confirmaron esta aspiraci—n, toda vez que a partir de ah’ el sistema, principalmente, gir— alrededor del ÒejeÓ estratŽgico-militar y secundariamente alrededor del econ—mico, permitiendo que adoptara una configuraci—n imperial, aunque no totalmente concretada.
Los pa’ses perifŽricos -las naciones, m‡s que los gobiernos-, procuraron orientar las cosas en el sentido de alcanzar una mayor ÒjusticiaÓ a sus demandas, de forma tal que la sociedad civil, en diversas manifestaciones, ha crecido en magnitud y en capacidad de presi—n y resistencia, transform‡ndose en un ÒactorÓ, aunque no en la magnitud de los grandes Estados y los actores transnacionales Òcon fines de lucroÓ como banca, empresas, etc., ya que opera en forma desarticulada y dispar.
Pese a que han pasado casi 20 a–os desde la finalizaci—n del sistema bipolar, aun no se ha podido constituir un nuevo orden y, dado el estado del sistema mundial a la fecha, pasar‡n varios a–os m‡s.
Hasta el presente, se observan algunas tendencias dominantes:
- Hay una tendencia imperial generada por EUA en el eje estratŽgico-militar, con la expansi—n de la OTAN y el control de determinados gobiernos en el Medio Oriente y otras partes del planeta, que con la elecci—n de Barack Obama se ha visto atenuada, pero no ha desaparecido, a la vez que el sector conservador de EUA intenta mantener sin cambios, de acuerdo con su visi—n militarista del mundo.
- EUA ha constituido un Òdirectorio mundialÓ, controlando a los organismos internacionales de su interŽs: FMI, BM, OMC y en el eje estratŽgico-militar -aunque no comprende a la totalidad de los pa’ses, pero s’ abarca a la totalidad del planeta en lo que hace al disciplinamiento- la OTAN y en los casos en que lo considere necesario, la constituci—n de Òalianzas ad hocÓ.
- Mientras la UE se expande hacia el Este, incorporando a pa’ses a su proyecto econ—mico-comercial, EUA se expande hacia el Este incorporando -subordinando- pa’ses a su proyecto de control militar a travŽs de la OTAN o mediante Òalianzas ad hocÓ. El gobierno de Barack Obama ha privilegiado la negociaci—n, sin abandonar su Òpoder duroÓ.
- En su orientaci—n hacia la conformaci—n del imperio, EUA ha provocado una fragmentaci—n dentro de la UE y tambiŽn de la OTAN, con el objeto de debilitar las posibilidades de actores alternativos y ejercer al m‡ximo su control. Para ello, ha ÒdesarticuladoÓ el sistema de seguridad colectivo de la ONU.
- EUA se encuentra abocado a la tarea de Òdeconstrucci—nÓ del sistema en todos sus aspectos, con el objeto de asegurar la conformaci—n del imperio.
- Hay ‡reas, como la financiera, donde las posibilidades de rŽgimen son aœn lejanas, dado el alto ’ndice de transnacionalidad y poco manejo que los Estados pueden ejercer, aœn los m‡s poderosos, como EUA, Jap—n o la UE. Dentro de esta ‡rea y junto a la comercial, actores emergentes como China, juegan un rol significativo en la generaci—n de nuevas pautas de rŽgimen y orden, al punto que organismos como el FMI debieron reformularse para sincerar la realidad.
- Lo mismo pasa en el ‡rea industrial, donde las empresas transnacionales son las que establecen definiciones por sobre los Estados y aœn no est‡ claro el tipo de industria y las ‡reas dominantes de la misma.
- En el terreno de la justicia internacional y del grado de supranacionalidad de las pautas de jurisdiccionalidad, reciŽn asoman elementos que pueden hacer presumir un futuro rŽgimen, aunque no con la fortaleza necesaria, como la falta de firma por parte de EUA, China, Israel, India y otros Estados, del Tribunal Penal Internacional que, aunque entr— en vigencia en julio del 2002 carece del poder de polic’a para ejercer su capacidad jurisdiccional sobre esos Estados.
Cuando hablamos de ÒordenÓ hacemos referencia al conjunto de par‡metros -dados por el ÒpoderÓ configurado en la estructura y por el ÒrŽgimenÓ, reflejado en las instituciones y el derecho internacional-, entre los cuales se sustentan las relaciones entre los miembros del sistema y se busca satisfacer las expectativas y concretar las aspiraciones. Implica la ÒfronteraÓ entre las ÒaspiracionesÓ y las ÒlimitacionesÓ. Marca una expectativa de aspiraciones y logros entre par‡metros. Este orden, siguiendo los Òcriterios estructuralesÓ [1], es la resultante de las Òrepresiones mutuasÓ [2] entre los Estados y no de una Òconvergencia de voluntadesÓ [3].
Gr‡fico 1 RŽgimen y Orden
No hay orden internacional sin rŽgimen. El rŽgimen es la base sobre la que se sustenta el orden, a la vez que uno de los Òpar‡metrosÓ dentro de los que se asienta y opera. Por ello, no se puede hablar de la existencia de un orden mundial, mientras el rŽgimen est‡ en formaci—n y Žste, a su vez, depende de que la estructura termine de ÒcristalizarseÓ. Con esto œltimo, quiero decir que no es aœn definitiva la configuraci—n global de poder, as’ como tampoco su configuraci—n en el ÒtopeÓ del sistema [4].
Si bien resulta importante la generaci—n del rŽgimen y el orden, tambiŽn lo es el cambio de las reglas por aquellos que est‡n disconformes con el estado de cosas -status quo-, generando situaciones de desorden debido a los reclamos de justicia. Frente a esto, funciona el mecanismo ÒestabilizadorÓ que se encuentra en la estructura [5], y que denomino Òl’neas de control intra-hegem—nicasÓ. Este mecanismo est‡ compuesto por dos par‡metros:
1) por ÒarribaÓ se mide el grado de permisividad que los actores polares le otorgan a las conductas independientes por parte de los miembros que conforman su ‡mbito hegem—nico o esfera de influencia;
2) por ÒabajoÓ mide el grado de capacidad por parte de los miembros no polares, que pertenecen a la esfera de influencia o ‡mbito hegem—nico, para tener esas conductas independientes o mantener conductas de resistencia o contestatarias [6].
De esta manera el sistema mantiene un equilibrio relativo, frente a los ÒimpactosÓ producidos por los que pretenden generarle cambios y los deseos de quienes lo conducen o controlan, por mantener el status quo.
Gr‡fico 2 L’nea de Control
Intra-Hegem—nico
A nivel ÒhorizontalÓ, en el tope del sistema, el mecanismo estabilizador es el Òequilibrio de poderesÓ, mientras que el equilibrio ÒverticalÓ o sistŽmico, es ÒimpuestoÓ por los que ÒconducenÓ al sistema.
No obstante, la novedad que se presenta en la conformaci—n del nuevo sistema mundial, es que, si el mundo en el siglo XX se orient— en el sentido del establecimiento, el mantenimiento y el restablecimiento del orden y gener— instituciones gubernamentales, como la S de N y la ONU, para este prop—sito, dejando en un segundo plano a la justicia internacional; el gran desaf’o del mundo del siglo XXI, dado fundamentalmente por la sociedad civil mundial, es llevar a cabo una tarea de reformulaci—n del Òpacto socialÓ, orientado a la bœsqueda de una compatibilizaci—n entre las demandas de justicia con el orden establecido.
El orden elemental, no se basa sobre la ausencia de uso de la fuerza; por lo que sostener un orden elemental, no es ponerse a evitar el uso de la fuerza, sea Žsta defensiva u ofensiva. Digo esto, ya que el problema del orden, implica la existencia de un poder de polic’a, el que en una comunidad internacional descentralizada, evidentemente es ejercido por las potencias principales, ya sea en el ‡mbito mundial, regional o local.
La vinculaci—n entre orden y sistema, consiste en que, mientras este œltimo se mantiene a s’ mismo y evoluciona como resultado no intencional de las interacciones en la comunidad internacional; el orden debe ser constantemente controlado, ya que no es la resultante no intencional de las interacciones, sino que es funci—n de la acci—n volitiva y coordinada o no de los Estados de manera asimŽtrica.
Los distintos tipos de orden, variar‡n, de acuerdo al grado de concentraci—n o difusi—n de la ÒautoridadÓ. En este sentido, as’ como en el an‡lisis de los tipos de orden, sigo el criterio de Liska [7].
Sus caracter’sticas ser‡n:
1) Var’an en el grado en que ejercer‡n represi—n por medio de una autoridad ordenante; o
2) por represi—n rec’proca entre adversarios. En este caso, se considera que existen actores en pugna por imponer un tipo de orden segœn su concepci—n; o
3) por auto-represi—n de potenciales disturbadores del orden; una auto-represi—n, que es funci—n de la capacidad y compulsi—n a anticipar respuestas a acciones enemigas del orden o la justicia, tal como se los entiende en ese momento.
Los distintos tipos de orden, pueden variar tambiŽn en la medida en que son aptos para controlar el desorden resultante de la interacci—n de los Estados.
Desde la dŽcada de los Õ60 del Siglo XX hacia la actualidad, irrumpen en el sistema mundial, actores no estatales, que son ÒdireccionadoresÓ y generadores de pautas de orden en funci—n de sus propios intereses, haciendo cada vez m‡s compleja la comprensi—n sobre el funcionamiento del sistema.
Gr‡fico 3 Formas de Orden
Hist—ricas y Actuales
Siguiendo el criterio de Liska, el Imperial y el Equilibrio de Poder, constituyen los dos œnicos posibles tipos de orden estables, ya que de una forma u otra, siempre la resultante de las interacciones en el ‡mbito internacional, derivar‡ en uno u otro aunque ÒtemporariamenteÓ atraviese algœn tipo de Òorden de transici—nÓ.
Una vez alcanzado un tipo de orden estable, se da la Òinstitucionalizaci—nÓ de situaciones de hecho que han llegado a constituirse en orden una vez ÒcristalizadasÓ. No es posible establecer el orden Òpor decretoÓ. La carencia de un Òpoder de polic’a supremoÓ, impide la exigibilidad en el cumplimiento de la norma, la posibilidad de aplicar sanciones, ante el incumplimiento. Este papel, lo lleva a cabo un poder ordenador: aquŽl o aquellos Estados que de mayor poder disponen, siguiendo criterios institucionalizados que ellos mismos, Òde hechoÓ, han establecido [8].
El sistema internacional est‡ lejos de ser considerado una ÒsociedadÓ como ocurre en el contexto interno del Estado. Se acerca m‡s al concepto de ÒcomunidadÓ que de ÒsociedadÓ [9]. El sistema internacional esta compuesto por Òunidades independientesÓ que se relacionan entre s’ de forma desigual -asimŽtrica-, y que tienden hacia sus propios intereses soberanos segœn su poder y no en el sentido de una convergencia orientada a conformar un orden.
Son caracter’sticas del sistema internacional: la anarqu’a -los Estados u otros actores no estatales, tienden (naturalmente) en el sentido de su soberan’a o intereses y no del bien comœn o el orden global- y la descentralizaci—n. En realidad, el sistema internacional est‡ ÒcentralizadoÓ en el sentido o alrededor de los Òsubsistemas o polos dominantesÓ, pero no porque haya un Ògobierno centralÓ en tŽrminos de Ò‡rbitro supremoÓ. Adicionalmente, el sistema actual, ya no puede ser calificado de exclusivamente ÒinternacionalÓ, toda vez que se ha vuelto heterogŽneo al comprender a los actores estatales y tambiŽn una gran variedad de actores no estatales, la mayor’a de los cuales son de car‡cter transnacional.
El sistema mundial no es uniforme, sino estratificado, se mueve siguiendo los criterios de la Òley del paralelogramoÓ [10]. Hay autores como Hedley Bull [11], que dudan de la existencia del orden a nivel mundial, toda vez que el sistema mundial est‡ lejos de constituirse en una ÒsociedadÓ. Plantea que el orden resulta complejo, dado que las relaciones mundiales se basan en ciclos de conflicto y paz.
M‡s all‡ de la dificultad de establecer un orden caracter’stico de una sociedad, en la que predominen los lazos racionales, los par‡metros dentro de los cuales oscilan las relaciones mundiales, que son establecidos por la ÒestructuraÓ en tŽrminos del poder y por el ÒrŽgimenÓ en tŽrminos de las reglas, pueden ser considerados como orden, aunque Žste dure un ÒcicloÓ [12]. Ese ÒcicloÓ, depende de la estabilidad y la vigencia del sistema y su estructura.
Las pautas a considerar para decir que existe, en cierta medida, un orden, deber’an contemplar:
- Deben haber ciertos par‡metros de referencia, aunque sean t‡citos;
- Los procesos y pautas no deben constituir una situaci—n coyuntural, sino ir marcando ciertas tendencias constantes;
- Debe existir un mecanismo estabilizador que funcione;
- Debe existir una capacidad de exigir el cumplimiento de las pautas y una sanci—n m’nima, as’ como el conocimiento de su existencia.
Hay ciertos objetivos elementales en un sistema de Estados. Analizaremos brevemente estos objetivos, considerando que estamos hablando de un orden ÒentreÓ Estados y no del Òorden globalÓ [13]. Para que haya orden global, Žste debe abarcar a la totalidad de los miembros del sistema y no ser controlado por los m‡s poderosos.
La regla central de todo sistema es la auto-conservaci—n. Cuando hablo de sistema, lo estoy haciendo en tŽrminos de Òaquellos que lo conducenÓ. Siempre hay actores, o conjunto de ellos que est‡n disconformes con el status que les toc— y actœan de manera tal de modificar al sistema en beneficio propio. Esto hace que el sistema se vea sujeto a ÒimpactosÓ constantes y deba generar Òcontra-impactosÓ -homeostasis- a los efectos de mantener el Òequilibrio sistŽmicoÓ. La revoluci—n francesa o la revoluci—n rusa son ejemplos; actitudes como las de Cuba en 1959, o Hungr’a en 1956 o 1958, o Checoslovaquia en 1968 tambiŽn son ejemplo; o de grupos como el Movimiento de Pa’ses No Alienados, especialmente entre 1960 y mediados de los Ô70, o de la OPEP en 1973, en 1979 o a fines de los Ô90. Se podr’an dar much’simos ejemplos m‡s.
El sistema internacional, en tŽrminos jur’dicos, est‡ compuesto de Estados independientes que tienen v’nculos asimŽtricos. Si uno observa al sistema en tŽrminos reales, ver‡ que est‡ compuesto de una cantidad heterogŽnea de actores estatales y no estatales, con capacidad de decisi—n o no y de defensa de sus intereses soberanos o no, pero que tienen, aunque sea de manera relativa, incidencia en el sistema, lo que hace que Žste sea din‡mico [14].
Todos los Estados buscan que se reconozca su independencia de cualquier autoridad externa y su jurisdicci—n suprema sobre su territorio, bajo el mismo criterio de reconocer la independencia de los otros. No obstante el sistema internacional refleja el predominio de los grandes poderes que se ven a s’ mismos como sus ÒcustodiosÓ.
Habr’a que hacer una diferencia entre lo que significa ÒpazÓ y lo que es la ÒpaxÓ o Òpacificaci—nÓ. Los sistemas internacionales, en tŽrminos hist—ricos, han reunido el requisito de establecer pautas de orden -ÒpaxÓ, pacificaci—n- a travŽs de sus ÒordenadoresÓ, pero este orden, ha tenido como caracter’stica, que se trata del resultado de la Òimposici—nÓ por parte de uno o de algunos pocos que concentran el poder, generando pautas de justicia, segœn los principios establecidos por los ordenadores. La ÒpazÓ implicar’a orden con justicia [15].
El problema generalizado -por ejemplo, demandas de los subordinados, por un Nuevo Orden Econ—mico Internacional (NOEI) m‡s justo, u otro tipo de demandas que generan conflictos regionales y que los actores polares deciden resolverlas de manera de mantener el orden no de hacer justicia, entre otras demandas existentes o posibles-, es que ese orden distribuya justicia, en tŽrminos equitativos, para todos, y no desde el punto de vista y segœn los principios de los m‡s poderosos. Al no haber un Òpoder centralÓ [16], los Estados polares, son ÒtratadosÓ de manera desigualitaria a su favor, en su beneficio, ya que no hay posibilidad de exigirles el cumplimiento de las normas -que por otra parte, ellos generaron de manera dominante- o sancionarlos por incumplimiento, al no haber una Òautoridad supremaÓ -salvo la de ellos- [17].
Todas las situaciones de disconformismo e insatisfacci—n generan conflicto, en muchos casos derivan en guerra. El problema es su resoluci—n. En general los organismos internacionales no han mostrado capacidad de resoluci—n de los conflictos de manera equitativa, sino siguiendo los criterios de los grandes poderes dominantes que influyen en ellos, como el CS de la ONU por ejemplo. El caso de la intervenci—n en el Golfo PŽrsico en 1991, ilustra lo que quiero decir, y mucho m‡s el caso Kosovo en 1999, que se llev— a cabo por parte de la OTAN a espaldas de la ONU; igualmente el caso Irak del 2003 en el que EUA decidi— actuar a espaldas del CS de la ONU ya que Žste vetar’a cualquier iniciativa suya de intervenir militarmente.
La historia del derecho internacional gir— pr‡cticamente alrededor de la bœsqueda de mecanismos para limitar la violencia. No obstante, salvo el establecimiento de ciertas reglas no se ha podido lograr un mecanismo que ponga a todos por igual. Se ha aceptado que se recurra a la violencia como forma de leg’tima defensa, o por causas justas, como las que tienen que ver con la protecci—n de los derechos humanos, sin embargo todo queda sujeto al uso, muchas veces pol’tico, que de estos mecanismos hacen los pa’ses poderosos.
Dentro del sistema internacional la cooperaci—n se lleva a cabo en base a acuerdos y Žstos pueden llevar a cabo su funci—n si son cumplidos.
El cumplimiento de las promesas, al no haber un poder de polic’a supremo, descansa sobre el principio Òpacta sunt servandaÓ [18]. Sobre estas normas, descansa la estructura del derecho internacional pœblico; mejor dicho, sobre el Òpoder de polic’aÓ ejercido por los m‡s poderosos, legitimado a travŽs de las instituciones internacionales que controlan [19]. El caso de la invasi—n a Afganist‡n por el gobierno norteamericano, a fines del 2001, es un buen ejemplo, de la misma manera que la invasi—n a Irak en el 2003.
La comunidad internacional se ajusta a las presiones que recibe para el cambio, lo que constituye la ruptura de los tratados y, al mismo tiempo, la preservaci—n del propio principio, a travŽs de la doctrina Òrebus sic standibusÓ [20].
Ya se termin— la Žpoca en
que la soberan’a sobre los recursos naturales era un elemento
central, as’ como el control sobre las empresas consideradas
estratŽgicas. Incluso se est‡ terminando
el reconocimiento de la jurisdicci—n soberana.
En primer lugar, debido a la caracter’stica de estratificaci—n del sistema internacional que hace que algunos tengan Òsupra soberan’aÓ y otros Òsoberan’a limitadaÓ [21]. Adem‡s, debido al grado de transnacionalizaci—n del sistema. Hoy muchos Estados, especialmente los deudores de la periferia, deben pactar la jurisdicci—n de tribunales en territorio de otro pa’s, m‡s que como un rasgo de acuerdo civilizado, como uno de debilidad frente a los que imponen las reglas.
Otro factor que muestra que ya no existe el principio de control soberano sobre los recursos, est‡ dado por la forma en que los pa’ses industrializados en alianza con las empresas transnacionales, logran en sus laboratorios Ònuevos materialesÓ mediante la biotecnolog’a por ejemplo, emulando de manera m‡s eficiente esos recursos, tales como fibra —ptica reemplazando al cobre, o una cantidad importante de alimentos.
La ideolog’a neoliberal ha impuesto el achicamiento del Estado y la privatizaci—n de los recursos del Estado, por lo que las empresas que antes eran del Estado ahora pasan a ser propiedad de empresas privadas transnacionales o empresas estatales de Estados m‡s poderosos [22].
El orden mundial es distinto y m‡s complejo que el orden entre Estados. Se podr’a decir que el orden aœn hoy sigue siendo internacional, aunque existen elementos que muestran su tendencia hacia un orden mundial. Cuando hablo del orden mundial, no s—lo me refiero al orden en tŽrminos de globalidad, sino tambiŽn que abarca a m‡s actores que solamente el Estado-Naci—n y en muchos casos, m‡s poderosos que Žste; actores que han ido creciendo en nœmero e importancia, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XX y que hoy tienen capacidad de generar reglas m‡s all‡ de la voluntad de los Estados.
Si consideramos que el ÒordenÓ es un conjunto de par‡metros -dados por el poder configurado en la estructura y el rŽgimen-, entre los cuales se sustentan las relaciones entre los miembros del sistema y se busca concretar las aspiraciones; habr’a que aclarar que Òorden internacionalÓ es el orden entre Estados, pero los Estados est‡n conformados por hombres, grupos, regiones pol’ticas, empresas, etc., que tambiŽn tienen interŽs en el orden y las acciones internacionales, sea porque buscan incidir o porque las caracter’sticas del funcionamiento del sistema tienen incidencia directa o indirecta en ellos. Temas como derechos humanos, medio ambiente, comercio, etc., son de interŽs de individuos, grupos, empresas, adem‡s del -o a pesar del- Estado al que pertenecen.
En el contexto global, el Estado-Naci—n no es el œnico actor significativo; las organizaciones no gubernamentales (ONGÕs), las organizaciones de la sociedad civil (OSC), las empresas transnacionales, la banca, los grupos disconformes que demandan ser parte del sistema porque se sienten marginados de Žl, como el ÒzapatismoÓ en MŽxico, los Òsin tierraÓ en Brasil, etc., y otros grupos cuya actividad es espuria, pero que tienen un gran poder y manejo, como el narcotr‡fico, tambiŽn son actores que inciden en el sistema y generan reglas.
Si queremos hablar de orden, debemos considerar a estos actores, ya que forman parte del sistema y tambiŽn tienen incidencia en la estructura.
Gr‡fico 4 Orden Global
En el siglo XIX, el orden mundial era simplemente la suma de
varios sistemas pol’ticos que generaban orden particular a
distintas partes del mundo. A principios del siglo XX continuaba
siendo esa suma de —rdenes particulares en regiones como la
europea y sus zonas de influencia, EUA y sus zonas de influencia,
el imperio otomano, el imperio chino, el japonŽs; los kanatos y
sultanatos en el Medio Oriente, etc. DespuŽs de la primera guerra
mundial, el orden tendi— a hacerse mundial, pero esta tendencia se
fren—, despuŽs de la segunda guerra mundial -precisamente en 1947- con
la divisi—n del mundo en dos bloques ideol—gicos controlados por
EUA y la URSS en guerra
fr’a. DespuŽs de la segunda guerra mundial, tambiŽn comienza
a darse un fen—meno importante, el de la descolonizaci—n en Asia
que fue acompa–ado en los Ô60 por la descolonizaci—n masiva en
Africa y en los Ô70 en el Caribe, lo que provoc—, por un lado, la
multiplicaci—n de los Estados-Naci—n, por el otro el surgimiento
de grupos que tuvieron que ver con esta revoluci—n
descolonizadora, a los que se le fueron agregando otros grupos
defensores del medio ambiente, de los derechos humanos, de la
mujer, etc. Acompa–ando a este fen—meno, tambiŽn en los Ô60
comenz— a tener fuerza el surgimiento de empresas multinacionales
y transnacionales, la banca y las agrupaciones de pa’ses con
intereses de mejorar su situaci—n, como la OPEP y el Movimiento de
Pa’ses No Alineados, principalmente.
Pero la universalizaci—n del orden comienza a darse a partir del fin del sistema bipolar; sistema que imped’a la posibilidad de un relacionamiento global.
Se siguen sumando elementos que muestran que esta tendencia se profundiza. El caso Pinochet muestra la internacionalizaci—n -o tal vez tambiŽn transnacionalizaci—n- del sistema judicial penal, debilitando el principio de soberan’a jurisdiccional del Estado. Lo mismo podr’a decirse del Tribunal Penal para la ex Yugoslavia, el Tribunal Penal para Ruanda, el caso del ex militar argentino Ricardo Miguel Cavallo represor en la ESMA (Escuela de Mec‡nica de la Armada), residente en MŽxico cuya captura fue reclamada por Espa–a y la justicia mexicana accedi— a su extradici—n; y muchos otros casos [23]. Se trata de tribunales ÒparticularesÓ, para juzgar casos en los que EUA est‡ interesado, pero que no podr’an juzgar actuaciones de EUA, ya que no se tratar’a de un Tribunal Penal Internacional [24].
El orden mundial es mucho m‡s amplio y abarcativo que el orden internacional porque para comprenderlo, no s—lo hay que considerar el orden entre los Estados sino tambiŽn el orden en el interior de ellos, dado los actores y regiones que hay, que tienen intereses o son condicionados por las actividades o reglas externas y, adem‡s, el que se genera a partir de la actividad de actores de car‡cter transnacional del m‡s diverso tipo, como empresas, banca, fondos de pensi—n y de seguro, ONGÕs, OSC, municipios que se conectan entre s’, regiones que se conectan entre s’, etc. [25].
El sistema mundial es muy complejo hoy, como para considerar que el orden es s—lo entre Estados, siendo que la estructura est‡ conformada por mucha mayor cantidad de actores no estatales que por Estados.
Gr‡fico 5 Generadores del Orden
Mundial
Aun resulta compleja la generaci—n de un rŽgimen mundial, visto bajo el doble concepto de rŽgimen como reglas y
rŽgimen como Òforma de
gobiernoÓ del sistema mundial [26].
Insisto en lo importante y novedoso del tratamiento del rŽgimen
bajo este segundo aspecto, ya que no hay trabajos sobre el
particular; siendo que en el primero, los trabajos que he
encontrado, en realidad, se han concentrado en aspectos jur’dicos regulatorios,
en ‡reas muy particularizadas, como comercio, fletes, u otros
ligados al comercio. Robert Keohane y Joseph
Nye, Stephen Krasner, Robert Gilpin [27],
entre otros, son los que han desarrollado espec’ficamente estos
temas, y lo han hecho m‡s como una
preocupaci—n por la negociaci—n de normas, que por entender o
explicar el funcionamiento del sistema mundial desde el punto de vista de
Òsu gobiernoÓ.
Se observa un crecimiento de los movimientos de integraci—n regional [28] a la vez que una crisis de la soberan’a estatal. Se han quebrantado los marcos conceptuales de la ciencia pol’tica centrados en la funci—n del Estado. Estos cambios, no s—lo emergen a partir de la ca’da del Muro de Berl’n y la desintegraci—n de la URSS, que han dado lugar al fin del bipolarismo, sino tambiŽn por factores estructurales como el desarrollo cient’fico y tecnol—gico y la evoluci—n de las civilizaciones.
Tanto las instituciones estatales, como las internacionales ya no reflejan la realidad, ni est‡n en condiciones de satisfacer las demandas que surgen. El creciente poder de las empresas transnacionales en la econom’a mundial, la evoluci—n de los modos de producci—n, el crecimiento r‡pido de los intercambios internacionales, los adelantos de los sistemas de informaci—n y comunicaci—n y la eliminaci—n de las restricciones en los mercados monetarios y financieros han dejado su marca en la evoluci—n de las relaciones mundiales. El capitalismo no desaparece ni se debilita, sino que pasa de operar desde el interior de los Estados para globalizarse transnacionaliz‡ndose, debilitando las posibilidades que han tenido hist—ricamente los Estados para generarle reglas.
Gr‡fico 6 Sistema Mundial:
Caracter’sticas
Cada actor busca que predominen sus ventajas comparativas y competitivas frente a la generaci—n del orden mundial. Los pa’ses de la UE y los asi‡ticos han crecido en los œltimos 50 a–os, en el eje econ—mico mientras que EUA estaba ocupado tratando de imponerse, o en algunos casos, de contener a la URSS, en el eje estratŽgico-militar.
La Òconstrucci—nÓ europea ha sido una tarea compleja que aœn no ha terminado, pero orientada a generar una gran potencia en el contexto global. Es ah’ donde los europeos, mayoritariamente buscan explotar sus ventajas comparativas y competitivas y no en el eje estratŽgico-militar.
Al interior de Europa se est‡ asentando un orden nuevo, diferente al de Westfalia. Los Estados-Naci—n se han ido transformando para dar paso a Estados de otra modalidad entre los que la convivencia ordenada ya no se basa en el equilibrio de poderes, sino en la conjunci—n de intereses muy estables. Su Òexpansi—nÓ la lleva a cabo en el terreno econ—mico, incorporando a su proyecto a pa’ses que antes estaban en la esfera de influencia soviŽtica; a la vez que busca celebrar acuerdos con otras regiones o proceso integrativos, como el MERCOSUR, por ejemplo [29].
El mundo asi‡tico ha crecido, de igual manera, en el marco del eje econ—mico. Se trata de una regi—n no integrada en s’ misma. M‡s bien fragmentada, pero buscando espacios y objetivos comunes. Si bien el ASEAN es un importante proceso integrativo, lo verdaderamente relevante en Asia ha sido la generaci—n de un nuevo paradigma econ—mico, hacer que el mundo gire alrededor de la microelectr—nica, la inform‡tica, la rob—tica, la telefon’a, etc. Sus ventajas comparativas y competitivas en el terreno econ—mico, m‡s all‡ de diferencias ideol—gicas entre China, Jap—n, Corea del Sur, Singapur, Malasia, etc., son el eje alrededor del cual los asi‡ticos buscan establecer sus pautas de orden.
EUA, sin bien tiene importantes ventajas comparativas y competitivas en el terreno econ—mico, aunque con ciclos de auge y de crisis cada vez m‡s recurrentes; debe competir bis a bis con los europeos y los asi‡ticos para lograr imponer sus pautas de orden y cada vez con m‡s dificultad. Uno de los principales competidores es China. Donde tiene ventajas comparativas exclusivas y excluyentes es en el terreno estratŽgico-militar y es alrededor de este eje donde ha orientado sus pol’ticas [30], m‡s all‡ de que a partir del gobierno de Barack Obama procura reorientar el ÒmilitarismoÓ impreso por George W. Bush hacia un proceso mœltiple de negociaciones para el ordenamiento mundial, aunque con crecientes dificultades debido a la gran crisis financiera que Bush le dej—, y por los obst‡culos que los conservadores le van poniendo.
El proyecto estadounidense de expansi—n hacia el Este, comprende inversiones de capital, pero, fundamentalmente tratar de establecer controles absolutos en el terreno estratŽgico-militar. Por ello, frente a la expansi—n de la UE en el eje econ—mico, EUA antepone la expansi—n de la OTAN. Esto lo ha venido haciendo desde la etapa de Bill Clinton y lo consolid— en la etapa de George W. Bush, aprovechando los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001, paradigma que le resulta dif’cil de modificar a Barak Obama.
La historia de la humanidad tiene ciclos largos y ciclos cortos, que podr’a denominar, macro-etapas y micro-etapas. Hubo una macro-etapa imperial, una de la ciudad-Estado, una feudal y la œltima que estamos transitando y pareciera estar llegando a su fin, es la macro-etapa del Estado-Naci—n. Dentro de esas macro-etapas, se suceden micro-etapas sistŽmicas. El Òactor centralÓ, en este œltimo caso, el Estado-Naci—n, ha dado lugar a diferentes ciclos sistŽmicos dentro de su macro-etapa.
Gr‡fico 7
Macro-Etapas/Micro-Etapas
Los factores centrales que provocan cambios estructurales tienen que ver con la evoluci—n del desarrollo cient’fico y tecnol—gico, as’ como tambiŽn con la evoluci—n de la cultura y las civilizaciones. Las tendencias que se observan en la configuraci—n del sistema mundial hacia el siglo XXI, conllevan las siguientes caracter’sticas:
1) Una multiplicaci—n de los actores y diversificaci—n en cuanto al tipo -Estado-Naci—n, ONGÕs, OSC, empresas multinacionales, banca, otros actores transnacionales con fines de lucro, etc.-, generando una gran heterogeneidad en la forma de relacionamiento del sistema y del comportamiento del capitalismo y provocando disfunciones en el marco institucional interestatal.
2) Cambio del tipo de actores. No s—lo hay una mayor proliferaci—n en la cantidad de Estados-Naci—n, con grandes cambios y disminuciones en cuanto a sus atributos, a la vez que una generaci—n de disfunciones en la forma de operar el Estado-Naci—n y en la ÒgobernabilidadÓ al interior del mismo, sino tambiŽn una proliferaci—n de actores transnacionales, de diferente tipo, capacidad e incidencia sobre el orden y el comportamiento del capitalismo. Hist—ricamente, el relacionamiento mundial -dentro de la macro-etapa del Estado-Naci—n-, era monop—licamente de car‡cter Òinter-estatalÓ; mientras que ahora el predominio es transnacional.
3) Un alto ’ndice de transnacionalizaci—n en la toma de decisiones y en las relaciones globales pol’ticas y econ—mico-financieras, generando nuevas formas de comportamiento del capitalismo, que tiene un comportamiento m‡s ÒtransnacionalÓ y menos ÒnacionalÓ. Los actores transnacionales no s—lo operan como grupos de presi—n en el ‡mbito estatal, sino que han alcanzado, en gran cantidad de casos, la capacidad de operar como factores de poder [31]. El sistema financiero global es un ejemplo evidente. TambiŽn los actores transnacionales que tienen incidencia en telefon’a, inform‡tica, microelectr—nica; en ‡reas como derechos humanos o medio ambiente; o actores de car‡cter espurio, como el terrorismo, el narcotr‡fico o la corrupci—n, que de estos dos œltimos existe lavado de dinero en cantidades multimillonarias que inciden en el funcionamiento de las econom’as estatales y de la econom’a capitalista mundial, a la vez que ambos tienen incidencia en el funcionamiento de los gobiernos, unos porque intentan comprar -o compran definitivamente- a los candidatos o funcionarios, otros porque se corrompen -o son corruptos-. En estos œltimos ambos casos, resulta muy complejo eliminarlos o erradicarlos, sea porque el capitalismo no puede luchar contra el capitalismo de manera f‡cil [32], a la vez que existen mecanismos muy dŽbiles -carencia de Estados de derecho s—lidamente fundados- para erradicar a los actores espurios.
4) Distinta manera de operabilidad del sistema. El interrelacionamiento e intercondicionamiento caracter’stico del sistema, se ha hecho m‡s complejo, debido a la proliferaci—n de unidades intervinientes a su heterogeneidad y a la alta incidencia de la transnacionalidad. Antes se interrelacionaban Estados con Estados, ahora el interrelacionamiento es heterogŽneo, agreg‡ndose actores de car‡cter transnacional y supra-Estatal. TambiŽn se dan numerosos casos de actores subnacionales o regiones, que se conectan directamente entre s’ prescindiendo -aunque no contradiciendo- de los gobiernos centrales. Esto incide en la capacidad y funcionalidad de los organismos internacionales, que pretenden operar de la misma manera que en las Žpocas en que el Estado-Naci—n era el actor monop—lico, siendo que Žste ha ido perdiendo control y manejo de gran cantidad de las operaciones que estaban en su exclusiva esfera de influencia [33]. El tema de la moneda -sistema financiero-, es un buen ejemplo.
5) Modificaci—n de pautas territoriales y de soberan’a. Es aqu’ donde se observa la influencia de los factores centrales que provocan cambios estructurales y que tienen que ver, especialmente, con la evoluci—n del desarrollo cient’fico y tecnol—gico, que comprende desde la capacidad misil’stica, a la satelital, la telefon’a, internet, etc.
Por un lado, se vincula con la seguridad. Con el desarrollo de la tecnolog’a misil’stica intercontinental, la capacidad de control satelital, e incluso internet, las fronteras dejaron de ser ÒcercosÓ de seguridad para los Estados-Naci—n. Por el otro, lo hace con el funcionamiento del sistema financiero. Por ejemplo el ÒimperioÓ de influencia monetaria frente a los viejos imperios territoriales. La soberan’a de los Estados-Naci—n es el œnico l’mite a la expansi—n financiera; no obstante, muy pocos Estados-Naci—n est‡n en condiciones de poner l’mites o incluso, de manejar la moneda. Adem‡s la expansi—n financiera tiene directa incidencia sobre las personas m‡s que en tŽrminos geogr‡ficos, por lo que los Estados ven debilitada su capacidad de control sea para que entre en determinadas condiciones y se dirija a determinadas ‡reas -por ejemplo circuito productivo- o para evitar que salga en forma de fuga de capitales [34].
6) Crece la complejidad de la estructura mundial -configuraci—n de poder vigente en el sistema mundial [35]- al no funcionar m‡s con los actores estatales en forma monop—lica. El creciente nœmero y heterogeneidad de actores, complejiza el funcionamiento, a la vez que se observa que el Estado-Naci—n va cediendo espacio a actores transnacionales en la toma de decisiones y en la generaci—n de reglas -rŽgimen mundial- e incluso en los conflictos, que antes eran interestatales y ahora son mayoritariamente intranacionales y transnacionales, por ejemplo el impacto del terrorismo. Por otra parte, las crisis financieras, cada vez son m‡s globales y los Estados-Naci—n cada vez pueden hacer menos.
7) No hay una correspondencia entre el marco institucional internacional vigente y la estructura de poder transnacional dominante. Si bien ciertos organismos internacionales contemplan la existencia e incidencia de los actores transnacionales, como el Banco Mundial (BM) con la Corporaci—n Financiera Internacional (CFI) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con la Corporaci—n Interamericana de Inversiones (CII), que financian al sector privado, ya que el BM o el BID, por sus Cartas Constitutivas, s—lo pueden financiar a Estados, esto no refleja a la estructura mundial en su funcionamiento que todav’a, en lo formal, sigue los criterios de Bretton Woods. El FMI y el BM fueron concebidos para hacer posible el comercio mundial en un mundo desprovisto de movimiento internacional de capitales; el BM para compensar la ausencia de inversi—n directa y el FMI la ausencia de crŽdito financiero para contrarrestar los desequilibrios del comercio. Hoy, el capital financiero opera de manera independiente de estos organismos y tambiŽn de los bancos centrales de los pa’ses [36] mostrando que el capitalismo tiene un comportamiento m‡s transnacional y crecientemente independiente de la voluntad de los Estados-Naci—n.
La macro-etapa, desde el punto de vista econ—mico, la podr’amos dividir en tres momentos diferentes de sucesi—n de paradigmas econ—micos, desde la Edad Media hasta la actualidad, cada uno de ellos definido por un sector dominante de la econom’a:
1) Un primer paradigma en el que la agricultura y la extracci—n de materias primas domin— la econom’a, hasta el siglo XIX;
2) un segundo en el cual la industria y la fabricaci—n de bienes durables -Revoluci—n Industrial- ocuparon la posici—n de privilegio hasta mediados del siglo XX; y
3) un tercero y actual paradigma en el cual la provisi—n de servicios y el control de la informaci—n est‡n en el centro.
Esta œltima etapa, coincide con el fin de la macro-etapa, en el contexto de transformaciones estructurales; m‡s all‡ de que muchos Estados en el planeta aœn est‡n transitando por el primer o segundo paradigma; o hay sectores de su econom’a que se encuentran divididos en alguno de esos tres paradigmas [37].
Es as’ como la posici—n dominante ha pasado de la producci—n primaria a la secundaria y de ella a la terciaria. La modernizaci—n econ—mica involucra el pasaje del primer paradigma al segundo, del predominio de la agricultura al de la industria. Podemos denominar al pasaje del segundo al tercer paradigma, desde la dominaci—n de la industria a la de los servicios y la informaci—n, un proceso de postmodernizaci—n econ—mica, o mejor aœn, de informatizaci—n [38]. Decir que la modernizaci—n ha concluido y que la econom’a global est‡ atravesando un proceso de postmodernizaci—n hacia una econom’a informacional, no significa que la producci—n industrial ser‡ dejada de lado ni que dejar‡ de jugar un papel importante, incluso en las regiones m‡s dominantes del planeta. Del mismo modo que los procesos de industrializaci—n transformaron la agricultura y la volvieron m‡s productiva, as’ tambiŽn la revoluci—n informacional transformar‡ la industria redefiniendo y rejuveneciendo los procesos de fabricaci—n.
La periferia, en muchos casos, aœn no ha salido de la primera etapa o est‡ ingresando en la segunda. Son los pa’ses industrializados y especialmente las empresas transnacionales las que se apuran porque la periferia siga su ritmo y no el propio.
En materia econ—mica, Manuel Castells y Yuko Aoyama consideran que hay corrientes dominantes orientadas hacia la informatizaci—n [39]. Ambas implicar’an el aumento del empleo en los servicios postindustriales, pero enfatizan diferentes tipos de servicios y diferentes relaciones entre servicios y manufactura:
1) La primera corriente, tiende hacia un modelo de econom’a de servicios y es dirigida por los sectores privados dominantes en EUA, el Reino Unido y Canad‡. Implica una r‡pida declinaci—n de los empleos industriales con el correspondiente incremento de los empleos en el sector servicios. En particular, los servicios financieros que manejan el capital tienden a dominar a los otros servicios del sector.
2) En la segunda corriente, predomina el modelo info-industrial, representado por las empresas dominantes en Jap—n y Alemania, en la que los empleos industriales decaen m‡s lentamente que en la primera y, m‡s importante, el proceso de informatizaci—n est‡ estrechamente integrado y sirve para reforzar a la fuerza de la producci—n industrial existente. Los servicios relacionados directamente con la producci—n industrial resultan m‡s importantes que los dem‡s.
En el Imperio Romano, el paradigma de expansi—n y consolidaci—n era la construcci—n de caminos. Durante la etapa industrial, fueron los ferrocarriles. En los pa’ses dominantes, consolid— su econom’a industrial nacional, y en las regiones colonizadas y econ—micamente dominadas abri— sus territorios a la penetraci—n por las empresas, posibilitando su incorporaci—n -dominaci—n colonial o neocolonial- a los sistemas econ—micos capitalistas del mundo occidental industrializado. Hoy, el nuevo paradigma de producci—n y poder es la construcci—n de la nueva infraestructura de informaci—n, que provee las condiciones y tŽrminos del gobierno y la producci—n mundial y, por sobre todo, de expansi—n transnacional del sistema financiero en forma global gracias a los sistemas de comunicaci—n.
Hoy somos testigos de una competencia entre las corporaciones transnacionales para establecer y consolidar cuasi-monopolios sobre la nueva infraestructura de informaci—n. Las variadas corporaciones de la telecomunicaci—n, la producci—n de software y hardware, y las corporaciones de la informaci—n y los entretenimientos est‡n fusion‡ndose y expandiendo sus operaciones, peleando para dividirse y controlar los nuevos continentes de las redes productivas [40].
Esto es una muestra del
’ndice de transnacionalizaci—n del sistema y la forma en que se
est‡ iniciando una nueva Òmacro-etapaÓ en la que el capitalismo
continœa pero, principalmente, en forma transnacional.
En la historia de la humanidad, la propiedad pœblica o privada pas— por diferentes ciclos. Cuando era dictado por las necesidades de la acumulaci—n, con el objeto de impulsar una aceleraci—n o salto en el desarrollo, de concentrar y movilizar los medios de producci—n, de hacer la guerra, etc., la propiedad pœblica era expandida mediante la expropiaci—n de amplios sectores de la sociedad civil, transfiriŽndose a la colectividad riquezas y propiedades. Luego, esa propiedad pœblica pronto era reapropiada por manos privadas.
El auge y derrumbe del Estado de Bienestar en el siglo XX es otro ciclo en esta espiral de apropiaciones pœblicas y privadas. La crisis del Estado de Bienestar ha significado principalmente que las estructuras de asistencia y distribuci—n pœblica, construidas mediante fondos pœblicos, est‡n siendo privatizadas y expropiadas para beneficio privado. La tendencia neoliberal hacia la privatizaci—n de la energ’a y los servicios de comunicaciones es un ejemplo. Consiste en garantizar para los negocios privados las redes de energ’a y comunicaciones que se construyeron mediante inversiones de dineros pœblicos.
TambiŽn es una prueba m‡s del ’ndice de transnacionalizaci—n, del debilitamiento del Estado-Naci—n y del fin de la macro-etapa del Estado-Naci—n e inicio de una nueva macro-etapa. M‡s que el fin del ÒEstado de BienestarÓ, es el fin del Estado-Naci—n y el comienzo de un nuevo tipo de Estado que ser‡ acompa–ado por otro tipo de actores no estatales. Por las nuevas caracter’sticas que se observan, se lo podr’a denominar Estado-Corporaci—n [41].
LA
GLOBALIZACION ENTRE LA INTEGRACION Y LA ANARQUIA [42]
UNA
VISION NEO-INSTITUCIONALISTA
Los actuales cambios estructurales [43] est‡n modificando las condiciones de ejercicio de la soberan’a, que ya desde la dŽcada de los Ô70, con la emergencia de numerosos y crecientes protagonistas no estatales, intervienen e influyen en la pol’tica mundial.
Existen dispositivos de cooperaci—n y redes de integraci—n transnacionales sobre las que no tienen control directo los Gobiernos. En el caso de la UE, se observan actores estatales, subestatales, transnacionales, internacionales, supraestatales, etc. que configuran un sistema integrado estratŽgico [44]. Se podr’a utilizar la misma f—rmula para calificar al sistema mundial, que contempla la r‡pida modificaci—n de sus estructuras y que se va caracterizando por el creciente poder de movimientos sociales, empresas y organizaciones que se sustraen en parte al control de los Estados [45]. De todas formas, si se observa el mismo fen—meno en AmŽrica Latina, el resultado es que las naciones quedan subordinadas a las aspiraciones e intereses de los actores transnacionales, y los gobiernos, carecen de claridad y de pol’ticas sobre quŽ hacer en beneficio de la regi—n.
A los Estados desarrollados poco les importa la ONU y otros organismos -que pueden ser de interŽs de los ÒperifŽricosÓ, porque contemplar’an sus intereses y necesidades-, y s’ les interesa que funcionen el FMI, el BM, la OMC y la OTAN. En el marco de la OMC los gobiernos tienen que negociar entre s’, al mismo tiempo que negocian en el plano interno con los partidos y grupos de presi—n nacionales. El aumento cuantitativo y cualitativo de los actores no estatales, como las empresas transnacionales, las organizaciones intergubernamentales y las ONGÕs, est‡ influyendo de forma diversa en el curso de la pol’tica internacional. Con mayor frecuencia que antes, los gobiernos tienen que llegar a acuerdos con estos actores que persiguen objetivos muy distintos y contribuyen a veces al desarrollo y la gesti—n de mecanismos de regulaci—n internacional.
Como consecuencia de estos cambios, las instituciones de las Naciones Unidas son menos œtiles para los pa’ses de la OCDE, ya que la mayor’a de las funciones que ten’an encomendadas pueden ser desempe–adas por otros mecanismos de cooperaci—n, o bien por protagonistas privados y no gubernamentales que pueden ser controlados m‡s f‡cilmente y resultan m‡s eficaces.
Contrariamente a algunas ideas de moda, la globalizaci—n no convierte en realidad la utop’a de una Òaldea planetariaÓ en la que todos sus habitantes ser’an vecinos gracias a las redes de intercambios y la convergencia de los modos de vida. La globalizaci—n no es igualitaria, sino que se dirige en el sentido de los m‡s poderosos y siguiendo sus intereses [46].
Debido a estas tendencias de transnacionalizaci—n, acompa–adas de un alto desarrollo tecnol—gico, se ha vuelto en parte obsoleto el modelo del Estado -Westfaliano- que dispone del monopolio de la autoridad pol’tica leg’tima para hacerse obedecer en un espacio territorial delimitado, y que determina aut—nomamente la forma y contenido de sus pol’ticas pœblicas. La globalizaci—n, disminuye la capacidad de los Estados para defender un tipo de regulaci—n econ—mica y social que se hab’a relacionado con la defensa del concepto moderno de ciudadan’a. Los Estados se ven enfrentados al problema de los flujos de inversiones y capitales ÒgolondrinaÓ que pueden, a cada instante, salir en busca de mejores condiciones de rentabilidad. Los gobiernos, para salvaguardar la competitividad de su econom’a, tienen una excesiva tendencia a caer en la tentaci—n de renunciar a su sistema de protecci—n social.
La legitimidad y el fundamento pol’tico de las protestas sociales, se asientan en la idea de que las sociedades tienen que poder controlar su evoluci—n hist—rica. No puede existir un orden pol’tico y jur’dico en un mundo sin fronteras, en el que los gobiernos tengan que plegarse a las condiciones de las empresas y los mercados financieros. Un mundo sin fronteras es un mundo sin soberan’as. Los mecanismos de regulaci—n internacional existentes son deficientes. Las instituciones internacionales son incapaces de contribuir a la disminuci—n de los problemas planteados por el desempleo, la pobreza y la marginaci—n.
Desde el desmoronamiento del rŽgimen de Bretton Woods ocurrido a principios de los setenta [47], el FMI y el BM no han demostrado ser eficaces en la prevenci—n de las crisis monetarias y financieras que se han venido sucediendo. Los casos del Òefecto tequilaÓ de 1994 en MŽxico, la crisis de Asia en 1998, los casos de Rusia y Brasil en el mismo a–o, el de Argentina en el 2001-2003, y la m‡s reciente, detonada por la Òburbuja inmobiliariaÓ en EUA en el 2008, son ejemplos contundentes. El sistema monetario internacional es inestable hoy en d’a. Se caracteriza por movimientos de capitales errantes, esencialmente especulativos, sin relaci—n alguna con la producci—n o los intercambios comerciales. Los dispositivos de regulaci—n de la econom’a internacional est‡n escasamente institucionalizados y son muy aleatorios. La capacidad de los Estados para participar en esos dispositivos es muy dispar. La mayor’a de los pa’ses est‡n excluidos de ellos. Las instituciones de Bretton Woods no han fomentado verdaderamente el desarrollo de los pa’ses pobres [48]. EUA las utiliz— -y las utiliza- para encontrar soluciones a la crisis de la deuda que amenazaba con desquiciar el conjunto del sistema financiero de los pa’ses de la OCDE. Y las elites de los pa’ses endeudados las utilizaron para hacer que las exigencias del ajuste recayeran sobre los pobres. Esas instituciones tambiŽn han desempe–ado una funci—n en la transici—n de los pa’ses del Este hacia la econom’a de mercado [49].
En todo sistema, la tendencia natural es a la autodefensa, por lo que sus miembros generan mecanismos protectores de sus intereses y aspiraciones que modifica al sistema y Žste, a su vez, desarrolla procesos homeost‡ticos para mantener el Òequilibrio sistŽmicoÓ. Esto es lo que hace a la Ògeneraci—n, regeneraci—n o conservaci—n de la identidadÓ. Cuando se pierde la identidad, se est‡ a merced de fuerzas extra–as.
Frente
a la tendencia imperial y el debilitamiento del Estado-Naci—n,
particularmente por la acci—n transnacional, crece, aunque todav’a
de manera desarticulada, la resistencia social. Las
resistencias ya no son marginales sino que actœan en el centro de
un sistema que se va abriendo en redes y se va expresando a partir
de diferentes sectores, segœn las problem‡ticas que se plantean.
El hecho de hablar de resistencia, no significa hablar de
ÒizquierdaÓ en el sentido ideol—gico -aunque toda resistencia estŽ
a la izquierda del proceso dominante-, sino de demanda insatisfecha y reclamo por justicia.
Aunque las luchas aparezcan como antisistŽmicas, no
se realizan meramente
contra el sistema imperial o la mundializaci—n o
globalizaci—n. No son
simples fuerzas negativas. TambiŽn expresan, alimentan y
desarrollan positivamente sus propios proyectos o perspectivas. Todo nuevo sistema tiene
nuevas formas de resistencia.
Una
larga tradici—n de cientistas pol’ticos ha dicho que el problema no es por quŽ
se rebela la gente sino por quŽ no lo hace.
Todo sistema tiene tendencia a generar anticuerpos en la medida en que se producen demandas insatisfechas. El equilibrio entre las demandas y la satisfacci—n o represi—n de las mismas, es lo que constituye el ÒordenÓ.
S—lo cuando la resistencia provoca una ÒcrisisÓ en el sistema, es que sobreviene un cambio sustantivo. La crisis, es el punto de inflexi—n entre una etapa o modelo que se agota o termina, por diversas circunstancias, y el inicio de una nueva etapa o modelo, cualquiera sea la ideolog’a que lo controle. S—lo as’ hay cambio. De otra forma, s—lo hay malestar y destrucci—n dentro del modelo, pero no hay crisis.
De acuerdo con el pensamiento de Spinoza, si s—lo cortamos la cabeza tir‡nica del cuerpo social, nos quedaremos con el cuerpo deforme de la sociedad. Lo que necesitamos es crear otro cuerpo social, lo que es un proyecto que va mucho m‡s all‡ del rechazo y la resistencia [50].
ÀHACIA UN NUEVO MUNDO EN EL
SIGLO XXI?
ÀC—mo se construye la comunidad en el siglo XXI? ÀQuŽ caracter’sticas tiene?
El cambio de paradigma de producci—n hacia el modelo de redes ha alentado al poder creciente de las corporaciones transnacionales m‡s all‡ y por encima de las fronteras tradicionales de los Estados-Naci—n. La novedad de esta relaci—n debe ser reconocida en los tŽrminos de la prolongada lucha por el poder entre los que controlan los factores econ—micos y el Estado.
No cabe duda que es el sector privado -nacional o transnacional- el que quiere la Òprivatizaci—nÓ del Estado y la disminuci—n de su rol. Este no es un hecho acadŽmico o pol’tico, sino de intereses. Que los gobiernos obedezcan a las presiones del sector privado o a la ideolog’a dominante, no tiene nada que ver con las verdades, sino con los intereses de sectores [51]. Con esto quiero decir que las tendencias, m‡s all‡ de la propuesta ideol—gica, no son la resultante de Òmentes esclarecidasÓ que han descubierto que el mundo debe ir, por fin, en la direcci—n en que va, sino que son la resultante de un direccionamiento basado en el poder que disponen ciertos sectores por sobre otros. Es la manera en que funciona la evoluci—n. Por lo tanto, los sectores rezagados deben, por una parte, tratar de sacar las mayores ventajas posibles de la situaci—n y, por otra, procurar adquirir poder suficiente para Òre-direccionarÓ al sistema en funci—n de sus intereses y aspiraciones.
Las compa–’as multinacionales fueron soberanas al operar en los territorios coloniales o pre-coloniales, estableciendo su propio monopolio de la fuerza, su propia polic’a, sus propias cortes. La relaci—n entre Estado y las empresas cambi— gradualmente en los siglos XIX y XX cuando la crisis amenaz— crecientemente el desarrollo del capital. En Europa y EUA las corporaciones, trusts y carteles crecieron hasta establecer cuasi-monopolios sobre industrias espec’ficas y conglomerados industriales, extendiŽndose mucho m‡s all‡ de las fronteras nacionales. La formaci—n de monopolios y cuasi-monopolios tambiŽn socav— las capacidades de control del Estado, y con ello las enormes corporaciones ganaron poder para imponer sus intereses particulares sobre el interŽs colectivo [52].
Hoy
ha madurado plenamente una nueva fase de esta relaci—n, en la que
las grandes corporaciones transnacionales han sobrepasado
efectivamente la jurisdicci—n y autoridad de los Estados-Naci—n.
Pareciera, entonces, que esta centenaria dialŽctica ha llegado a
su fin: el Estado ha sido vencido y
las corporaciones gobiernan ahora la Tierra. Sin el
Estado-Naci—n, el capital social no tiene medios para proyectar y
realizar sus intereses colectivos. ÀDeber‡ refundarse la
funci—n del Estado en cuanto a controlar al sector privado y
proteger los intereses comunes?
Las corporaciones transnacionales y las redes globales de producci—n y circulaci—n han socavado los poderes de los Estados-Naci—n, las funciones y elementos constitucionales del Estado se han desplazado efectivamente a otros niveles y dominios. El concepto de soberan’a nacional est‡ perdiendo efectividad, apareciendo lo que, por el momento, llamo el ÒEstado-Corporaci—nÓ [53].
La
noci—n de la pol’tica como una esfera independiente de
determinaci—n del consenso y ‡mbito de mediaci—n entre las fuerzas
sociales en conflicto se ha perdido. El consenso est‡ determinado
m‡s significativamente por factores econ—micos, tales como el
equilibrio de los balances comerciales y la especulaci—n con el
valor de las divisas. Esta parece ser la nueva forma de legitimidad
y de gobernabilidad [54].
Los controles son articulados por intermedio de una serie de
cuerpos y funciones internacionales; por ejemplo, el FMI -que se ha transformado en
una Òcalificadora pœblica de riesgo pa’sÓ-, las
calificadoras de riesgo pa’s, etc. Los pol’ticos no desaparecen,
lo que desaparece es toda noci—n de autonom’a de la pol’tica. Los pol’ticos representan
al nuevo sistema de poder, que ha dejado de ser el
pueblo o la Naci—n; ahora se ocupan de hacer realidad la ideolog’a
del que controla el rŽgimen: las corporaciones. La ÒgobernabilidadÓ se
maneja con diferentes criterios de ÒrepresentatividadÓ y de
ÒlegitimidadÓ que los tradicionales.
Hoy
tambiŽn podemos ver que las formas tradicionales de
resistencia, tales como las organizaciones de los
trabajadores que se desarrollaron durante la mayor parte del siglo
XIX y XX, han perdido gran parte de su poder. La declinaci—n de
las esferas tradicionales de la pol’tica y de la resistencia es
complementada con la transformaci—n del Estado-Naci—n, de tal modo
que sus funciones se han integrado a mecanismos de comando en el
nivel global de las corporaciones transnacionales. Ahora, el poder es ÒconstitucionalizadoÓ
en un nivel supranacional o transnacional. La identidad de la sociedad
est‡ pasando de manos de la naci—n hacia las corporaciones.
El pueblo est‡ representado m‡s clara y directamente no por cuerpos gubernamentales sino por una variedad de organizaciones que, al menos, son relativamente independientes de los Estados-Naci—n y el capital. Estas organizaciones son consideradas como parte de una sociedad civil global, tratando de canalizar los deseos y necesidades de la gente en formas que puedan ser representadas dentro del funcionamiento de las estructuras de poder global. Mientras los que controlan los factores econ—micos atacan a los poderes del Estado-Naci—n desde arriba, las ONGÕs y OSC funcionan como una estrategia paralela desde abajo [55]. Muchos ven -James Petras por ejemplo- a las ONGÕs como agentes del neoliberalismo, desde ÒabajoÓ. Tal vez ciertas organizaciones con fines de lucro cumplan con esta funci—n, m‡s que las organizaciones vinculadas a derechos humanos, del trabajador, del desocupado, de los pueblos ind’genas, etc., que son sin fines de lucro.
Soberan’a y manejo de los factores econ—micos no son compatibles. Mientras la soberan’a se maneja con l’mites territoriales y el imperium en su interior, el manejo de los factores econ—micos no admite l’mites territoriales. Se pasa de una soberan’a centralizada en el Estado-Naci—n, hacia una soberan’a descentralizada, generada por la expansi—n del capital y, por ende, el debilitamiento del Estado-Naci—n; lo que permite la ÒgobernabilidadÓ en tŽrminos internacionales o transnacionales, aunque no nacionales.
El Estado-Naci—n soberano constituir’a el Òanti-ordenÓ en un mundo en el que los actores transnacionales son los que manejan las relaciones. Por ello la tendencia de los actores transnacionales es a procurar que el Estado se ÒdesreguleÓ y predominen las regulaciones supraestatales, al estilo del FMI, el BM, la OMC, etc.; a la vez que actores extra-estatales se encargan de ver que esto ocurra, ÒcalificandoÓ el riesgo que cada pa’s puede generar a los que controlan los factores de la econom’a, como las calificadoras de riesgo privadas o la calificadora de riesgo pœblica que constituye el FMI en su nueva funci—n.
Se necesitan corruptos y cipayos para que este sistema domine en la periferia -ya que los pa’ses industrializados tienen alianzas estratŽgicas con los actores corporativos de mutuo beneficio- y que la periferia sea funcional a los intereses transnacionales. En la medida en que el Estado-Naci—n va perdiendo poder, el pueblo va perdiendo identidad, ya que se va ÒmundializandoÓ o ÒglobalizandoÓ. Lo que nos conecta ahora, no es la idea de cultura, historia, idioma, sino internet y el consumo. La construcci—n del mercado mundial ha consistido primeramente en la deconstrucci—n de los mercados nacionales, particularmente desde el punto de vista monetario; la disoluci—n de los reg’menes nacionales y/o regionales de regulaci—n monetaria, y la subordinaci—n de los mercados a las necesidades de los poderes financieros.
El Area de Libre Comercio de las AmŽricas (ALCA) o su conformaci—n por la v’a bilateral a travŽs de la firma de TLCÕs, sanciones a travŽs del FMI, Consenso de Washington de 1989, etc., constituyen la forma de ir controlando la periferia.
Los sistemas contempor‡neos
de comunicaci—n no est‡n subordinados a la soberan’a; por el
contrario, la soberan’a parece estar subordinada a la
comunicaci—n y a quienes controlan su contenido.
CAPITAL
FINANCIERO COMO ACTOR GLOBAL
El eje fundamental del capitalismo contempor‡neo pasa por la circulaci—n financiera. Keynes estaba en desacuerdo con esto. Lo consideraba una involuci—n del capitalismo hacia su forma m‡s parasitaria y especulativa simbolizada en la figura del rentista. Hasta hace relativamente pocos a–os el ahorro de las naciones circulaba casi ’ntegramente dentro de los confines de las instituciones financieras nacionales. Existir’an cinco grandes cambios que habr’an modificado radicalmente las condiciones de funcionamiento del sistema financiero internacional:
1) Las innovaciones tecnol—gicas que alteraron el modo de funcionamiento de los mercados financieros. Tales innovaciones tienen que ver con los avances de la inform‡tica y la microelectr—nica, y sus aplicaciones en el terreno de las telecomunicaciones y la ingenier’a de sistemas.
2) El gigantesco aumento del tama–o de los mercados financieros mundiales, medido por los volœmenes transados, la variedad de operaciones concebibles, el nœmero de nuevos centros financieros y el de los individuos directamente vinculados a las finanzas internacionales.
3) La radical transformaci—n experimentada por los bancos, cuya funci—n de intermediaci—n entre depositantes y prestatarios se vio eclipsada por la tendencia a invertir en operaciones de alto riesgo y alta rentabilidad.
4) La emergencia de Asia, y principalmente de Jap—n y China y, en menor medida, otros Òtigres asi‡ticosÓ, como componentes fundamentales de la econom’a mundial e involuntarios jugadores en el sistema especulativo global. Uno de esos jugadores, dentro del contexto global, es la mafia, el Òcrimen organizadoÓ, el narcotr‡fico, actores de creciente importancia en el sistema financiero internacional. Estimaciones indican que la mafia ÒlavaÓ en las diferentes plazas del sistema unos u$s900 mil millones al a–o tan s—lo como producto del tr‡fico de drogas, excluyendo la venta ilegal de armas, materiales at—micos y lo producido por la inmigraci—n ilegal y las redes de prostituci—n.
5) La incapacidad de los bancos centrales para llevar a cabo sus responsabilidades globales de monitoreo y supervisi—n del sistema financiero y su reemplazo por la regulaci—n autom‡tica a cargo de las fuerzas del mercado [56].
CAPITAL
FINANCIERO COMO ACTOR HEGEMONICO
Uno de los rasgos centrales del capitalismo contempor‡neo, es que la riqueza creada en los procesos productivos es distribuida y asignada en funci—n de los criterios y par‡metros establecidos por la esfera financiera. Obsesionado por la liquidez, el capital monetario despliega conductas basadas en la euforia o el p‡nico de los mercados [57]. Dicho en otros tŽrminos: el dinero virtual que se mueve en los mercados cambiarios mundiales tiene una movilidad absoluta precisamente porque no cumple ninguna funci—n econ—mica. Como adem‡s no financia nada, su comportamiento se aparta de cualquier l—gica o racionalidad. Por eso es sumamente vol‡til y f‡cil presa del p‡nico desatado por un rumor o un acontecimiento inesperado [58]. O tambiŽn, conductas err‡ticas, impredecibles irracionales [59]. Estos rasgos as’ como la volatilidad e inestabilidad que los acompa–an no dejan de transmitirse a la econom’a en su conjunto, con los consiguientes perjuicios para la poblaci—n.
Una de las consecuencias del ascenso de la burgues’a financiera internacional al puesto de comando del proceso de acumulaci—n capitalista ha sido la subordinaci—n de los otros sectores de la econom’a al imperio del capital financiero. Las tasas de interŽs constituyen la ganancia de esta fracci—n del capital. Dado que Žsta controla gran parte de los recursos monetarios requeridos por el proceso productivo, las tasas de interŽs fijadas por los oligopolios financieros, maximizan sus beneficios al paso que perjudican al resto de los sectores de la econom’a. Una de las consecuencias de esta situaci—n es la cronificaci—n de fuertes tendencias de estancamiento o recesivas en la econom’a debido al alto costo del dinero. El predominio del capital financiero impone a los dem‡s agentes econ—micos otro rasgo sumamente negativo, la operaci—n en el corto plazo para las transacciones que se realizan, lo que presiona sobre los tiempos de valorizaci—n del capital industrial distorsionando sus potencialidades de creaci—n de riqueza [60].
La hegemon’a del capital financiero, tiene tambiŽn un impacto negativo sobre la estabilizaci—n del rŽgimen democr‡tico, toda vez que sus posibilidades de prosperar dependen de que obtenga permanentemente rentabilidad, independientemente de las pol’ticas de Estado. En la medida en que subsistan la desregulaci—n, la apertura comercial y la liberalizaci—n financiera, el capital puede realizar negocios ventajosos y obtener ganancias aœn en un contexto econ—mico signado por la recesi—n, la ca’da de los consumos populares y el desempleo de masas. Mientras la prosperidad del viejo capital industrial de la etapa ÒfordistaÓ, ten’a como una de sus principales condiciones la existencia de un alto consumo de masas, las requeridas por el capital financiero se encuentran totalmente disociadas del bienestar colectivo o de los consumos populares; de ah’ su car‡cter parasitario. La estabilidad keynesiana de posguerra se bas— en: paz social y respeto a los derechos de propiedad privada a cambio de pleno empleo, y redistribuci—n progresiva de los ingresos. La prosperidad del mercado interno y el alto poder de consumo de las masas eran tanto una ÒconquistaÓ de los trabajadores como una garant’a de la rentabilidad empresaria y de la estabilidad del pacto pol’tico Òsocialdem—crataÓ de posguerra. Nada de esto tiene sentido ahora bajo el predominio del capital financiero. Su fortuna no depende del dinamismo del mercado interno [61].
Mientras el capital industrial se encuentra ligado al espacio nacional y debe, por lo tanto, elaborar estrategias de largo plazo, congruentes con la maduraci—n de sus inversiones, el capital financiero se halla completamente liberado de tales restricciones y opera con independencia de su base nacional y en un horizonte temporal de muy corto plazo. Si en el primer caso el capital industrial se convierte en una especie de ÒrehŽnÓ del pa’s, su mercado interno y eventualmente su gobierno, en el caso del capital financiero, es Žste quien tiene de rehŽn a pa’ses, mercados internos y gobiernos [62].
La supremac’a del capital financiero actualmente:
á instituye una modalidad de acumulaci—n en donde las ganancias del capital son independientes del crecimiento general de la econom’a. Esto refuta la tesis liberal que afirma que es el capital quien genera crecimiento econ—mico. La experiencia internacional de los œltimos veinte a–os ense–a que Žste puede prosperar y sus ganancias agigantarse sin que se produzca el crecimiento econ—mico.
á tiene impactos macroecon—micos que acentœan la pobreza, la desigualdad social y la inequidad econ—mica, provocando desempleo masivo, pauperizaci—n y exclusi—n social tanto a escala nacional como internacional.
á distorsiona el proceso econ—mico al someter a todo el sistema a las estrategias del segmento especulativo del capital [63].
Se estima que alrededor del 95% del capital que se moviliza por los circuitos financieros internacionales es de car‡cter especulativo [64].
DE
BRETTON WOODS AL ACUERDO MULTILATERAL DE INVERSIONES
A partir de la finalizaci—n de la segunda guerra mundial, la diplomacia norteamericana se dedic— a dise–ar y poner en funcionamiento un conjunto de instituciones intergubernamentales, destinadas a preservar la supremac’a de los intereses de EUA y regular el funcionamiento del sistema internacional, para asegurar su adecuada gobernabilidad [65].
Si durante la Guerra Fr’a, fueron las instituciones pol’ticas y militares del orden mundial las que desempe–aron la funci—n articuladora general de la dominaci—n; a partir del predominio del capital financiero y la crisis y descomposici—n de la URSS y el fin del sistema bipolar, se produjo un desplazamiento del centro de gravedad pol’tico de EUA hac’a las instituciones de car‡cter econ—mico, particularmente durante la etapa de Bill Clinton, dado que necesitaba recuperar competitividad econ—mica frente a Europa y Asia.
Se
dio un fortalecimiento del BM y el FMI, debilitando, a su vez, las
instituciones internacionales de interŽs para los pa’ses de la
periferia: salida de EUA y
el Reino Unido de la UNESCO durante el per’odo de Reagan y
Thatcher; la retenci—n del pago de las cuotas de sostenimiento
financiero de la ONU; significativos recortes en los
presupuestos de agencias en las que los pa’ses del Tercer Mundo
ten’an voto mayoritario, como la OIT, UNESCO, UNIDO, UNCTAD.
En
1974 la AG de la ONU adopt— la Carta de Derechos y Deberes
Econ—micos de los Estados, un cuerpo legal en el cual se
establec’a el derecho de los gobiernos a Òregular y ejercer su
autoridad sobre las inversiones extranjerasÓ as’ como Òregular y supervisar las
actividades de las empresas multinacionales.Ó Se reafirmaba
el derecho de los Estados a Ònacionalizar, expropiar o transferir
la propiedad de los inversionistas extranjerosÓ [66].
La Carta fue acompa–ada por la elaboraci—n de un ÒC—digo de Conducta para
las Empresas MultinacionalesÓ y la creaci—n de un Centro de
Estudios de la Empresa Transnacional, ambas iniciativas destinadas
a favorecer el mejor conocimiento y el control pœblico de los
nuevos actores de la econom’a mundial y orientado a sentar las
bases de un Nuevo Orden Econ—mico Internacional (NOEI) m‡s justo. Desde
1970 el Foro Econ—mico Mundial ven’a reuniŽndose en Davos, pero la
correlaci—n mundial de fuerzas acallaba sus voces y no lograba
impedir, esta toma de posici—n de la ONU dada por el voto
mayoritario de los pa’ses del Tercer Mundo en la AG. La correlaci—n de fuerzas,
en realidad era mayoritaria desde el punto de vista de los
votos, pero no del poder real.
Una vez afianzada la hegemon’a del capital financiero, se aboli— la citada Carta de Derechos y Deberes Econ—micos de los Estados y el C—digo de Conducta y se liquid— el Centro de Estudios de la Empresa Transnacional. Suerte similar corrieron las iniciativas tambiŽn surgidas en aquellos a–os, tendientes a democratizar las comunicaciones mediante la creaci—n de un Nuevo Orden Informativo Internacional [67]. En los Ô90 el debate se orient— a temas ajenos a los intereses de la periferia. Adoptar un Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) que significar’a la legalizaci—n de la dictadura, que de facto ejercen los grandes oligopolios en los mercados, porque la soberan’a de los Estados en materia legal y jur’dica quedar’a por completo relegada y subordinada a las imposiciones de las empresas [68].
La UNCTAD que fue dise–ada por Raœl Prebisch a mediados de los Ô60 con el prop—sito de atenuar el impacto del GATT sobre los pa’ses del Tercer Mundo, fue sometida a similares recortes y restricciones jurisdiccionales. S—lo puede brindar asistencia tŽcnica a los pa’ses subdesarrollados en aspectos comerciales y hacer algo de investigaci—n, pero tiene expresamente prohibido ofrecer consejos de pol’tica a esos pa’ses. Esa es la tarea asignada al BM, el FMI y la OMC. Un conjunto de funciones que antes se encontraban en manos de la UNCTAD, OIT, UNESCO, fueron expropiadas por los organismos de Bretton-Woods. La pol’tica laboral la fija la OMC en lugar de la OIT; los temas educativos son tambiŽn objeto de preferente atenci—n y monitoreo por el BM y no por la UNESCO; la problem‡tica de la salud fue tambiŽn en gran medida extra’da de la OMS y puesta al cuidado del BM y el FMI, al igual que las pol’ticas sociales y previsionales en donde ambas instituciones cooperan con la OMC en fijar los par‡metros de lo que debe hacerse en esas materias. Por su parte, el Consejo Econ—mico y Social (ECOSOC) de la ONU fue despojado de sus prerrogativas y jerarqu’as [69]. El ECOSOC comprende la mayor’a de los temas de la agenda mundial: pobreza, desempleo, endeudamiento, problemas de agua potable, migraciones, crecimiento demogr‡fico, inversiones, desarrollo econ—mico-social, etc.; no obstante, no es de interŽs de las grandes potencias, ni de los actores transnacionales que sea este —rgano el que se ocupe del ÒgobiernoÓ de los asuntos mundiales y s’ el Consejo de Seguridad.
(DES)GOBIERNO
DE LAS INSTITUCIONES POLITICAS GLOBALES
En los œltimos veinte a–os se ha producido un desplazamiento de los centros de decisi—n internacional desde agencias e instituciones como la ONU, hacia otras de naturaleza tecnocr‡tica, que imponen pol’ticas a travŽs del proceso de las ÒcondicionalidadesÓ a los pa’ses que monitorean, y s—lo rinden cuenta ante los ejecutivos de sus propios gobiernos y que carecen de control popular de las decisiones que all’ se toman y que afectan la vida de millones de personas. Este es el caso, de las instituciones nacidas de los acuerdos de Bretton Woods, el FMI y el BM.
El FMI se rige por un sistema de voto calificado que coloca el poder decisional en manos del capital y principalmente del representante norteamericano. EUA tiene el 17,35 % del poder de voto mientras que Jap—n s—lo controla el 6,22 % de los votos. Cualquier decisi—n importante requiere una mayor’a calificada del 85 % de los votos del directorio. Pero EUA tiene poder de veto. El conjunto de pa’ses de la UE tiene 23,27 % de los votos, pero carece de unidad suficiente como para modificar la voluntad de EUA. Los pa’ses miembros de la UE nunca votaron un‡nimemente en contra de una iniciativa de EUA, en el seno del directorio del FMI. De acuerdo con las œltimas reformas que entraron en vigencia en noviembre del 2010, las operaciones cotidianas del FMI est‡n a cargo del Directorio Ejecutivo, que tiene 24 miembros. Los 5 accionistas mayoritarios: Estados Unidos, Jap—n, Alemania, Francia y el Reino Unido, m‡s otros 3: China, Rusia y Arabia Saudita, asignan un directivo cada uno. El resto de pa’ses deciden los 16 miembros restantes. De esta manera, los pa’ses ricos tienen un poder de decisi—n abismal comparado con el de los subdesarrollados. El FMI se rige por un sistema de voto calificado que coloca el poder decisional en manos del capital y principalmente del representante norteamericano. EUA en 1947 ten’a el 31,1% del poder de voto total. En 1959 pas— a tener el 25,4%; 1981 el 19,1%; luego el 17,81 y en la actualidad baj— al 16% del poder de voto total; mientras que Jap—n pas— de 5,54 al 6,3% de los votos. China qued— en el tercer lugar pasando del 2,29 al 6,07%. Como resultado del reequilibrio de las cuotas, adem‡s de China, Brasil, India y Rusia se encontrar‡n entre los 10 principales accionistas. A cada pa’s se le asignaron 250 votos iniciales, m‡s uno por cada 100 mil d—lares de cuota o subscripci—n. Estas se calcularon inicialmente en base al PIB, las reservas de divisas y el peso del comercio exterior. Los c‡lculos se revisan cada cinco a–os y han ido variando las posiciones relativas de los distintos pa’ses. A lo largo de estos 50 a–os el porcentaje de votos de Europa, Jap—n y los pa’ses en desarrollo exportadores de petr—leo ha aumentado, y el de Estados Unidos ha disminuido. Los porcentajes de votos var’an dependiendo de las regiones y el grado de desarrollo: Pa’ses industrializados 59,15%; Europa este y ex-URSS 7,50%; Pa’ses en desarrollo 33,34% [70]. Cualquier decisi—n importante, inicialmente se tomaba con el 70% de los votos, pero a partir de las reformas de 1976, se requiere una mayor’a calificada del 85 % de los votos del Directorio, pero EUA tiene poder de veto. El conjunto de pa’ses de la UE tiene 23,27 % de los votos, pero carece de unidad suficiente como para modificar la voluntad de EUA. Los pa’ses miembros de la UE nunca votaron un‡nimemente en contra de una iniciativa de EUA, en el seno del directorio del FMI. El voto europeo fue invariablemente fragmentado, con Gran Breta–a cumpliendo su papel de ÒsocioÓ de los intereses norteamericanos [71]. El FMI no refleja el poder financiero y comercial real actual, toda vez que EUA tiene m‡s poder de voto que China por ejemplo. Esto tambiŽn se observa en el marco de la OMC. Un an‡lisis sobre las disputas comerciales muestra que sobre 46 casos de conflictos comerciales EUA perdi— 10 y gan— 36 [72]. Estas son las instituciones supranacionales que hoy constituyen el embri—n de un Ògobierno mundialÓ.
En los œltimos a–os, asistimos al desarrollo de un proceso de formaci—n imperial en lo econ—mico y pol’tico. Un imperio, m‡s all‡ del alcance territorial, con muchos rasgos novedosos producto de las grandes transformaciones tecnol—gicas y econ—micas que tuvieron lugar desde los a–os Ô70.
Resulta ocioso, desde mi punto de vista, hacer disquisiciones si el ÒimperioÓ comprende o no al ÒimperialismoÓ, desde el momento en que, de por s’, imperio ya es control, dominaci—n global. Algunos autores est‡n sumamente preocupados por esta disquisici—n, perdiendo de vista la forma en que el imperio se construye [73].
Si resulta importante ver c—mo se construye el proceso de dominaci—n imperial y c—mo se mantiene.
Habr’a que tener en cuenta tres imperativos estratŽgicos, para conocer de quŽ manera se busca construir y preservar la estabilidad del imperio a largo plazo:
a) Impedir la alianza entre los vasallos m‡s poderosos en cuestiones de seguridad (Europa Occidental y Jap—n), a la vez que preservar su dependencia [74];
b) mantener la sumisi—n
y obediencia de las
naciones tributarias, como las de la periferia; y
c) prevenir la unificaci—n, el desborde y un eventual ataque de los b‡rbaros, denominaci—n Žsta que abarca desde China hasta Rusia, pasando por las naciones isl‡micas del Asia Central y Medio Oriente [75].
Igualmente deber’an tenerse en cuenta las debilidades a las que puede verse sometido el actor imperial en su condici—n de Òpolic’a globalÓ. Esta condici—n, ha llevado a EUA a un ejercicio perverso del poder internacional que s—lo podr’a tener como consecuencia la formaci—n de una ampl’sima coalici—n anti-norteamericana en la que se podr’an encontrar Rusia, China y tambiŽn algunos Estados europeos, generando una situaci—n de crisis en la conformaci—n del orden global. Para evitar que esto ocurra, EUA se ha dedicado a impulsar una serie de actividades que comprenden:
a) Presionar a otros pa’ses para adoptar valores y pr‡cticas norteamericanas, en temas tales como, derechos humanos y democracia;
b) impedir que terceros pa’ses adquieran capacidades militares, susceptibles de interferir con la superioridad militar norteamericana;
c) hacer que la legislaci—n norteamericana sea aplicada en otras comunidades e incluso como ley internacional;
d) calificar a terceros pa’ses en funci—n de su adhesi—n a los est‡ndares norteamericanos en materia de derechos humanos, lucha contra el narcotr‡fico, lucha contra el terrorismo, proliferaci—n nuclear y de misiles y, tambiŽn, libertad religiosa;
e) aplicar sanciones contra los pa’ses que no se conformen a los est‡ndares norteamericanos en estas materias;
f) promover los intereses empresariales norteamericanos bajo los slogan del comercio libre y mercados abiertos y modelar las pol’ticas del FMI y el BM para servir a esos mismos intereses;
g) forzar a otros pa’ses a adoptar pol’ticas sociales y econ—micas que beneficien a los intereses econ—micos norteamericanos -particularmente a partir del Consenso de Washington de 1989, y con anterioridad, siguiendo otras pol’ticas como los ÒDocumentos de Santa FeÓ en la etapa Reagan, etc.-;
h) promover la venta de armas norteamericanas e impedir que otros pa’ses hagan lo mismo;
i) categorizar a ciertos pa’ses como ÒEstados pariasÓ o delincuentes y excluirlos de las instituciones globales porque se rehœsan a seguir las pautas de EUA [76].
EL
IMPERIO Y LAS TRANSNACIONALES
Esta conformaci—n imperial, no es como la del Imperio Romano, m‡s all‡ de que la gran mayor’a de los acadŽmicos y analistas la comparan as’. En esta etapa de conformaci—n imperial, hay una serie de actores Òno estatalesÓ, especialmente de car‡cter transnacional, que seguramente cumplir‡n un rol central, toda vez que el aparato estatal se ha ido debilitando como consecuencia de factores estructurales, pero tambiŽn de la ideolog’a hacia la que se dirige el imperio.
Un ejemplo es el, por ahora, interrumpido estatuto para el capital, llamado Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI). Si tal como lo hemos visto en los Ô70, el objetivo de gran parte de la comunidad internacional era controlar el accionar de las firmas multinacionales, en los Ô90 el AMI propone nada menos que una rendici—n incondicional de la sociedad, representada por el Estado, ante los dictados del capital financiero. El AMI puede ser caracterizado como una suerte de leonino ÒTratado Internacional de los Derechos de los InversionistasÓ y tambiŽn como una carta constitucional que fija las condiciones de la plena hegemon’a del capital transnacional:
1) Porque codifica en un texto b‡sico las tendencias imperantes en las relaciones entre Estados y empresas transnacionales, procurando cristalizar de este modo una correlaci—n de fuerzas favorable a las segundas en detrimento de los primeros.
2) Porque a partir de estas tendencias se propone un dise–o institucional y legal de cumplimiento obligatorio para todos los signatarios, en condiciones en que ningœn pa’s de la periferia estar’a en condiciones de rehusar.
3) Porque tal como ha sido previsto en los sucesivos borradores del tratado, toda la legislaci—n y las normas nacionales, provinciales y municipales o locales podr‡n ser cuestionadas y desafiadas ante jurados privados extra-jurisdiccionales, integrados por expertos en comercio que dictaminar‡n inapelablemente acerca de la compatibilidad o no de las transnacionales con los compromisos adquiridos con la firma del tratado. En caso de que se compruebe su incompatibilidad la normativa nacional ya no podr‡ ser aplicada, al igual que ocurre con una ley que una Corte Suprema o un Tribunal Constitucional declare inconstitucional [77].
Un tema al cual el tratado le otorga preferente atenci—n, es el de los mecanismos de soluci—n de controversias. En numerosos art’culos se establecen con mucha precisi—n los procedimientos a seguir cuando un Estado plantee una demanda a otro por incumplimiento del tratado y la que por los mismos motivos realice una empresa ante un Estado. El AMI incorpora dos innovaciones en relaci—n con la historia del derecho, que benefician al transnacionalismo:
1) En su marco doctrinario las empresas y los Estados se convierten en personas que gozan de un mismo status jur’dico.
2) No existe reciprocidad entre las partes contratantes. Una de las partes tiene s—lo derechos y la otra s—lo obligaciones. Los Estados no tienen derecho a demandar a las corporaciones [78]. No hay ningœn mecanismo ni procedimiento previsto para que un Estado o un particular pueda demandar a un inversionista por incumplimiento de sus obligaciones.
Se limita severamente la capacidad de los sistemas pol’ticos y Estados para tomar decisiones relativas a cualquier pol’tica pœblica que pueda ser interpretada como discriminatoria en contra de la inversi—n extranjera [79].
Las negociaciones fueran emprendidas en el mayor secreto bajo el liderazgo de EUA. La OCDE se encarg— de comenzar, en mayo de 1995, los trabajos preparatorios con vistas a concluir con la firma del tratado dos a–os despuŽs. El borrador inicial del texto fue elaborado por un Òthink tankÓ empresarial, el Council for International Business, el que segœn sus propias declaraciones Òimpulsa los intereses globales de las empresas norteamericanas tanto en el pa’s como en el extranjeroÓ [80]. El secreto con que se condujo esta primera fase del proceso de negociaciones fue tan marcado que en muchos pa’ses s—lo los m‡s altos funcionarios del ejecutivo en ‡reas relacionadas con lo econ—mico y comercial estaban al tanto. Ni los parlamentos ni la opini—n pœblica, los partidos, sindicatos u organizaciones populares, tuvieron acceso.
Cuando a mediados de 1997, una ONG canadiense, el Council of Canadians, obtuvo una copia confidencial del borrador que estaba siendo considerado y lo coloc— en Internet, fren— la iniciativa. A partir de su divulgaci—n, se gest— un amplio movimiento internacional de oposici—n integrado por organismos de ambientalistas, de lucha contra la pobreza, de defensa de los derechos laborales y de organizaciones de pueblos ind’genas de todo el mundo que impuls— una campa–a global de oposici—n al AMI, exigiendo la suspensi—n de las negociaciones a menos que su contenido fuera alterado significativamente. Esta reacci—n de algunos sectores de la sociedad civil internacional fue caracterizada como Òuna horda de vigilantesÓ que hab’a aplastado las intenciones de las grandes empresas y de la OCDE gracias a su buena organizaci—n y sus s—lidas finanzas para ejercer su influencia sobre los medios de comunicaci—n [81]. El activismo internacional provoc— que las negociaciones fueran abortadas, abriŽndose en consecuencia una nueva etapa de luchas y resistencias que probablemente impidan definitivamente la concreci—n. Se trat— de un logro de las organizaciones populares que se enfrentaron con Žxito a la mayor concentraci—n de poder global de la historia, el G7, las instituciones financieras internacionales y el sector corporativo financiero [82]. A posteriori, se produjeron nuevas manifestaciones generando presiones en Seattle, Ginebra, Washington y Praga.
La globalizaci—n o mundializaci—n, no es un fen—meno nuevo, y la interacci—n de las sociedades es sin duda tan antigua como la historia de la humanidad [83]. Desde hace por lo menos dos milenios, las Òrutas de la sedaÓ vehiculizaron no solamente las mercader’as sino que tambiŽn permitieron las transferencias de conocimientos cient’ficos y tŽcnicos, y de las creencias religiosas que marcaron, al menos en parte, la evoluci—n de todas las regiones del mundo antiguo, asi‡tico, africano y europeo. Las formas de estas interacciones y sus impactos eran sin embargo diferentes a las de los tiempos modernos. La globalizaci—n no es separable de la l—gica de los sistemas que vehiculizan su despliegue [84].
La globalizaci—n ha
igualado las condiciones,
pero no los beneficios.
Los modelos de desarrollo global, giran alrededor de los modelos de desarrollo establecidos por los pa’ses industrializados centrales. No hay modelos de desarrollo perifŽricos que permitan hacer uso de las ventajas comparativas y competitivas de esas regiones o pa’ses. Las elites del centro lograron que las elites de la periferia dejaran de lado los modelos de sustituci—n de importaciones; aunque, luego de una dŽcada de graves problemas sociales, econ—micos y laborales, se vuelven a aplicar en gran parte de los pa’ses perifŽricos.
John Kenneth Galbraith, ex asesor de los presidentes Franklin D. Roosevelt y John F. Kennedy, dijo: ÒGlobalizaci—n (É) es un tŽrmino que nosotros, los americanos, inventamos para disimular nuestra pol’tica de avance econ—mico en otros pa’ses y para tornar respetables los movimientos especulativos del capitalÓ. El ex Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger coincidi— diciendo que: Òlo que se llama globalizaci—n es en verdad otro nombre de la posici—n dominante de EUAÓ [85].
En la tentativa de imponer su dominio mundial, EUA utiliza su fuerza pol’tica, econ—mica y militar, no s—lo con sus propios instrumentos de poder como el Tesoro, el Pent‡gono y sus bancos y empresas nacionales, sino tambiŽn a travŽs de instrumentos internacionales en los que tiene control como el FMI, el Banco Mundial o la OMC. Esas organizaciones internacionales s—lo son operativas, en la medida en que sirven a la estrategia de EUA. A partir del Consenso de Washington de 1989 [86], fueron usadas para imponer a los pa’ses de la periferia los programas llamados ÒneoliberalesÓ, que procuraban someter sus econom’as a la pol’tica ÒglobalizadoraÓ. De esta manera se debilit— la protecci—n de sus econom’as a fin de permitir la invasi—n de la producci—n extranjera, se forz— la entrega de sus empresas estratŽgicas bajo el esquema de que la privatizaci—n las har’a m‡s eficientes, principalmente las de miner’a, petr—leo, energ’a y telecomunicaciones, se flexibilizaron los derechos laborales con vistas a abaratar el costo de la fuerza de trabajo y as’ aumentar la rentabilidad y la ÒcompetitividadÓ de las empresas; se promovi— la desregulaci—n financiera, favoreciendo de esta forma la libre circulaci—n de los capitales, cuya mayor’a son especulativos.
El surgimiento de la OMC vino a reforzar al imperio. La OMC surgi— como continuaci—n del antiguo GATT, tambiŽn creado en el contexto de los acuerdos de Bret—n Woods. La transformaci—n del GATT en OMC no fue un mero cambio de nomenclatura. Signific—, sobre todo, aumentar el dominio del imperio norteamericano sobre la instituci—n, y por lo tanto, sobre todo el comercio internacional.
La llamada globalizaci—n es un proceso unilateral. Al mismo tiempo en que EUA fuerza a los dem‡s pa’ses a abrir sus econom’as para sus productos, refuerza cada vez m‡s sus barreras proteccionistas para-arancelarias y aumenta los subsidios. En esa misma l’nea, operan la Uni—n Europea y Jap—n [87]. EUA reduce sus barreras tarifarias, pero las substituye por barreras no-tarifarias, que redundan en un proteccionismo disfrazado. Para eso, usa subsidios a la producci—n local, cuotas de importaci—n, medidas antidumping y una serie infinita de prohibiciones en las ‡reas fitosanitarias, ambientales, etc.
Fueron solo los gobiernos de los pa’ses de la periferia quienes llevaron a cabo la apertura econ—mica y por eso se encuentran sujetos a una gran vulnerabilidad externa, acompa–ada de una deuda externa explosiva, desnacionalizaci—n de la econom’a, desindustrializaci—n, desempleo masivo, problemas en sus finanzas pœblicas, hambre, pobreza y miseria. Esta situaci—n no s—lo fue resultado de la aplicaci—n del modelo en abstracto, sin contemplar las caracter’sticas particulares ni las ventajas comparativas y competitivas de cada econom’a, sino tambiŽn de la funcionalidad de las Žlites dirigentes de la periferia, que hicieron caso omiso de los intereses nacionales y las necesidades de sus pa’ses y obedecieron ciegamente a la ideolog’a, dej‡ndose presionar por los lobbies empresarios y financieros. Las mercader’as de los pa’ses industrializados invaden las econom’as de la periferia, pero las de estos enfrentan obst‡culos para acceder a los mercados de aquellos; los trabajadores pierden el empleo. El predominio del capital financiero puramente especulativo es la caracter’stica central. Ese capital especulativo condujo a la econom’a mundial a un alto grado de vulnerabilidad [88].
Los economistas a cargo de la construcci—n del orden imperial pregonan que hay globalizaci—n de la econom’a porque hay un libre movimiento internacional de capitales, tecnolog’a, fuerza de trabajo y mercader’as; pero no es as’. Las tecnolog’as avanzadas son monopolizadas por los carteles de los pa’ses centrales; las mercader’as de los pa’ses centrales invaden las econom’as dependientes, pero las de estos enfrentan obst‡culos para acceder a los mercados de aquellos; los trabajadores que, en la fase del ingreso de los productos extranjeros pierden el empleo en la periferia no consiguen ingresar libremente a los pa’ses desarrollados para conseguir trabajo y un mejor horizonte de vida. El hecho de que el capital financiero fluya por el mundo buscando rentabilidad, apropi‡ndose de la riqueza de los distintos pa’ses o para especular, no significa que el conjunto del capital tenga esa movilidad, s—lo apenas el capital controlado por las oligarqu’as financieras de los pa’ses desarrollados. Lo que predomina en ese movimiento de capital no es su inversi—n productiva, sino aquella vinculada a la especulaci—n.
El predominio del capital financiero puramente especulativo es una caracter’stica central de la econom’a globalizada. Al retirarse de la producci—n, buscando mayoritariamente rentabilidad en forma especulativa, condujo al desempleo a millones de trabajadores, generando pobreza y miseria. Lo que se est‡ globalizando, es el desempleo masivo, el hambre, la pobreza y la miseria [89]. La globalizaci—n, segœn se esperaba ten’a que ver con la integraci—n de los mercados a un lado y otro de las fronteras, en el marco de tres dimensiones b‡sicas:
1) el mercado de las materias primas, en el comercio;
2) el mercado del trabajo, con la migraci—n; o
3) el mercado de capitales.
La cuesti—n no tiene tanto que ver con el volumen del comercio, la migraci—n laboral o los flujos de capitales, sino cu‡n f‡cil resulta moverse uno mismo y mover capitales entre los lugares. Si no hay una intervenci—n estatal o hay muy poca, si el costo para hacer esos movimientos es bajo, entonces se dice que est‡n muy bien integrados, que hay v’nculos globales entre pa’ses.
La expectativa nœmero uno era: si nos abrimos totalmente, obtendremos beneficios en el crecimiento. Lo que sucedi—, fue decepcionante. La expectativa era que se compartir’a en forma general, y que se introducir’an tendencias igualitarias al abrirse al mundo. Pero ocurri— lo contrario. Todo pa’s que desarrolle una pol’tica econ—mica dentro de los criterios de la globalizaci—n, debe considerar, primero si puede resistir un compromiso con cierto orden e instituciones y un estilo de pol’tica que defina la identidad nacional. Gran parte de los pa’ses perifŽricos no est‡ preparado. En todo caso, no tienen por quŽ abrirse en las tres dimensiones juntas al mismo tiempo. Pueden abrirse reguladamente en el comercio de materias primas; cerrarse en los flujos financieros de capital; controlar las transacciones de divisas; limitar los flujos de capital sobre sus fronteras y controlarlos hasta estar listos para abrirse. China es un ejemplo de alto rendimiento en el crecimiento durante casi 25 a–os, a un 10% anual y sali— de un primitivismo preindustrial llegando a ser un importante productor mundial. El desarrollo chino es desigual porque se produce sobre todo en los l’mites costeros, en donde est‡n los que ganan. China no permite el flujo de capitales ilimitados a travŽs de sus fronteras. Son mucho m‡s liberales respecto de las tecnolog’as y las multinacionales para poder mejorar la tecnolog’a y el comercio. En la India tambiŽn el desarrollo es desparejo.
La mayor’a de los pa’ses de AmŽrica Latina no est‡ en condiciones de abrirse indiscriminadamente. M‡s all‡ de ciertos pa’ses mostrados como modelo, caso de Chile, Žste casi no produce nada, la mayor parte de lo que consume lo importa y los niveles de desigualdad social son altos. Las crisis de MŽxico (1994-95), la Argentina (1995), Brasil (1998-99) y Argentina (2001-03), estallaron en los pa’ses que hab’an recibido los mayores flujos de capital en las fases de auge previas. A estas crisis de la globalizaci—n financiera pueden agregarse las de la Argentina (1981-82) y Chile (1982), porque tuvieron lugar en contextos de liberalizaci—n y apertura de la cuenta de capital, semejantes a los que se generalizar’an en los a–os Õ90 [90].
Resulta complejo mantener ciertas reglas o controles en la econom’a, ya que los organismos multilaterales de pago o las calificadoras de riesgo pa’s generan presiones muy grandes y terminan marginando a esas econom’as que, en general, est‡n solitarias. La œnica alternativa es realizar Òalianzas estratŽgicasÓ para poder operar dentro del marco de una globalizaci—n con una ideolog’a dominante y direccionada segœn los intereses, no s—lo de Estados m‡s poderosos, sino por actores transnacionales. Esto, desde ya, requiere de otros l’deres, que sean funcionales a los intereses nacionales y de la regi—n y no de la ideolog’a dominante y los actores transnacionales [91].
El conflicto entre la globalizaci—n y la antiglobalizaci—n parece haber reemplazado al de capitalismo y comunismo con nuevas denominaciones. Quienes defienden la l—gica de la globalizaci—n argumentan, c—mo regiones del mundo no desarrollado de los a–os Ô80, como China y Europa Central, han logrado niveles de crecimiento y bienestar superiores a la etapa pre-globalizaci—n.
En
el Foro de Davos, que convoca a los ricos y poderosos del mundo,
pero que tambiŽn es visitado por manifestantes y grupos cr’ticos
de la globalizaci—n; que circunstancialmente se celebr— en la
ciudad de Nueva York, a principios de febrero del 2002, a meses de
la ca’da de las Torres Gemelas, George Soros dijo: ÒEstamos frente a un proceso
de globalizaci—n econ—mica muy desigual. No podemos dejar todo
en manos del mercado. Puede ser que ningœn Estado represente una
amenaza para el poder econ—mico y pol’tico de EUA, pero s’
existen amenazas asimŽtricas provenientes de gente que se siente
infeliz, desesperanzada y sin oportunidades en este proceso. Una
de las maneras en que se expresan es el movimiento
antiglobalizaci—n. Otra, el terrorismo. (...) A menos que
hagamos frente a las necesidades sociales de todo el mundo y
construyamos instituciones internacionales para resolverlas, el
sistema mismo podr’a no sobrevivirÓ.
En
esta cumbre, en la que se debati— el Òparadigma del futuroÓ, Zbigniew Brzezinski, ex
Secretario de Estado de James Carter y Vicepresidente del Centro
de Estudios EstratŽgicos e Internacionales, dijo que el panorama
para los pr—ximos 20 a 30 a–os: ÒEs posible reconocer tres
tendencias: 1) EUA
continuar‡ siendo la superpotencia mundial y la brecha con el
resto del mundo se volver‡ m‡s ancha. 2) Peque–os grupos
har‡n uso de la violencia con armas de destrucci—n masiva, antes
una habilidad exclusiva de los Estados. 3) Se incrementar‡n
las disparidades en las condiciones humanas, con los pa’ses
ricos mejorando su calidad de vida gracias a los avances
tŽcnicos, mientras el resto se queda atr‡s.Ó
Tanto Soros como Brzezinski abogaron por que EUA deje de actuar unilateralmente en el mundo y construya una coalici—n internacional que vaya m‡s all‡ de la guerra contra el terrorismo. Esta pareciera ser la pol’tica, al menos en el discurso, del gobierno de Barack Obama. Samuel Huntington, llam— la atenci—n sobre el papel de la religi—n en los conflictos actuales: ÒLa religi—n se ha convertido en un elemento clave, como refugio para aquellos insatisfechos con la globalizaci—n econ—mica. Y Žsta es utilizada como causa e intensificadora de conflictos, y explotada por pol’ticos con intereses personales.Ó Hillary Clinton, apoy— la idea de que EUA agregue prioridades sociales a su hegemon’a econ—mica y militar. Advirti— que EUA debe dejar de lado Òpol’ticas ego’stasÓ que generan resentimiento: ÒNadie tiene problemas con los norteamericanos en s’ o nuestros valores, sino en c—mo tratamos de forz‡rselos a otros [92].
El principal problema que enfrenta la globalizaci—n, m‡s que econ—mico, es pol’tico. En medio del proceso de la globalizaci—n que amenaza con tragarse a todos, es fundamental defender la identidad de los pa’ses perifŽricos y acaso su subsistencia como naciones soberanas. De lo que se trata es nada menos que definir si se es o no independiente. Algunos dirigentes e intelectuales -o pseudo intelectuales- insisten en integrar a regiones, como AmŽrica Latina en condiciones tales que implican su desintegraci—n. Si es deseable el libre comercio, lo es m‡s aœn la independencia. Esto implica llevar a cabo proyectos nacionales y regionales, que no necesariamente respondan a los intereses de los ÒglobalizadoresÓ, sean Žstos, Estados industrializados o actores transnacionales. En este sentido, la integraci—n no s—lo debe servir para liberar el comercio, que en regiones como AmŽrica Latina beneficia m‡s a las subsidiarias de las transnacionales localizadas en estos pa’ses que a su desarrollo; sino que debe constituir una Òalianza estratŽgicaÓ, al estilo de lo que ha sido la Comunidad Econ—mica Europea, hoy Uni—n Europea.
GLOBALIZACION
Y TRANSNACIONALISMO
Con la globalizaci—n simult‡nea en numerosos niveles, han surgido nuevos problemas dif’ciles de manejar por los Estados dentro de sus fronteras. Cada vez les cuesta m‡s controlar los flujos migratorios, as’ como los de dinero, informaci—n, contaminaci—n y enfermedades. Al mismo tiempo, han aparecido en el contexto global, nuevos retadores del poder estatal; son los conocidos como Òactores no estatalesÓ. Entre ellos, hay una diversidad: las organizaciones no gubernamentales en r‡pida proliferaci—n, los grupos Žtnicos y religiosos -todos estos casos entran en la denominaci—n de actores no estatales Òsin fines de lucroÓ-, las redes de criminales y narcotraficantes transnacionales, las redes terroristas globalizadas -estos casos entran en la denominaci—n de Òactores no estatales espuriosÓ-, las grandes corporaciones multinacionales -estas entran en la denominaci—n de actores no estatales Òcon fines de lucroÓ- [93]. Al ir creciendo y ascendiendo de las operaciones locales, o nacionales, a las globales, estas organizaciones fueron reduciendo el poder relativo de los Estados. Hacia el futuro, tanto los Estados como las organizaciones internacionales, deber‡n tener en cuenta el poder de estos actores no estatales en el momento de tomar decisiones [94].
Por otra parte, uno piensa hasta quŽ punto, un Estado poderoso como es EUA, puede actuar independientemente, siendo que, en la etapa del gobierno de George W. Bush el partido republicano era la agrupaci—n pol’tica m‡s ligada a los intereses de las grandes corporaciones; especialmente su Presidente y su Vicepresidente. De lo que se trata, es de saber si la necesaria independencia del poder pol’tico con respecto al poder econ—mico habr‡ de producirse durante la gesti—n de quienes son, en muchos casos, miembros de una Žlite empresarial [95].
EL
MALESTAR EN LA GLOBALIZACION
ÀPor quŽ la globalizaci—n ha llegado a ser tan controvertida? La apertura al comercio internacional ayud— a ciertos pa’ses a crecer m‡s r‡pidamente de lo que habr’an podido en caso contrario. El caso de China es un ejemplo. El comercio exterior fomenta el desarrollo cuando las exportaciones del pa’s lo impulsan; el crecimiento propiciado por las exportaciones fue la clave de la pol’tica industrial que enriqueci— a Asia y mejor— la suerte de millones de personas. Desde ya, el pa’s tiene que tener quŽ exportar en forma competitiva y con valor agregado, ya que muchos pa’ses no crecieron con la apertura, desde el momento en que lo que exportaron carec’a de valor agregado, y la mayor’a de lo que s’ lo ten’a, lo importaron. Este es el caso de gran parte de los pa’ses de AmŽrica Latina, que entre los Ô40 y los Ô70 estaban ÒintegradosÓ a la econom’a mundial, porque produc’an lo que el mundo produc’a y/o demandaba, particularmente siderœrgicos y sector metal-mec‡nica, a la vez que eran los sectores considerados importantes para lograr el ÒdespegueÓ hacia el desarrollo, independientemente del grado de apertura de sus econom’as; pero que, especialmente luego de la ca’da del Muro de Berl’n y de la desintegraci—n de la URSS en que la econom’a capitalista se expandi— al planeta, quedaron ÒdesintegradosÓ de la econom’a mundial, independientemente de su apertura, toda vez que no producen lo que el mundo produce y/o demanda predominantemente: microelectr—nica, inform‡tica, rob—tica, telefon’a, etc., que s’ producen los pa’ses asi‡ticos y que los latinoamericanos importan.
En general, la globalizaci—n, ha reducido la sensaci—n de aislamiento experimentada en buena parte del mundo en desarrollo y ha brindado a muchas personas de esas naciones, acceso a un conocimiento que hace un siglo ni siquiera estaba al alcance de los m‡s ricos del planeta. Las propias protestas anti-globalizaci—n son resultado de esta mayor interconexi—n. No obstante, pese a los repetidos compromisos sobre la mitigaci—n de la pobreza en distintos foros mundiales, el nœmero de pobres ha aumentado. Esto sucedi— al mismo tiempo que la renta mundial total aumentaba en promedio un 2,5 por ciento anual [96].
El mundo industrializado, particularmente EUA, asegur— a los pa’ses de Europa del Este, que el nuevo sistema econ—mico les brindar’a una prosperidad sin precedentes. En vez de ello, gener— una pobreza sin precedentes. En muchos aspectos, para el grueso de la poblaci—n, la econom’a de mercado se ha revelado incluso peor de lo que hab’an predicho sus dirigentes comunistas. En 1990 el PIB chino era el 60% del ruso, y a finales de la dŽcada la situaci—n se hab’a invertido; Rusia registr— un aumento inŽdito de la pobreza y China un descenso inŽdito. China, desarroll— una apertura perifŽrica y un proteccionismo cŽntrico.
Los cr’ticos de la globalizaci—n acusan a los pa’ses industrializados de forzar a los pa’ses pobres a eliminar las barreras comerciales, mientras ellos mantuvieron las suyas e impidieron que los perifŽricos pudieran exportar productos agr’colas, priv‡ndolos de una necesaria renta v’a exportaciones. EUA fue, uno de los principales causantes de esta situaci—n junto a los pa’ses de la UE.
La banca, se benefici— por la flexibilizaci—n de los controles sobre los mercados de capitales en AmŽrica Latina y Asia, pero esas regiones sufrieron cuando los flujos de dinero especulativo o capital ÒgolondrinaÓ que se hab’an derramado sobre los pa’ses, sœbitamente tomaron la direcci—n opuesta, una salida abrupta dejando atr‡s divisas colapsadas y sistemas bancarios debilitados.
La Ronda Uruguay del GATT fortaleci— los derechos de propiedad intelectual, pero sirvi— fundamentalmente para que las compa–’as farmacŽuticas norteamericanas y de otros pa’ses industrializados pudieran impedir que los laboratorios de los pa’ses perifŽricos pudieran hacer uso de su propiedad intelectual. Para medir adecuadamente la asimetr’a en tŽrminos de relaciones de fuerza que caracteriza al sistema de patentes, recordemos que, de acuerdo a la Organizaci—n Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), los particulares y las firmas de los pa’ses industrializados detentaban a mediados de los «90, el 95% de las patentes de Africa, casi el 85% de los de AmŽrica Latina y el 70% de los de Asia [97].
Durante dŽcadas, el mundo industrializado hizo o’dos sordos a las demandas de los pobres en Africa y los pa’ses subdesarrollados de otras partes del planeta. Quienes trabajaban en estas regiones, sab’an que algo no iba bien cuando asist’an a la generalizaci—n de las crisis financieras y al aumento del nœmero de pobres. Pero ellos no pod’an cambiar las reglas de juego o influir sobre las instituciones financieras internacionales que las dictaban. Dem‡s est‡ decir que estos procesos ocurrieron merced a gobiernos, mayoritariamente funcionales a la ideolog’a dominante y ÒdisfuncionalesÓ a los intereses del pueblo, aunque Žste lo hubiera votado. Los procesos, denominados Òdemocr‡ticosÓ, m‡s por su Òelectoralismo delegativoÓ, pasaron a ser reg’menes pol’ticos ÒcondicionadosÓ a los requisitos que los prestamistas internacionales impon’an a cambio de su cooperaci—n, minando la soberan’a nacional y siguiendo los criterios de actores transnacionales, como las Òcalificadoras de riesgo pa’sÓ.
Hay una contradicci—n entre las organizaciones internacionales vigentes. Por ejemplo, la OIT est‡ preocupada porque el FMI presta escasa atenci—n a los derechos laborales o por el rol que la OMC tiene sobre ellos, pero carece de poder suficiente para lograr mantener en vigencia las reglas que se alcanzaron con gran sacrificio hasta el momento. El Banco de Desarrollo de Asia aboga, contrariamente al FMI o el BM, por un Òpluralismo competitivoÓ que brinde a los pa’ses en desarrollo enfoques alternativos sobre estrategias de desarrollo, incluyendo el Òmodelo asi‡ticoÓ, en el cual los Estados se apoyan en los mercados pero cumplen un papel activo en crear, modelar y guiar los mercados, incluyendo la promoci—n de nuevas tecnolog’as, y donde las empresas asumen una responsabilidad en el bienestar social de sus empleados [98].
El FMI ha cambiado profundamente a lo largo del tiempo. Fundado en la creencia de que los mercados funcionan muchas veces mal, ahora proclama la supremac’a del mercado con fervor ideol—gico. Fundado en la creencia de que es necesaria una presi—n internacional sobre los pa’ses para que lleven a cabo pol’ticas econ—micas expansivas, hoy el FMI aporta dinero s—lo si los pa’ses emprenden pol’ticas tales como, recortar los dŽficit y aumentar los impuestos o los tipos de interŽs, lo que contrae la econom’a. El FMI creado en Bretton Woods en 1944 hoy se contradice. El cambio m‡s profundo ocurri— en los a–os Ô80, en que Ronald Reagan y Margaret Thatcher predicaron la ideolog’a del libre mercado en EUA y el Reino Unido y la exportaron al mundo.
EL
FMI GENERA INESTABILIDAD GLOBAL
M‡s de medio siglo despuŽs de su fundaci—n, es claro que el FMI no ha cumplido con su misi—n. No hizo lo que supuestamente deb’a hacer: aportar dinero a los pa’ses que atravesaran coyunturas desfavorables para permitirles acercarse nuevamente al pleno empleo; pese a que el conocimiento y la comprensi—n sobre los procesos econ—micos se ha incrementado durante esos sesenta a–os, y pese a que las crisis en el mundo han sido m‡s frecuentes y, con excepci—n de la del Ô30, m‡s profundas. Alrededor de un centenar de pa’ses han entrado en crisis. Muchas de las pol’ticas recomendadas por el FMI, en particular las liberalizaciones de los mercados de capitales, contribuyeron a la inestabilidad global. Cuando un pa’s sufr’a una crisis, los fondos y programas del FMI no estabilizaban la situaci—n, y en muchos casos la empeoraban, especialmente para los m‡s subdesarrollados. Incumpli— su misi—n original de promover la estabilidad global; tampoco acert— en las nuevas misiones que emprendi—, como la orientaci—n de la transici—n de los pa’ses comunistas hacia la econom’a de mercado [99].
Las ideas e intenciones en la creaci—n de las instituciones econ—micas internacionales fueron evolucionando con los a–os y se convirtieron en algo muy diferente. La orientaci—n keynesiana del FMI, que subrayaba los fallos del mercado y el papel del Estado en la creaci—n de empleo, fue reemplazada por la sacralizaci—n del libre mercado en los Ô80, como parte del nuevo ÒConsenso de WashingtonÓ de 1989, entre el FMI, el BM y el Tesoro de EUA, sobre las pol’ticas ÒcorrectasÓ para los pa’ses subdesarrollados, que marc— un enfoque completamente distinto del desarrollo econ—mico y la estabilizaci—n [100]. De todas formas la mayor’a de los pa’ses industrializados, particularmente EUA y Jap—n edificaron sus econom’as mediante la protecci—n de algunas de sus industrias, hasta que fueron lo suficientemente fuertes como para competir con compa–’as extranjeras. Forzar a un pa’s en desarrollo a abrirse a los productos importados que compiten con los elaborados por alguna de sus industrias, en general, ha demostrado que tiene consecuencias nefastas. Los controles de capital son otro ejemplo: los pa’ses europeos bloquearon el flujo de capitales hasta los a–os Ô70. No obstante, a los pa’ses en desarrollo, con un sistema bancario que apenas funciona, se los oblig— a abrir sus mercados. La r‡pida liberalizaci—n de los mercados de capitales, del modo recomendado por el FMI, signific— dejarlos a merced de los intereses corporativos y permitir la degradaci—n del Estado.
LOS
MODELOS ECONOMICOS FMI Y BM
Si los mercados se abren a la competencia muy r‡pidamente, antes del establecimiento de instituciones financieras fuertes, entonces los empleos pueden ser destruidos a m‡s velocidad que la creaci—n de nuevos puestos de trabajo. En muchos pa’ses, los errores en secuencia y ritmo condujeron a un desempleo creciente y una mayor pobreza [101].
Tras la crisis asi‡tica de 1997 las pol’ticas del FMI exacerbaron los trastornos en Indonesia y Tailandia. Las reformas liberales en AmŽrica Latina tuvieron relativo Žxito en algunos casos, un ejemplo muy citado es Chile, aunque si bien cumple con los requisitos de la ideolog’a dominante, el grado de desarrollo del pa’s, en lo industrial y social es muy bajo.
En los problemas del FMI y las dem‡s instituciones econ—micas internacionales, subyace un problema de Gobierno: quiŽn decide quŽ hacer. Las instituciones est‡n dominadas no s—lo por los pa’ses industrializados m‡s ricos sino tambiŽn por los intereses comerciales y financieros de esos pa’ses, lo que se refleja en las pol’ticas de esas instituciones. La elecci—n de sus presidentes simboliza esos problemas y con demasiada asiduidad ha contribuido a su disfunci—n. Aunque casi todas las actividades del FMI y el BM tienen lugar hoy en el mundo subdesarrollado, estos organismos siempre est‡n presididos por representantes de los pa’ses industrializados. Debido a la crisis financiera del 2008, es que el FMI se ocupa por primera vez de monitorear y dar recetas a pa’ses industrializados, particularmente los de la Uni—n Europea. Por costumbre o acuerdo t‡cito el Presidente del FMI siempre es europeo, y el del Banco Mundial siempre es norteamericano. Estos son elegidos a puerta cerrada y jam‡s se ha considerado un requisito que el Presidente posea alguna experiencia sobre el mundo en desarrollo. Las instituciones internacionales no son representativas de las naciones a las que sirven.
Los problemas tambiŽn derivan de quiŽn habla en nombre del pa’s. En el FMI son los Ministros de Hacienda o Econom’a y los gobernadores o directores de los bancos centrales. En la OMC son los Ministros de Comercio. Cada uno de estos ministros se alinea estrechamente con grupos particulares en sus propios pa’ses. Los Ministros de Comercio reflejan las inquietudes de la comunidad empresarial, tanto los exportadores que desean nuevos mercados abiertos para sus productos como los productores de bienes que compiten con las importaciones. Estos grupos, aspiran a mantener todas las barreras comerciales que puedan y conservar todos los subsidios cuya concesi—n hayan obtenido presionando al Congreso. Los Ministros de Hacienda o de Econom’a y los gobernadores o directores de los bancos centrales suelen estar muy vinculados con la comunidad financiera; provienen de empresas financieras y, despuŽs de su etapa en el gobierno, all’ regresan. Estas personas ven naturalmente el mundo a travŽs de los ojos de la comunidad financiera. Las decisiones de cualquier instituci—n reflejan naturalmente las perspectivas e intereses de los que toman las decisiones; por ello es que las pol’ticas de las instituciones econ—micas internacionales, a menudo, se ajusten en funci—n de intereses comerciales y financieros de los pa’ses industrializados avanzados.
Lo mismo ocurre con los intelectuales y acadŽmicos. Gran parte de los que tienen acceso al poder, lo logran porque se han graduado en universidades extranjeras, especialmente en EUA o algunas europeas -muy pocos, escas’simos, en asi‡ticas-, a la vez que por adoptar una actitud intelectual ÒmercenariaÓ, que los beneficia con financiaciones para sus proyectos. El haber estudiado en universidades extranjeras no desmerece, si el objeto es llevar nuevos o mejores conocimientos para adaptarlos a la realidad local en orden a mejorarla. De esta forma el pensamiento del ÒcentroÓ y su ideolog’a ÒpenetraÓ en la ÒperiferiaÓ con muy pocas posibilidades de que se modifiquen estas perspectivas, toda vez que los intelectuales o acadŽmicos que se han graduado en sus propios pa’ses, carecen de posibilidades de especializarse o de desarrollar proyectos de investigaci—n, ya que hay poca o ninguna financiaci—n para desarrollar criterios alternativos, a la vez que esto les impide tener acceso al poder. De la misma manera tienen pocas oportunidades los intelectuales graduados -o postgraduados- en universidades extranjeras que quieren adaptar sus conocimientos a la realidad local. Muchos, al no encontrar cabida, se vuelven a ir al exterior. Se termina generando un c’rculo vicioso que crece, con pocas o nulas posibilidades de salir de Žl. El ÒrŽgimen de la verdadÓ, termina siendo el que predomina [102].
Para los campesinos de los pa’ses subdesarrollados que se esfuerzan para pagar las deudas contra’das por sus pa’ses con el FMI, o el empresario preocupado por los aumentos en el impuesto sobre el valor agregado, establecidos a instancias del FMI, el esquema actual de esta organizaci—n es de tributaci—n sin representaci—n. En el sistema internacional de la globalizaci—n bajo la Žgida del FMI crece la desilusi—n a medida que los pobres en Indonesia, Marruecos o Papœa-Nueva Guinea ven reducirse los subsidios al combustible y los alimentos; y los de Tailandia comprueban que se extiende el sida como resultado de los recortes en gastos sanitarios impuestos por el FMI. Lo mismo podr’a decirse de AmŽrica Latina.
Sin alternativas, sin v’as para expresar su inquietud, para instar a un cambio, la gente se perturba. Tal vez las calles no son el sitio para discutir cuestiones, formular pol’ticas o anudar compromisos, pero las protestas han hecho que funcionarios y economistas en todo el mundo reflexionen sobre las alternativas a las pol’ticas del Consenso de Washington en tanto que œnica y verdadera v’a para el crecimiento y el desarrollo; ya que las universidades y los centros cient’ficos de la periferia no han servido para ello.
Queda claro, no s—lo para los ciudadanos corrientes, sino tambiŽn para los que elaboran pol’ticas, y no s—lo en los pa’ses en desarrollo sino tambiŽn en los desarrollados, que la globalizaci—n tal como ha sido puesta en pr‡ctica no ha conseguido lo que sus partidarios prometieron que lograr’a. En algunos casos ni siquiera ha generado crecimiento, y cuando lo ha hecho, no ha proporcionado beneficios a todos; el efecto neto de las pol’ticas estipuladas por el Consenso de Washington ha sido favorecer a la minor’a a expensas de la mayor’a, a los ricos a expensas de los pobres. En muchos casos los valores e intereses comerciales han prevalecido sobre las preocupaciones acerca del medio ambiente, la democracia, los derechos humanos y la justicia social [103]. La globalizaci—n sigue la ley del paralelogramo [104].
FMI-BM-OMC:
GOBIERNO
ECONOMICO MUNDIAL
La experiencia estadounidense en el siglo XIX constituye un buen paralelo de la globalizaci—n actual, y el contraste ilustra los Žxitos del pasado y los fracasos del presente. Durante el siglo XIX, cuando los costos de transporte y comunicaci—n cayeron y los mercados, antes locales, se expandieron, se formaron nuevas econom’as nacionales y con ellas llegaron empresas nacionales que hac’an sus negocios en todo el pa’s. Pero los mercados no se desarrollaron libremente por s’ mismos: el Estado norteamericano desempe–— un papel crucial y molde— la evoluci—n de la econom’a. El Gobierno de EUA estableci— amplios grados de intervenci—n econ—mica cuando los tribunales interpretaron de modo lato la disposici—n constitucional que permite al Gobierno Federal regular el comercio interestatal. El Gobierno Federal empez— a regular el sistema financiero, fij— salarios m’nimos y condiciones de trabajo y finalmente mont— sistemas que se ocuparon del desempleo y el bienestar, y lidiaron con los problemas que plantea un sistema de mercado.
En la actualidad, con la ca’da constante en los costos de transporte y comunicaci—n, y la reducci—n de las barreras creadas por los seres humanos frente al flujo de bienes, servicios y capitales, aunque persisten barreras importantes al libre movimiento de trabajadores, se da un proceso de globalizaci—n an‡logo a los procesos anteriores en los que se formaron las econom’as nacionales. No hay Ògobierno mundialÓ, responsable ante los pueblos de todos los pa’ses, que supervise el proceso de globalizaci—n de modo comparable a c—mo los gobiernos de EUA y otras naciones guiaron el proceso de nacionalizaci—n. En vez de ello, hay un sistema que se podr’a denominar: ÒGobierno Global sin Estado GlobalÓ, en el cual un peque–o grupo de instituciones: BM, FMI, OMC y unos pocos participantes, los Ministros de Finanzas, Econom’a y Comercio, estrechamente vinculados a algunos intereses financieros y comerciales, controlan el escenario [105]. ÀSe pueden cambiar algunas de las reglas en beneficio del mundo subdesarrollado? Existen formas de modificar el rŽgimen generado por los pa’ses m‡s poderosos, o aprovecharlo en su propio beneficio por parte de los pa’ses de la periferia [106].
DEPENDENCIA
GLOBAL DE LA ECONOMIA NORTEAMERICANA
Durante la segunda mitad de la dŽcada de los Ô90, la econom’a mundial depend’a demasiado de EUA como mercado de œltima instancia, motor de crecimiento, para’so seguro para el capital y l’der de la liberalizaci—n comercial. Pero, a principios del siglo XXI, la econom’a norteamericana tambalea especialmente por el uso que el gobierno de George W. Bush le dio, subordin‡ndola a los temas de agenda en el eje estratŽgico-militar, dejando una herencia complicada al gobierno de Barack Obama y al resto del mundo que ahora recibe los resultados de la crisis financiera.
Es posible que EUA siga siendo un para’so para el capital, aunque m‡s no sea por falta de otras alternativas. A ra’z de las depresiones paralelas que se registran en Jap—n y Alemania, no hay otras econom’as lo suficientemente poderosas como para compensar la inactividad y corregir el desequilibrio que se percibe de una dependencia excesiva respecto de EUA. Si bien Europa alcanz— importantes logros pol’ticos en su marcha hacia la integraci—n, su performance econ—mica no la constituye en un ÒmotorÓ, m‡s all‡ de que constituye un Òmercado en s’ mismoÓ. En Asia, tanto India como China son lo suficientemente grandes como para seguir creciendo a travŽs de su demanda interna. De hecho, el dinamismo chino activ— el comercio inter-asi‡tico. Pero ninguno es un peso lo suficientemente grande dentro de la econom’a mundial, en el corto plazo al menos, como para compensar depresiones en otros sitios. Es as’ como la relativa dependencia que muestra el mundo respecto de EUA sigue en pie y se evidencia en el abultado dŽficit comercial y de cuentas. El pa’s m‡s rico del mundo, frente a estas circunstancias, se convierte en una naci—n cada vez m‡s deudora [107].
DESACELERACION
DE LA ECONOMIA GLOBAL
La econom’a global es altamente dependiente del mercado estadounidense. Los pa’ses perifŽricos que tienen subsidiarias de empresas de EUA, ven temblar su econom’a cuando la econom’a de este pa’s tiene problemas. Ante la desaceleraci—n gradual de la econom’a estadounidense, las empresas fabriles se apresuran a reducir sus costos, su producci—n y su personal.
Los a–os que lleva dentro del NAFTA han generado una alta dependencia de MŽxico con la econom’a estadounidense. As’ como la bonanza de la econom’a de EUA foment— el ciclo expansivo de MŽxico, cualquier merma en la demanda o acumulaci—n de existencias al norte de la frontera pronto se traduce en recortes al sur. Lo mismo ocurri— durante el siglo XIX con la econom’a de Argentina en relaci—n con Europa, particularmente Gran Breta–a.
Muchas compa–’as extranjeras, cuyos costos est‡n constituidos principalmente por mano de obra, se establecieron en MŽxico atra’das por una oferta laboral barata. La rotaci—n de personal puede ser alta. En la mayor’a de las plantas de montaje supera el cien por ciento anual [108]. Actualmente, la mayor’a de las empresas que operaban en MŽxico por tener mano de obra barata, han migrado a China.
La lecci—n de la econom’a de fines del siglo XX es que el mercado no puede prescindir totalmente de la regulaci—n del Estado. La Argentina, al igual que la empresa Enron [109], durante la dŽcada de los Ô90 eran los favoritos de la comunidad financiera. Al igual que Enron, la Argentina era vista como un modelo por la misma gente, en gran medida. El sistema monetario argentino, en especial, era elogiado en las p‡ginas de Forbes y el Wall Street Journal, adem‡s de ser considerado como excelente por los Òthink tankÓ neoliberales. No obstante, la empresa Enron quebr— en forma fraudulenta, junto a empresas gigantes -Arthur Andersen, WorldCom, Xerox, Qwest, por citar las m‡s notorias- provocando un malestar colectivo que el premio Nobel de econom’a Paul Samuelson calific— como una crisis de confianza. La econom’a argentina se descalabr—. En el apogeo de la globalizaci—n, en la dŽcada de los Ô90, muchos argentinos creyeron en un Òautomatismo benefactorÓ del mercado y del orden macroecon—mico y mercantilista [110]. Tanto la compa–’a Enron como la Argentina, intentaron atrasar el reloj de la historia hasta 1913. Ambos fueron experimentos que pusieron a prueba el credo neoliberal: que la gran expansi—n en el papel del gobierno, en el tiempo comprendido entre las dos guerras mundiales, era injustificada. Ambos deb’an demostrar, que el activismo del gobierno es innecesario y que el radical Òlaissez-faireÓ funcionaba. Enron utiliz— su influencia pol’tica para crear, lo que uno de sus propios ejecutivos llam— Òun agujero negro regulatorioÓ en el que pod’a operar libremente. Lo que desapareci— por ese Òagujero negroÓ fueron miles de millones de d—lares, incluidos los de los propios empleados de Enron. Esos miles de millones de d—lares probablemente surgieron en algœn otro ÒuniversoÓ por ejemplo: en cuentas bancarias en el extranjero. Algo similar ocurri— con la Argentina, cuyo gobierno permiti— que el dinero entrara y saliera libremente, favoreciendo un total vaciamiento del pa’s de sus arcas y sus empresas [111].
Malasia, contrariamente a la Argentina y a las recetas del FMI, estableci— controles sobre los capitales. El Primer Ministro Mahathir Mohamad critic— al FMI y decidi— emprender un camino propio. Impuso controles de capital para detener la fuga. De esta manera, logr— estabilidad econ—mica interna, ya que pod’a controlar factores como la tasa de cambio y el flujo de capital que entra y sale del pa’s. Chile adopt— medidas similares. Estableci— reglas para que el capital que ingresara al pa’s, se quedara por lo menos un a–o antes de retirarse; aunque no estableci— reglas de origen para el capital, y de esta manera, se Òlav—Ó mucho dinero en Chile. En Malasia hubo una recuperaci—n mucho m‡s r‡pida y sustentable que en otros lugares. El FMI esperaba que el mercado castigara a Malasia, pero lo que r‡pidamente se vio fue que, conforme la econom’a se recuperaba, la inversi—n regres— r‡pidamente. Como han demostrado todos los estudios, la recuperaci—n econ—mica, el retorno de la inversi—n y de la confianza se produjo mucho m‡s r‡pido en Malasia que en cualquier otro pa’s asi‡tico. En Tailandia, no hubo controles y la fuga de capitales continu—. Obligado por el FMI, el gobierno decidi— fijar tasas de interŽs muy elevadas para atraer dinero hacia el sistema. Pero la falta de confianza de la gente hizo que el dinero siguiera saliendo. Esto provoc— una combinaci—n de fuga de capitales, una moneda continuamente devaluada y tasas de interŽs muy altas. Esta situaci—n se asemeja a la atravesada por Argentina, especialmente a partir del 2001. La se–ora Anne Krueger, Directora Gerente del FMI, dijo que esa organizaci—n financiera internacional se hab’a equivocado en relaci—n con la Argentina. El reconocimiento sugiere un error de diagn—stico, aunque no tuvo nada de inocuo para el destino de la econom’a y la sociedad argentina. Hubo una corresponsabilidad entre el gobierno argentino y el FMI en la aplicaci—n de recetas econ—micas, sin pensar en la realidad. Lo lamentable es que nadie paga por estos errores, s—lo la gente [112].
El caso de Corea del Sur tiene que ver con una realidad diferente. Es un pa’s m‡s industrializado y urbanizado. En la postguerra, hubo una gran redistribuci—n de tierras y un contrato social muy fuerte de compromiso con el empleo, la igualdad social, etc. En Corea del Sur el desarrollo ha beneficiado a un porcentaje de la poblaci—n mucho m‡s grande y ha habido un verdadero proceso de redistribuci—n e inversi—n en salud, educaci—n, seguridad social, infraestructura etc. Una diferencia que siempre se resalta del caso coreano es el importante papel que ha tenido el Estado en el desarrollo. El modelo de desarrollo de Corea del Sur est‡ basado en una gran intervenci—n estatal en lo que hace a dirigir las inversiones. No es muy diferente del modelo de sustituci—n de importaciones de los a–os Ô60 y Ô70 en AmŽrica Latina. Por ello, la crisis financiera tuvo un impacto directo y muy duro en los trabajadores y en el sistema de seguridad social. En el nivel psicol—gico, el efecto en Corea del Sur fue muy profundo porque hab’an tenido m‡s de 50 a–os de un desarrollo constante y estable. Hab’a existido un fuerte contrato social, no necesariamente democr‡tico, entre el Estado y el pueblo, con empleo garantizado de por vida, fuerte seguridad social, acceso a la educaci—n, un sentido de pertenencia a un Estado y un sistema. La consecuencia de la crisis financiera fue que el gobierno impuso duros recortes en el presupuesto, lo que signific— que muchas de las garant’as de la seguridad social se tornaran m‡s precarias [113].
Los pa’ses de AmŽrica Latina, son blanco de las operaciones financieras de EUA, toleradas por la Òburgues’a proconsularÓ, una suerte de quinta columna norteamericana que hay dentro de los pa’ses. Estos sectores, vinculados al gran sistema del capital y ligados directa o indirectamente a las multinacionales, prefieren la dependencia de EUA a tener una patria independiente con una salida propia. Son los que quieren convencer a la gente de que el capital dar‡ a los pa’ses latinoamericanos tecnolog’a y progreso, los que propagan la literatura de que la dependencia es ventajosa para el dependiente.
La influencia del neoliberalismo, propagado a travŽs del Consenso de Washington y aplicado sin una actitud cr’tica por parte de los gobiernos de la regi—n, produjo un grav’simo desfasaje entre el sistema productivo en AmŽrica Latina y el alto nivel civilizatorio de su poblaci—n. Gran parte de los problemas latinoamericanos, son que esta sociedad tiene demandas que sus sistemas productivos no pueden atender. Entonces se endeuda, toma plata del exterior.
Las Žlites econ—micas latinoamericanas, se formaron en universidades norteamericanas como las de Chicago y Harvard. Ah’ recibieron una excelente formaci—n economŽtrica acoplada a una orientaci—n ideol—gica, beneficiosa desde su punto de vista, pero sin considerar las realidades latinoamericanas. Ni los economistas ni los gobiernos intentaron hacer un proceso de aplicaci—n cr’tico y de readaptaci—n de los modelos econ—micos a las realidades locales. Ellos absorbieron de esa formaci—n, que la ideolog’a neoliberal es condici—n necesaria para una econom’a eficaz. Lo aplicaron en AmŽrica Latina en bruto.
El comunismo y el neoliberalismo tienen algo en comœn: su incapacidad de aprender de la experiencia. Si las cosas van mal, en lugar de repensar el modelo, lo agudizan. Si algo falla es porque no se ha aplicado de manera adecuada. La experiencia negativa opera en estas dos ideolog’as no como correctivo o como motor de cambio sino como estimulante para radicalizarse todav’a m‡s.
Hay que garantizar el crecimiento a partir del capital propio, promoviendo el ahorro. De esta forma AmŽrica Latina podr’a terminar su dependencia de los capitales de corto plazo y tambiŽn podr’a hacerlo de los capitales de largo plazo.
AmŽrica Latina, sin un proceso integrativo fuerte, basado en el concepto de Òalianza estratŽgicaÓ continuar‡ dependiendo del mercado internacional, internamente dirigido por las multinacionales extranjeras y externamente controlado por EUA. Caer en la trampa inicialmente propuesta para un ALCA, que frente a la negativa mayoritaria regional, se ha transformado en una multiplicidad de TLCÕs con prop—sitos similares por la v’a bilateral, convertir’a a la regi—n, inexorablemente, en provincias de EUA -al mejor estilo de las ÒcoloniasÓ del Imperio Romano-. AmŽrica Latina debe buscar acuerdos con China, Rusia, India y Europa, para diversificar sus v’nculos de dependencia [114].
NUEVAS
(DES)REGLAS EN LA ECONOMIA GLOBAL
Desde la ca’da del Muro de Berl’n (1989) y la desintegraci—n de la URSS (1991) vivimos las alternativas econ—micas basadas en la concepci—n de Joseph Schumpeter, luego de haber girado durante dŽcadas alrededor de la de Max Weber.
Para Schumpeter el esp’ritu del capitalismo, plantea que la din‡mica empresarial, la pasi—n por la creaci—n y la pulsi—n del enriquecimiento, junto a la inevitable especulaci—n, el af‡n de lucro, y la riqueza, a veces indebida, son los motores de la econom’a. Para Max Weber, la Žtica del capitalismo, el trabajo de largo aliento, el celo, la disciplina, la satisfacci—n de la tarea cumplida, constituyen el corolario de la econom’a basada en la Žtica protestante. No obstante, las grandes dificultades que se viven en el mundo propician un retorno a las concepciones de Max Weber, es decir, la instauraci—n de nuevas reglas en nombre del viejo principio de que el mercado y las normas de derecho constituyen el anverso y el reverso indisociables del capitalismo.
La corrupci—n que ha proliferado en pr‡cticamente todos los pa’ses del planeta en forma creciente, pareciera ser consecuencia de un fracaso de los instrumentos de la democracia, que se vieron debilitados por tres dŽcadas de fundamentalismo de mercado, de ideolog’a de la privatizaci—n y de hostilidad hacia el Estado, m‡s que de problemas en el capitalismo. Se ha dado un proceso de debilitamiento de los mecanismos de control ciudadano y un aprovechamiento de la inexistencia de esos controles en pa’ses sin cultura pol’tica, gener‡ndose una tiran’a creciente de la econom’a bajo un concepto de rentabilidad, por sobre la pol’tica.
EUA ha alimentado este tipo de (des)orden, al no firmar ciertos tratados internacionales, como el del Tribunal Penal Internacional, o sobre el Medio Ambiente de Kyoto, o debilitando a la ONU, que se orientaban, paulatinamente a desarrollar un contrato social internacional. Al minimizar estos esfuerzos, debilit— las posibilidades de orden, alimentando la anarqu’a global en aras de preservar su soberan’a nacional en desmedro de otras soberan’as.
De la misma manera en que el mercado interno desregulado es incapaz de detener el delito corporativo, como se ha dado en muchos pa’ses del planeta incluyendo EUA, en el ‡mbito global, crece el transnacionalismo y la econom’a espuria [115].
VISION
IDEOLOGICA DE LA ECONOMIA
Joseph E. Stiglitz, quien fue economista Jefe y Vicepresidente del Banco Mundial, dice en su libro ÒEl malestar en la globalizaci—nÓ [116], que le sorprendi— ver que, tanto en la Casa Blanca como en el FMI, se tomaban, a veces, decisiones basadas en criterios ideol—gicos y pol’ticos, en vez de atender a criterios econ—micos. Lo que le pareci— especialmente inquietante fue que la ideolog’a y la pol’tica tuvieran un papel tan importante en las instituciones econ—micas internacionales, en las cuales se supon’a que estaban presentes profesionales de la econom’a. Su planteo es similar al de la Òley del paralelogramoÓ [117] en el que los m‡s poderosos son los que ÒdireccionanÓ los criterios y el sistema. Para Stiglitz no hay una persona œnica que tome las decisiones; lo considera un proceso complejo en el que entran muchas ÒfuerzasÓ. Ni siquiera el propio Presidente de EUA toma la mayor parte de las decisiones. Distintos grupos intentan controlar la informaci—n que llega hasta el Presidente, transmitiendo la que necesitan transmitir para conseguir que se incline hacia los puntos de vista que les interesan. Lo mismo ocurre en el resto de los pa’ses, particularmente en la periferia, donde hay una gran influencia de empresas y banca extranjeras [118].
Los que ÒmandanÓ globalmente, segœn Stiglitz, son el FMI y el Departamento del Tesoro de EUA. El FMI es el que dise–a, sobre todo, las pol’ticas macroecon—micas y las del sector financiero. En general, para que un pa’s obtenga ayuda de la UE o del BM, el FMI tiene que aprobarlo. En ese sentido, tiene un poder desproporcionado. Hay pocos casos en los que no haya sido as’.
El Departamento del Tesoro y el FMI, en las crisis de los pa’ses en desarrollo, toman medidas o dan recetas que no resuelven los problemas, pero encajan en los intereses econ—micos o la ideolog’a de los ÒpoderososÓ. Esto trae como resultado que se aprovechen de la situaci—n del pa’s en crisis para promover su ideolog’a y sus intereses [119].
Joseph Stiglitz, plante— lo que considera los cuatro pasos en falso del FMI y del BM para el dise–o equivocado en la correcci—n de las econom’as de los pa’ses subdesarrollados:
1) La privatizaci—n de las empresas estatales. Stiglitz define este punto como Òla subordinaci—nÓ, y consiste en que los l’deres nacionales de cada pa’s, en lugar de oponerse a la venta de las industrias estatales, liquidaron alegremente sus empresas, influenciados por una Òcomisi—nÓ. De este paso menciona como ejemplo la venta por liquidaci—n de las empresas rusas en 1995 impulsadas por Yeltsin, cuyo gobierno fue abiertamente apoyado por el Tesoro de EUA. A su ejemplo, se puede agregar la venta hecha por Menem-Cavallo en Argentina, de la empresa petrolera YPF (1993), de un valor estratŽgico incalculable.
2) La liberalizaci—n del mercado de capitales. En teor’a, esto permite la inversi—n de capital y que Žste entre y salga. Sin embargo, Stiglitz menciona como ejemplo a Indonesia y Brasil, donde los capitales simplemente Òsalieron y no retornaronÓ. A este ciclo, lo llama Òdinero calienteÓ, donde ingresa dinero especulativo que escapa ante la aparici—n de los primeros problemas (capitales golondrina). Con este mŽtodo, las reservas de la naci—n se vac’an en pocos d’as. En ese momento, viene la recomendaci—n del FMI de aumentar las tasas de interŽs para reducir la especulaci—n. Pero los resultados posteriores son previsibles. Las altas tasas destruyen el valor de la propiedad, despedazan la producci—n industrial y vac’an las arcas del tesoro nacional. La crisis financiera e inmobiliaria en EUA en el 2008 muestra esto.
3) DespuŽs de esto, el FMI empuja al paso tres: Òprecios regulados por el mercadoÓ. Suben los precios de los comestibles, agua, gas, y vienen los disturbios, que son identificados como plenamente normales dentro de los informes del FMI. Stiglitz menciona como ejemplo de este paso la estrategia de asistencia a Ecuador. Al adoptar este pa’s el d—lar como su moneda, empuja al 51% de la poblaci—n por debajo de la l’nea de pobreza. Ante la protestas civiles y el sufrimiento, recomienda Òfirmeza pol’ticaÓ y precios aun m‡s altos. Todo esto motiva nuevamente la huida de capitales.
4) Por œltimo, el paso cuatro, su Òestrategia de reducci—n de la pobrezaÓ, se centra en el libre comercio, lo cual quiere decir el libre comercio segœn las reglas de la OMC y del BM. Stiglitz compara este Òlibre comercioÓ de la OMC con las guerras del opio. Eran aquellas guerras del siglo XIX en las que se utilizaron bloqueos militares para forzar la apertura de mercados con tal de obtener un comercio ventajista.
Para Stiglitz, el FMI, el BM y la OMC Òson mascaras intercambiables de un solo gobiernoÓ.
Argentina ha experimentado la aplicaci—n de los cuatro pasos. Brasil tuvo una Òcrisis de confianzaÓ de los capitales por el triunfo de la izquierda. Uruguay tiene problemas estructurales por la alta dependencia de sus mercados con respecto a la Argentina [120]. En el caso de MŽxico, una dŽcada despuŽs de que el TLC/NAFTA lo pusiera en el mapa econ—mico global, existe la percepci—n de que el pa’s ya no puede generar las ganancias que parec’an poder generarse cuando empez— a abrir su econom’a hace casi 20 a–os. MŽxico es una v’ctima de su propia promesa. DespuŽs de persuadir a las empresas estadounidenses de que podr’an ganar fuera de su pa’s, MŽxico entr— en competencia con el resto del planeta. Cuando los salarios mexicanos empezaron a subir con la ola de inversi—n, las compa–’as empezaron a mirar hacia otros lugares. Actualmente, MŽxico est‡ perdiendo trabajo de confecci—n frente a AmŽrica Central, procesamiento de datos frente a India y fabricaci—n de electr—nicos frente a China. MŽxico pr‡cticamente ha perdido terreno en las industrias de mano de obra intensiva y poco cualificada. Cuando MŽxico abri— por primera vez su econom’a en los Ô80, la producci—n por trabajador subi—, alcanzando su crecimiento m‡ximo del 8,2% en 1993, el a–o en que se firm— el NAFTA. La falta de nuevas reformas ha hecho que el crecimiento de la productividad cayera hasta cerca del 2% anual en los œltimos a–os, una tercera parte de las tasas de EUA y China. Aunque la mayor’a de los economistas predijeron en alguna ocasi—n que MŽxico superar’a a Canad‡ como el principal socio comercial de EUA, ahora parece que podr’a retroceder al tercer lugar, mientras China asciende al segundo [121].
La sociedad civil trata de re-celebrar el pacto social a nivel estatal y de celebrar uno a nivel mundial que contemple los derechos humanos y sociales. En general, no existe la m‡s m’nima reacci—n de los gobiernos de los pa’ses de la periferia, salvo muy escasas excepciones. No existen v’nculos ÒhorizontalesÓ, o como se dec’a en los Ô70 ÒSur-SurÓ, que favorezcan reacciones o resistencia, orientadas al fortalecimiento de la soberan’a en la periferia, tal como se planteaba en las pautas para un Nuevo Orden Econ—mico Internacional m‡s justo (NOEI). Sin embargo, la Òsociedad civilÓ, al interior de los Estados y en el marco mundial s’ est‡ reaccionando, aunque de manera aœn desarticulada, como para ir construyendo poder alternativo.
Las propuestas que se han hecho y las actividades que se han emprendido se orientar’an hacia la conformaci—n de un nuevo Òpacto socialÓ tanto en el nivel nacional, como en el mundial.
Diferentes propuestas de la sociedad civil comprenden:
Se aplicar’a al capital financiero especulativo. Tomando s—lo los mercados cambiarios de Nueva York y Londres que mueven un bill—n -mill—n de millones- de d—lares diarios, y aplicando a esta suma la tasa propuesta por James Tobin del 0,5 % se generar’an recursos genuinos por el monto de 5.000 millones de d—lares por d’a, o una cifra superior a los 200.000 millones de d—lares por a–o. Esta cifra representar’a el equivalente de casi dos Planes Marshall por a–o que ser’an dedicados a combatir la pobreza y preservar el medio ambiente. Se trata de un monto que el BM considera suficiente para abatir las formas extremas de la pobreza en el mundo y financiar los programas de defensa del medio ambiente a nivel global. La recaudaci—n de esta tasa, resultar’a factible, por la concentraci—n de las operaciones, debido a que casi el 85 % de las transacciones en los mercados cambiarios y especulativos son efectuadas en siete grandes centros: Nueva York, Tokio, Londres, Singapur, Hong Kong, Frankfurt y Viena y los operadores involucrados en las mismas son menos de un centenar de grandes bancos y fondos de inversi—n [122]. Si la tasa se aplicara tambiŽn a las transacciones especulativas que tienen lugar en otras plazas, podr’a llegarse a recaudar en un a–o una suma levemente superior a tres Planes Marshall por a–o. Se trata de cifras muy superiores al PBI de la mayor’a de los pa’ses de la periferia. Esta tasa, es vista por el capital financiero como profundamente ileg’tima e irracional, y como un atentado a sus buenos negocios. La tasa Tobin, no es la soluci—n, pero es un comienzo de soluci—n y, adem‡s, tiene la virtud de abrir una discusi—n donde antes estaba cerrada [123].
MARCO
REGULATORIO PARA LAS FINANZAS INTERNACIONALES
Una segunda iniciativa que podr’a tomarse, consiste en introducir un amplio esquema regulatorio en el funcionamiento del sistema financiero internacional, tal como se hac’a con anterioridad a la hegemon’a del capital financiero. Las modificaciones en la direcci—n de la Òdesregulaci—nÓ, apertura de cuenta de capitales y liberalizaci—n financiera no fueron un resultado de la globalizaci—n sino la consecuencia de una opci—n pol’tica impulsada fundamentalmente por EUA y el Reino Unido. Un buen punto de partida, podr’a ser la supresi—n de los llamados Òpara’sos fiscalesÓ, que facilitan las operaciones, muchas veces ilegales, que realizan los operadores. Estos Òpara’sos fiscalesÓ, adem‡s, desempe–an un papel altamente pernicioso al posibilitar la evasi—n de las responsabilidades tributarias, y conspiran contra el bienestar general a causa de los privilegios y prerrogativas que les son otorgados al capital financiero [124]. Otra iniciativa podr’a consistir en coordinar las pol’ticas tributarias a los efectos de evitar competencias que lleven a los Estados a reducir sus impuestos para atraer capitales, que s—lo favorece la obtenci—n de superganancias por parte de los capitalistas y la destrucci—n de los Estados y las sociedades anfitrionas. Otra pol’tica es la eliminaci—n del secreto bancario, fundamentalmente, para evitar el lavado de dinero.
Informaci—n del 2009 revela que los para’sos fiscales dan cobijo a cerca de u$s11,5 billones y que los gobiernos de todo el mundo dejan de recaudar alrededor de u$s250 mil millones de impuestos a causa de esta situaci—n. Tras la cumbre del G20 en Londres los l’deres mundiales anunciaron el Òfin de la era del secreto bancarioÓ. La OCDE public— su Òlista negraÓ de para’sos fiscales y anunci— un endurecimiento de las medidas contra los pa’ses que la integran.
El primer puesto de los para’sos fiscales lo ocupa el peque–o estado de Delaware en EUA, en la costa este, donde tienen su sede la mitad de las compa–’as que cotizan en Wall Street; le siguen Luxemburgo, Suiza y la City de Londres. En AmŽrica Latina est‡n Panam‡, que ocupa el puesto 19, Uruguay, el 30, y Costa Rica, el 34.
Los principales generadores de falta de claridad financiera no son las peque–as islas soleadas, sino naciones ricas.
Uruguay,
Costa Rica, Filipinas y Malasia se comprometieron a intercambiar
informaci—n fiscal para contribuir a resolver el tema de la falta
de transparencia financiera [125].
El Ministro de Econom’a
del Uruguay, Fernando Lorenzo, envi— el 7-6-2010 al Parlamento
un proyecto de ley que busca facilitar el levantamiento del
secreto bancario y a la vez gravar los dep—sitos de residentes
en instituciones financieras del exterior. La transparencia en
las operaciones financieras es uno de los aspectos que el pa’s
quiere aclarar. Los Estados con los que Uruguay tiene acuerdos
de intercambio de informaci—n financiera pueden solicitar a la
Justicia uruguaya el levantamiento del secreto bancario cuando
hay presunci—n de delitos de un contribuyente de su pa’s [126].
LA
SOCIEDAD CIVIL NO SOLO RESISTE TAMBIEN HACE
Segœn un estudio comparativo realizado sobre 22 pa’ses (entre ellos, la Argentina), elaborado en 1999 por la Universidad John Hopkins, si el sector de las actividades no lucrativas fuese una econom’a nacional independiente, ser’a la octava del mundo, con un volumen similar al del Reino Unido e Italia y superior al de Brasil, Espa–a y Canad‡. El tercer sector mueve anualmente 1,1 bill—n -mill—n de millones- de d—lares. Las ONGÕs generan seis veces m‡s empleo que las mayores empresas privadas de los pa’ses estudiados. Existen 19 millones de empleados del sector no lucrativo frente a 3,3 millones de empleados en esas empresas de gran envergadura. Los especialistas de la Universidad John Hopkins, Lester Salamon y Helmut Anheier hablan de una Òrevoluci—n asociativa mundial, un surgimiento masivo de actividades de voluntariado privadas y organizadas pr‡cticamente en todo el mundo, provocado, en parte, por las crecientes dudas acerca de la capacidad del Estado -sus gobiernos- de hacer frente a los problemas relacionados con el bienestar social, el desarrollo y el medio ambiente a los que se enfrentan las nacionesÓ [127]. No obstante, esta capacidad de buscar respuestas y de actuar, no s—lo corresponde a organizaciones que alcanzaron una forma de institucionalizaci—n, sino tambiŽn a grupos no institucionalizados [128].
MADRES DE PLAZA DE MAYO:
ARGENTINA
Objetivo: Luchar contra la impunidad de los represores durante el gobierno de la dictadura militar. Que se haga justicia. Que se sepa d—nde est‡n los desaparecidos. La recuperaci—n de los hijos de los desaparecidos que han sido secuestrados por miembros de la dictadura. Frente a los planteos de olvido y reconciliaci—n que los miembros de las fuerzas armadas y los pol’ticos han hecho, el planteo de esta organizaci—n, es que lo importante no es la reconciliaci—n, sino la justicia.
En Chile existe un movimiento similar que busca el enjuiciamiento de Pinochet y quienes lo acompa–aron [129].
Hay diversos grupos que operan bajo caracter’sticas similares en diferentes pa’ses de AmŽrica Latina.
ONG«s DEFENSORAS DE LOS
DERECHOS HUMANOS
Pese a la Declaraci—n Universal sobre los Derechos Humanos de la ONU en 1948, adoptada por la gran mayor’a de los pa’ses del mundo -pero no implementada-; y a la existencia en regiones, como el Hemisferio Americano, de la Comisi—n y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, firmada y ratificada por la mayor’a de los gobiernos, al igual que su Žmulo en Europa; aœn en la dŽcada de los «80, los derechos humanos no eran respetados en la gran mayor’a -y por la gran mayor’a- de los pa’ses y esto continœa a principios del siglo XXI. Es m‡s, los grupos defensores de derechos humanos, en muchos pa’ses, eran considerados grupos subversivos y/o izquierdistas. Fueron organizaciones no gubernamentales, como Amnesty International o Human Right Watch, entre otras, las que comenzaron a presionar sobre los gobiernos y a apoyar a grupos de derechos humanos locales, de manera tal que se fue fortaleciendo la defensa y el respeto de los derechos humanos, hasta el punto de modificarse procedimientos, legislaciones, e incluso el derecho internacional, surgiendo el Òderecho internacional humanitarioÓ como rama especial. En pa’ses como Argentina surgi— Serpaj (Servicio de Paz y Justicia) a partir de la lucha del premio Nobel de la Paz, Adolfo PŽrez Esquivel o en Guatemala, con la lucha de la premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchœ Tum.
PERSONAS DE LA SOCIEDAD
CIVIL:
Muhammad Yunus, un economista de Bangladesh que ofrece microcrŽditos para indigentes. Yunus, desde hace m‡s de 20 a–os comenz— a trabajar con los pobres m‡s pobres de su pa’s ofreciendo microcrŽditos (15 d—lares, 20 d—lares, 50 d—lares) para que pudieran iniciar una actividad productiva propia. El sistema se transform— en un Žxito y Yunus cre— un banco totalmente destinado a minicrŽditos para indigentes -el Grameen Bank-, que hoy tiene sucursales en todo el mundo y ha sacado de la miseria y permitido tener trabajo aut—nomo a millones de personas. El ex presidente de EUA, Bill Clinton mencion— expl’citamente, en la Cumbre de Davos (Suiza), en enero del 2000, donde se reœnen gobernantes, financistas y empresarios, a trazar los destinos econ—micos del planeta, la experiencia del Grameen Bank, como la mejor muestra de que se puede hacer algo para solucionar la miseria en el mundo [130].
MUJERES QUE DAN DE COMER A
NI„OS Y A GENTE POBRE
Comedores que han surgido, en pa’ses como Argentina, para satisfacer las necesidades b‡sicas de gente pobre, aœn sin tener los elementos indispensables para hacerlo, pero utilizando como instrumento central, la solidaridad. S—lo compartir lo que se tiene, con los dem‡s. Esto ocurre, mientras el gobierno, pese a tener un presupuesto en el marco del Ministerio de Desarrollo Social es incapaz de resolver los problemas de la sociedad. Comedores, como ÒLos PiletonesÓ, atendido por Margarita Barrientos -declarada Òmujer del a–oÓ en Argentina en 1999-, que atiende a 490 ni–os; M—nica Carranza del ÒHogar Caras SuciasÓ o el comedor ÒPor los PibesÓ entre muchos otros, dan de comer a centenares de personas pobres y son atendidos por gente pobre y solidaria [131]. TambiŽn existen grupos de autoayuda que construyen sus propias viviendas obteniendo materiales por donaciones.
ÒCLUBÓ DEL TRUEQUE
Se han generado Òclubes del truequeÓ desde 1995. A travŽs del trueque se pueden intercambiar objetos o servicios en forma directa, pero tambiŽn es posible obtener un determinado nœmero de ÒcrŽditosÓ por lo ofrecido, sin que medie el papel moneda, que luego se canjean por lo que se necesite. Los crŽditos constituyen una Òmoneda socialÓ y se usan para intercambiar en los clubes, que tienen reglas b‡sicas que cumplir: solidaridad, Žtica y confianza en la palabra de los dem‡s. De esta forma puede comer, vestir, educarse e incluso hacer turismo, aœn estando desempleados, ya que pueden hacer uso de sus propias capacidades para obtener los crŽditos necesarios. En estos clubes hay m‡s de 300 mil personas. Se trata de una econom’a alternativa que no reemplaza a la formal, sino que es un complemento para aquellos que, por distintas circunstancias, est‡n total o parcialmente fuera del sistema econ—mico. El fen—meno alcanz— tal dimensi—n, representando operaciones por valor, aproximadamente, de 30 millones de d—lares mensuales y cifras de entre 400 y 600 millones anuales [132].
RECUPERACION DE EMPRESAS POR
LOS TRABAJADORES
En la Argentina hay m‡s de 200 empresas que quebraron, en forma real o fraudulenta y los trabajadores recurrieron a la justicia para no perder sus puestos de trabajo, poniŽndolas en funcionamiento en forma de cooperativas o emprendimientos de autogesti—n. Estas empresas, ÒrecuperadasÓ por sus trabajadores, permiten dar trabajo a m‡s de 15 mil personas que, de otra forma, estar’an en la calle con sus familias respectivas. En este caso, es la sociedad civil, en forma de los trabajadores, la que da respuesta a los problemas sociales, laborales e incluso empresariales, cuando el Estado est‡ ausente o, incluso es el causante de estas situaciones por las pol’ticas emprendidas de flexibilizaci—n laboral, apertura a las importaciones en forma indiscriminada, etc. Los trabajadores de estas empresas, presentaron en noviembre del 2002, un proyecto de reforma a la Ley de Quiebras al Congreso de la Naci—n Argentina, para evitar que se den situaciones de vaciamiento y desempleo masivos, sin una soluci—n concreta. Los trabajadores han recuperado y puesto en funcionamiento, empresas textiles, lavaderos de lana, metalœrgicas, de cer‡micas, de autopartes, gr‡ficas, de panader’a, frigor’ficas, de salud, av’colas, etc. [133].
Frente al poder, nada es
posible sin construir un verdadero Òcontra-poderÓ o un Òpoder
alternativo no confrontativoÓ.
Mientras los gobiernos del G-7 continœen con las medidas hasta ahora implementadas, sin que haya frenos verdaderos, resulta imposible lograr algo.
Si se siguen los criterios de la ÒTeor’a de la DependenciaÓ, que establec’a que si el ÒcentroÓ no modifica su actitud, la ÒperiferiaÓ no podr‡ lograr su objetivo de alcanzar el desarrollo, nunca se podr‡ alcanzar tal objetivo. Es la propia periferia la que debe construir poder [134], en forma no necesariamente ÒconfrontativaÓ, como muchos pseudo-intelectuales o Òintelectuales mercenariosÓ han plantado. No existen dos alternativas y s—lo dos: confrontar o subordinarse. Entre medio hay muchas alternativas. La hoy UE lo ha demostrado, y los casos Jap—n y la Repœblica Federal Alemana post 1945 lo han hecho por la v’a individual, sin necesariamente confrontar con el poder dominante. Han desarrollado un sistema de poder de sumas variables o de suma no ÒceroÓ, en el que lo que se gana, no necesariamente otro lo pierde. Esto requiere de una Žlite dirigente consubstanciada de estos criterios y tambiŽn de voluntad pol’tica que se oriente en este sentido, pero, por sobre todo, de madurez de la poblaci—n y, en los casos de la periferia, tal madurez, aœn est‡ lejos.
La realidad se maneja con la dialŽctica del poder y los intereses, y no con la del derecho. A menos que ese derecho estŽ respaldado de poder suficiente para su aplicaci—n y para sancionar a quienes no lo cumplan, de forma ÒsupremaÓ. En esto, el Tercer Mundo ha tenido grandes logros alcanzando a imponer, por el voto mayoritario, principios internacionales en su propio beneficio en foros multilaterales como la AG de la ONU, pero careci— de poder de implementaci—n, a la vez que de cohesi—n en el plano ÒSur-SurÓ.
Hasta hace alrededor de un siglo, la mayor’a de los pa’ses europeos consideraba a la democracia como un rŽgimen perverso y malŽvolo que deb’a ser evitado a cualquier precio. Y sin embargo las luchas populares hicieron posible la democratizaci—n.
Si hubiera voluntad pol’tica, los cambios planteados m‡s arriba podr’an llevarse a cabo sin grandes contratiempos. Claro est‡ que aquella no habr‡ de surgir espont‡neamente, sino que, al igual que tantas otras conquistas en favor de la democracia, la justicia y la igualdad, ser‡ obra de la participaci—n y la organizaci—n.
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Doctor en Ciencia Pol’tica y Relaciones Internacionales (Universidad Nacional de Rosario, Argentina). Profesor y Evaluador en Cursos de Grado, Postgrado y Doctorado en el pa’s y en el exterior. Director del Centro de Estudios Internacionales Argentinos (CEINAR) y de la Revista Argentina de Relaciones Internacionales, 1977-1981. Miembro Observador Internacional del ComitŽ Internacional de Apoyo y Verificaci—n CIAV-OEA en la "desmovilizaci—n" de la guerrilla "contra" en Nicaragua, 1990. Director de Doctorado en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, Argentina, 2002-2005. Investigador Cient’fico del "Consejo Nacional de Investigaciones Cient’ficas y TŽcnicas" (CONICET).
* © Luis
DALLANEGRA PEDRAZA, Perspectivas de las Relaciones
Internacionales sobre el Futuro del Capitalismo y el Orden
Mundial, en Leopoldo Augusto GONZALEZ AGUAYO (Coord), "Los
Principales Autores de las Escuelas de la Geopol’tica del
Mundo", MŽxico, Proyecto PAPIME PE 300609, (MŽxico DF,
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978-607-02-2805-6, p‡gs. 74-127.
[1] Los Òcriterios estructuralesÓ son la
resultante de la Òconfiguraci—n
de poder vigente o emergenteÓ en el sistema. Ver este
tema en DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, ÒTendencias del Orden
Mundial: RŽgimen InternacionalÓ (Buenos Aires, Edic. del
Autor, 2001), Introducci—n, p‡g. 6 y passim.
[2] Esta perspectiva es sostenida, entre otros
autores, por Liska, George, War and Order: Reflections on
Vietnam and History, (Baltimore, The Johns Hopkins Press,
1968), p‡g. 24. Morgenthau, Hans, con su esquema de
ÒEquilibrio de PoderesÓ sostiene la misma perspectiva. Ver
su ÒPol’tica de Poder entre las Naciones: La Lucha por el
Poder y por la Paz, (Buenos Aires, Sudamericana, 1963).
[3] Esta perspectiva es sostenida por ejemplo, por
Frank Tannembaum, quien considera que el equilibrio de
poderes no representa el comportamiento normal de los
Estados. Ver su ÒThe Balance of Power versus the Co-ordinate
StateÓ, en Political Sciences Quarterly, LXVII, 1952, p‡g.
175.
[4] El tr‡nsito entre el fin del sistema
multipolar 1815-1914 y el nacimiento del sistema bipolar,
1945-1991 llev— aproximadamente 25 a–os.
[5] Este tema lo he trabajado en DALLANEGRA
PEDRAZA, Luis, El Orden Mundial del Siglo XXI, (Buenos
Aires, Ediciones de la Universidad, 1998), Cap. 10.
[6] Este tema lo he desarrollado en DALLANEGRA
PEDRAZA, Luis, El Orden Mundial del Siglo XXI, (Buenos
Aires, Ediciones de la Universidad, 1998), p‡gs. 131-138.
[7] Liska George, War and Order, Reflections on
Vietnam and History, (Baltimore, The Johns Hopkins Press,
1968), especialmente el Capitulo 11.
[8] Este tema lo he desarrollado en DALLANEGRA
PEDRAZA, Luis, ÒLa Problem‡tica del OrdenÓ, en DALLANEGRA
PEDRAZA, Luis (Coord. y Comp.), Geopol’tica y Relaciones
Internacionales, (Buenos Aires, Pleamar, 1981. Ver tambiŽn,
DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, El Arbitro Supremo: El Problema
del ÒGobiernoÓ del Mundo, en Revista ÒC’rculo de
HumanidadesÓ, Universidad Aut—noma Latinoamericana,
Medell’n, Colombia, N¼ 29, julio del 2008, ISSN: 0122-7823,
p‡gs. 7-16.
[9] Ver los Criterios B‡sicos de Organizaci—n y
Gobierno Comparados en el Contexto del Estado y del Sistema
Internacional en DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, ÒTendencias del
Orden Mundial: RŽgimen InternacionalÓ (Buenos Aires, Edici—n
del Autor, 2001), Cap. VI.
[10] Este tema lo he desarrollado en DALLANEGRA
PEDRAZA, Luis, Reformulaci—n del Orden Mundial: el Fin de
una ÒMacro-EtapaÓ, (Buenos Aires, Edici—n del Autor, 2003),
Cap. I, bajo el t’tulo ÒLa Ley del ParalelogramoÓ.
[11] Hedley Bull, The Anarchical Society: A Study
of Order in World Politics, (New York, Columbia University
Press, 1977). Chapter 2.
[12] Tiempo de vida de un sistema internacional
estable. Para cada ÒnuevoÓ sistema se da un nuevo tipo de
orden resultante de las Òcaracter’sticasÓ del funcionamiento
de ese sistema.
[13] Este tema fue estudiado por Hedley Bull, The
Anarchical Society: A Study of Order in World Politics, (New
York, Columbia University Press, 1977), p‡g. 16 y ss.
[14] O un Òsistema de acci—nÓ para decirlo en
tŽrminos de Morton Kaplan, System and Process in
International Politics, (New York, John Wiley and Sons,
1957), Political System.
[15] Ver Verdross, Alfred, Derecho Internacional
Pœblico, (Madrid, Aguilar, 1963), p‡g. 16. TambiŽn
Goldschmidt, Werner, Introducci—n al Derecho: La Teor’a
Trialista del Mundo Jur’dico y sus Horizontes, (Buenos
Aires, Depalma, 1968). Igualmente DALLANEGRA PEDRAZA, Luis,
ÒLa Problem‡tica del OrdenÓ, en Geopol’tica y Relaciones
Internacionales, (Buenos Aires, Pleamar, 1981).
[16] Tal vez, el œnico momento en la historia que
se puede decir que la comunidad internacional fue
centralizada, es durante la etapa de la Edad Media, en que
el poder de la iglesia por sobre los principados, actuaba
como un ÒmediadorÓ y ÒordenadorÓ, al quitar el poder al
pr’ncipe mediante la excomuni—n. Esto comienza a
resquebrajarse hacia el siglo XVI, con el surgimiento del
Estado-Naci—n, ya que el rey puede lograr mayor autonom’a
interna y externamente, romper la subordinaci—n que ten’a
con el Papa. Ver Puig, Juan Carlos, Irureta, Hugo, Colombo
de Imaz, Delia, Historia Pol’tica Contempor‡nea (1914-1939),
(Buenos Aires, Edici—n de los Autores, 1968), p‡g. 14.
[17] Este tema lo tratŽ en DALLANEGRA PEDRAZA,
Luis, El Orden Mundial del Siglo XXI, (Buenos Aires,
Ediciones de la Universidad, 1998), p‡gs. 187 y 203. Ver
tambiŽn, DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, El Arbitro Supremo: El
Problema del ÒGobiernoÓ del Mundo, en Revista ÒC’rculo de
HumanidadesÓ, Universidad Aut—noma Latinoamericana,
Medell’n, Colombia, N¼ 29, julio del 2008, ISSN: 0122-7823,
p‡gs. 7-16.
[18] Fidelidad a la palabra dada.
[19] CS de la ONU, FMI, OMC, BM, OTAN, etc.
[20] ÒSiendo as’ las cosasÓ. El derecho
internacional pœblico autoriza a un Estado a que se desligue
de un tratado bilateral si la otra parte lo infringe. O, los
Estados contratantes, al suscribir un tratado, hacen de la
existencia de determinadas circunstancias el supuesto
expreso o t‡cito de que si estas circunstancias dejan de
darse, pierde entonces el tratado su validez, puesto que en
la intenci—n de las partes solo hab’a de valer mientras
subsistieran. Ver Verdross, Alfred, Derecho Internacional
Pœblico, (Madrid, Aguilar, 1963), p‡g. 122 y ss.
[21] Ver Garnier, Lydia W., Soberan’a Limitada
ÀSoberan’a Nacional del siglo XXI?, en Revista ÒGEOSURÓ,
Vol. XIX, N¡ 220, Montevideo, Uruguay, Julio-Agosto 1998,
p‡gs. 9-20.
[22] Este tema lo he analizado en DALLANEGRA
PEDRAZA, Luis, ÒTendencias del Orden Mundial; RŽgimen
Internacional, (Buenos Aires, Edici—n del Autor, 2001),
Caps. II y III.
[23] Este tema lo he analizado en DALLANEGRA
PEDRAZA, Luis, ÒTendencias del Orden Mundial; RŽgimen
Internacional, (Buenos Aires, Edici—n del Autor, 2001).
[24] De todas formas, EUA tambiŽn est‡ exento del
TPI, de manera tal que ha logrado su objetivo de juzgar sin
ser juzgado.
[25] Ver Hedley Bull, The Anarchical Society: A
Study of Order in World Politics, (New York, Columbia
University Press, 1977), p‡gs. 20-22. TambiŽn ver Kenichi
Ohmae, ÒEl Fin del Estado-Naci—nÓ, (Sgo. de Chile, AndrŽs
Bello, 1997). Igualmente, Castells, Manuel, La Era de la
Informaci—n: Econom’a, Sociedad y Cultura, Fin del Milenio,
Volumen III, (MŽxico DF, Editorial Siglo XXI, 1997).
Traducci—n de Carmen Mart’nez Gimeno. Original en InglŽs a–o
1997.
[26] Ver DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, Tendencias del
Orden Mundial: RŽgimen Internacional, (Buenos Aires, Edic.
del Autor, 2001).
[27] Keohane, Robert O., y Nye, Joseph S., Poder e
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[28] Que mas bien son procesos de desgravaci—n
arancelaria para liberar el comercio, aunque de forma
desigual entre desarrollados y subdesarrollados, en vez de
constituirse en Òalianzas estratŽgicasÓ para generar
desarrollo conjunto, como es el caso de la hoy UE.
[29] Ver sobre el particular a Zald’var, Carlos
Alonso, ÒUn Mundo RotoÓ, en Diario El Pa’s, Madrid, 10 de
Noviembre de 1998.
[30] Ver sobre el tema Cooper, Gordon, (diplom‡tico
brit‡nico, asesor en pol’tica exterior del Primer Ministro
Tony Blair), ÒPor QuŽ Todav’a Necesitamos ImperiosÓ, en The
Guardian, 18 de Abril del 2002.
[31] El factor de poder, independientemente de que
gobierne o no formalmente, es generador de reglas, a
diferencia del grupo de presi—n, que ni gobierna formalmente
ni genera reglas, sino que presiona para que los que generan
reglas contemplen sus intereses.
[32] Ver sobre el tema, Drucker, Peter F., La
Sociedad Postcapitalista, (Buenos Aires, Sudamericana,
1993).
[33] Ver sobre este tema a George Soros, La Crisis
del Capitalismo Global: La Sociedad Abierta en Peligro,
(Buenos Aires, Sudamericana, 1999), p‡g. 138.
[34] Ver, George Soros, La Crisis del Capitalismo
Global: La Sociedad Abierta en Peligro, (Buenos Aires,
Sudamericana, 1999), p‡g. 135.
[35] Este tema lo desarrollŽ en, DALLANEGRA
PEDRAZA, Luis, El Orden Mundial del siglo XXI, (Buenos
Aires, Edici—n de la Universidad, 1998), p‡gs. 168 y ss.
[36] Ver sobre este tema a George Soros, La Crisis
del Capitalismo Global: La Sociedad Abierta en Peligro,
(Buenos Aires, Sudamericana, 1999), p‡g. 138.
[37] Ver DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, Orden Mundial
del Siglo XXI, (Buenos Aires, Ediciones de la Universidad,
1998), Gr‡fico 17 ÒEsencia y Accidente del Relacionamiento
Societal e Inter-SocietalÓ, p‡g. 120.
[38] Ver Toffler Alvin, La Tercera Ola, (Barcelona,
Plaza y Janes, 1980). TambiŽn, Brzezinski, Zbigniew, La Era
Tecnotr—nica: Between Two Ages, (Buenos Aires, Paid—s,
1979). Otros, Bell, Daniel, Coming of Post-Industrial
Society (New York, Basic Books, 1973). Touraine, Alain,
Post-Industrial Society, (New York, Random House, 1971).
[39] Ver Manuel Castells y Yuko Aoyama, ÒPaths
Towards the Informational Society: Employment Structure in
G-7 Countries, 1920-90Ó, International Labour Review, 133, No
1 (1994), p‡gs. 19-28.
[40] Ver Peter Cowhey, ÒBuilding the Global
Information Highway: Toll Booths, Construction Contracts and
Rules of the RoadÓ, in William Drake, Editor, ÒThe New
Information InfrastructureÓ (New York, Twentieth Century
Fund Press, 1995), p‡gs. 175-204.
[41] ARMANDO, Lilia, DALLANEGRA PEDRAZA, Luis
(Director), Proyecto de Investigaci—n CONICET-PIP 5708,
2006-2007, Resoluci—n N¼ 1227/05: ÒTeor’as y Seudo-Teor’as
para Justificar Intervenciones Militares de OTAN-ONU y
Unilaterales de EUA en la Postguerra Fr’a-Violaci—n al
Derecho Internacional-Desacreditaci—n ONUÓ.
[42] Ver en DALLANEGRA PEDRAZA, Luis El Orden
Mundial del Siglo XXI, (Buenos Aires, Ediciones de la
Universidad, 1998), ÒEscenarios Hacia el 2000: MegatemasÓ,
P‡gs. 255 y ss., en especial el primero que habla sobre la
paradoja de la globalizaci—n, con la fragmentaci—n de los
Estados y la integraci—n entre Estados.
[43] Ver DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, Tendencias del
Orden Mundial: RŽgimen Internacional, (Buenos Aires, Edici—n
del Autor, 2001), p‡g. 23, Factores que Generan Cambios en
el Estado-Naci—n.
[44] Ver Castells, Manuel, La Era de la
Informaci—n: Econom’a, Sociedad y Cultura, (MŽxico DF,
Editorial Siglo XXI, 1997), Vol. I. Este tema lo he tratado
en DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, Tendencias del Orden Mundial:
RŽgimen Internacional, (Buenos Aires, Edici—n del Autor,
2001), p‡gs. 26 y ss. ÒEl Estado RedÓ.
[45] Ver DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, Tendencias del
Orden Mundial: RŽgimen Internacional, (Buenos Aires, Edici—n
del Autor, 2001), Cap. III, especialmente los gr‡ficos 9 y
10: ÒEstado ActorÓ y ÒEstado GestorÓ.
[46] Saskia Sassen, Cities in World Economy,
(Londres, Pine Forge Press, 1994), p‡gs. 4-5.
[47] Debido a las pol’ticas desarrolladas por el
gobierno de Richard Nixon. Ver DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, ÒEl
Orden Mundial del Siglo XXIÓ, (Buenos Aires, Ediciones de la
Universidad, 1998), p‡g. 29.
[48] Ver Stiglitz, Joseph E., El Malestar en la
Globalizaci—n, (Buenos Aires, Taurus, 2002). TambiŽn ver
Minsburg, Nahum, Valle, HŽctor W. (Edit.) El Impacto de la
Globalizaci—n: La Encrucijada Econ—mica del Siglo XXI,
(Buenos Aires, Ediciones Letra Buena, 1994).
[49] ÒThe Bretton Woods Institutions and Global
GovernanceÓ, en Kene, Peter B., (compilador), Managing the
World Economy. Fifty Years after Bretton Woods, (Washington
DC Institute for International Economics, Septiembre de
1994), p‡gs. 411-12.
[50] Ver: Negri, Antonio, The Savage Anomaly,
(trad. Michael Hardt) (Minneapolis: University of Minnesota
Press, 1991). TambiŽn, Spinoza, Baruch, ÒEthicsÓ, en The
Collected Works of Spinoza, (Princeton, Princeton University
Press, 1985), Vol. 1.
[51] ÒRŽgimen de la verdadÓ o lo que el poder
decide quŽ est‡ bien y quŽ est‡ mal. Este tema pertenece a
Foucault, Michel, Un Di‡logo Sobre el Poder, (Buenos Aires,
Alianza, 1981), 143-145. Lo he trabajado en DALLANEGRA
PEDRAZA, Luis, El Orden Mundial del Siglo XXI, (Buenos
Aires, Ediciones de la Universidad, 1998), Cap. III. TambiŽn
ver DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, Tendencias del Orden Mundial:
RŽgimen Internacional, (Buenos Aires, Edici—n del Autor,
2001), p‡g. 66 y ss.
[52] El tema del debilitamiento del Estado-Naci—n y
el fortalecimiento de los actores transnacionales a sus
expensas lo he estudiado en DALLANEGRA PEDRAZA, Luis,
Tendencias del orden Mundial: RŽgimen Internacional, (Buenos
Aires, Edici—n del Autor, 2001), Caps. II y III.
[53] ARMANDO, Lilia, DALLANEGRA PEDRAZA, Luis
(Director), Proyecto de Investigaci—n CONICET-PIP 5708,
2006-2007, Resoluci—n N¼ 1227/05: ÒTeor’as y Seudo-Teor’as
para Justificar Intervenciones Militares de OTAN-ONU y
Unilaterales de EUA en la Postguerra Fr’a-Violaci—n al
Derecho Internacional-Desacreditaci—n ONUÓ.
[54] La Cumbre del G20 celebrada en Seœl en
noviembre del 2010, gir— alrededor de estas tem‡ticas como
forma de ÒsalvarÓ al sistema y resolver los problemas
econ—mico-financieros de los Estados.
[55] Ver, por ejemplo, Petras, James, ÒImperialism
and NGOs in Latin AmericaÓ, en Monthly Review, N¡ 49,
Diciembre de 1997, p‡gs. 10-27.
[56] Strange, Susan, Mad Money When Markets Outgrow
Governments, (Ann Arbor, The University of Michigan Press,
1998) p‡gs. 9-10.
[57] Chesnais, Francois, A Mundializacao do
Capital, (Sao Paulo, Xam‡ Editora, 1996), p‡g. 16.
[58] Druker, Peter, ÒThe Global Economy and the
Nation-StateÓ, en Foreign Affaire, Vol. 76, N¡ 5,
September-October 1997, p‡g. 162.
[59] Strange, Susan, Mad Money When Markets Outgrow
Governments, (Ann Arbor, The University of Michigan Press,
1998) p‡g. 1.
[60] Chesnais, Francois, A Mundializacao do
Capital, (Sao Paulo, Xam‡ Editora, 1996), p‡g. 16.
[61] Boron, Atilio A., El Nuevo Orden Imperial y
Como Desmontarlo, en Seoane, JosŽ y Taddei, Emilio
(Compiladores), Resistencias Mundiales: De Seattle a Porto
Alegre, (Buenos Aires, CLACSO, 2001).
[62] Held, David, ÒRegulating Globalization? The
Reinvention of PoliticsÓ, en Internacional Sociology, Vol.
15, 2000, p‡g. 398. TambiŽn, Yashpal, Tandon, ÒGlobal
Governance and JusticeÓ, in Volker Rittenberger, ed. Beyond
Anarchy: International Cooperation and Regimes, (Oxford,
Oxford University Press, 2001).
[63] Boron, Atilio A., El Nuevo Orden Imperial y
Como Desmontarlo, en Seoane, JosŽ y Taddei, Emilio
(Compiladores), Resistencias Mundiales: De Seattle a Porto
Alegre, (Buenos Aires, CLACSO, 2001).
[64] Strange, Susan, Casino Capitalism, (Oxford,
Blackwell Publishers, 1986).
[65] Chomsky, Noam, ÒPoder en el Escenario GlobalÓ,
en New Left Review (Edici—n en espa–ol), Enero del 2000.
TambiŽn, DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, Relaciones Pol’ticas
Entre Estados Unidos y AmŽrica Latina: ÀPredominio
ÒmonroistaÓ o Unidad Americana?, (Buenos Aires, Edici—n del
Autor, 1994).
[66] Panitch, Leo, ÒThe New Imperial StateÓ, en New
Left Review, Marzo-Abril del 2000, p‡g. 11.
[67] Boron, Atilio A., El Nuevo Orden Imperial y
Como Desmontarlo, en Seoane, JosŽ y Taddei, Emilio
(Compiladores), Resistencias Mundiales: De Seattle a Porto
Alegre, (Buenos Aires, CLACSO, 2001).
[68] Este tema lo desarrollŽ en DALLANEGRA PEDRAZA,
Luis, Reformulaci—n del Orden Mundial: El Fin de una
Macro-Etapa, (Buenos Aires, Edici—n del Autor, 2003), Cap.
I.
[69] Boron, Atilio A., El Nuevo Orden Imperial y
Como Desmontarlo, en Seoane, JosŽ y Taddei, Emilio
(Compiladores), Resistencias Mundiales: De Seattle a Porto
Alegre, (Buenos Aires, CLACSO, 2001).
[70] FMI, Ficha TŽcnica, 5-11-2010,
http://www.imf.org/external/np/exr/facts/spa/quotass.htm.
[71] Brzezinski, Zbigniew, The Grand Chessboard:
American Primacy and Its Geostrategic Imperatives, (New
York, Basic Books, 1997), p‡gs. 28-29.
[72] Alternatives Economiques, N¡ 47, Primer
Trimestre del 2001, Par’s, Francia, p‡g. 33.
[73] Boron, Atilio, A., Imperio Imperialismo,
(Buenos Aires, FLACSO, 2002), visi—n cr’tica desde una
perspectiva marxista del libro de Michael Hardt y Antonio
Negri, Imperio, (Cambridge, Massachussets, Harvard
University Press, 2000).
[74] En estos casos, EUA ha buscado debilitar a los
posibles competidores, explotando la alta dependencia del
petr—leo que tienen Žstos. EUA se puede abastecer en cierta
medida con recursos propios, a la vez que importa, pero la
UE y Jap—n, as’ como China dependen en un 100% de las
importaciones del producto -China ha generado un sistema de
acumulaci—n de stocks de forma tal de no depender, al menos
en el corto y mediano plazo-; no as’ Rusia que dispone de
grandes reservas de petr—leo y especialmente gas, que provee
a los pa’ses de la UE.
[75] Brzezinski, Zbigniew, The Grand Chessboard:
American Primacy and Its Geostrategic Imperatives, (New
York, Basic Books, 1997), p‡g. 40. Autores como Galtung,
Johan, La Comunidad Europea: Una Superpotencia en Marcha,
(Buenos Aires, Nueva Visi—n, 1973), p‡gs. 61-66, hacen
referencia a mantener a la periferia ÒfragmentadaÓ y
ÒpenetrarlaÓ cultural e ideol—gicamente, para que considere
que el precio que est‡ pagando en su dependencia se debe a
que el Òhegem—nÓ los libera de un Òmal mayorÓ.
[76] Ver Huntington, Samuel, ÒThe Lonely
SuperpowerÓ, en Foreign Affairs, Marzo-Abril de 1988, p‡g.
48.
[77] Lander, Edgardo, ÒEl Acuerdo Multilateral de
Inversiones (MAI): El Capital Dise–a una Constituci—n
UniversalÓ, en Estudios Latinoamericanos (MŽxico, DF: Nueva
Epoca), A–o IV, No 11, Enero-Junio de 1999, p‡gs. 77-79.
Chomsky, Noam, ÒPoder en el Escenario GlobalÓ, en New Left
Review (Edici—n en espa–ol) Enero del 2000, p‡g. 259.
[78] Chomsky, Noam, ÒPoder en el Escenario GlobalÓ,
en New Left Review (Edici—n en espa–ol) Enero del 2000,
p‡gs. 259-260.
[79] Lander, Edgardo, ÒEl Acuerdo Multilateral de
Inversiones (MAI): El Capital Dise–a una Constituci—n
UniversalÓ, en Estudios Latinoamericanos (MŽxico, DF, Nueva
Epoca), A–o IV, No 11, Enero-Junio de 1999, p‡g. 89.
[80] Chomsky, Noam, ÒPoder en el Escenario GlobalÓ,
en New Left Review (Edici—n en espa–ol) Enero del 2000, p‡g.
257.
[81] Chomsky, Noam, ÒPoder en el Escenario GlobalÓ,
en New Left Review (Edici—n en espa–ol) Enero del 2000, p‡g.
259.
[82] Chomsky, Noam, ÒPoder en el Escenario GlobalÓ,
en New Left Review (Edici—n en espa–ol) Enero del 2000, p‡g.
259.
[83] Arrighi, Giovanni, The Long XXth Century
(Londres, Verso, 1994). TambiŽn, Bairoch, Paul, Mythes et
paradoxes de l histoire Žconomique (Par’s, La
DŽcouverte,1994). Asimismo Braudel, Fernand, Civilisation
matŽrielle, Žconomie et capitalisme (Par’s, Armand Collin,
1979), 3 volœmenes. Igualmente, Gunder Frank, AndrŽ, World
Accumulation 1492-1789 (New York, Monthly Review Press,
1978). TambiŽn Szentes, Tam‡s, Theories of world capitalist
economy: a critical survey of conventional, reformist and
radical views (Budapest, AkadŽmiai Kiad—, 1985). Igualmente,
Wallerstein, Immanuel, The Modern World System (New York,
Academic Press, 1989), 3 volœmenes.
[84] Amin, Samir, Capitalismo, Imperialismo,
Globalizaci—n, en Seoane, JosŽ y Taddei, Emilio
(Compiladores), Resistencias Mundiales: De Seattle a Porto
Alegre, (Buenos Aires, CLACSO, 2001).
[85] Araujo de Souza, Nilson, El Mundo Hoy:
Globalizaci—n es el Nuevo Nombre del Imperialismo, en
ÒCorreos para la Emancipaci—nÓ, Director: Fernando Bossi A–o
IV, Nœmero 142, 10 de Mayo del 2002.
[86] He analizado en profundidad este tema en,
DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, ÒTendencias del Orden Mundial:
RŽgimen InternacionalÓ, (Buenos Aires, Edici—n del Autor,
2001), Cap. VIII.
[87] Esta forma de operaci—n y configuraci—n del
sistema mundial la he estudiado en, DALLANEGRA PEDRAZA,
Luis, Reformulaci—n del Orden Mundial: el Fin de una
ÒMacro-EtapaÓ, (Buenos Aires, Edici—n del Autor, 2003), Cap.
I, bajo el t’tulo ÒLa Ley del ParalelogramoÓ: el sistema
internacional opera como un Òparalelogramo de fuerzasÓ, en
el que los Òvectores direccionadoresÓ pueden estar
compuestos por una fuerza, dos o varias, mientras que otras
fuerzas s—lo tienen capacidad de incidir, pero no de
direccionar, y la gran mayor’a, es ÒdireccionadaÓ, con una
m’nima capacidad de resistencia.
[88] Ver Araujo de Souza, Nilson, El Mundo Hoy:
Globalizaci—n es El Nuevo Nombre del Imperialismo, en
Revista ÒCorreos para la Emancipaci—nÓ, Vol. IV, N¡ 142, 10
de Mayo del 2002.
[89] Araujo de Souza, Nilson, El Mundo Hoy:
Globalizaci—n es el Nuevo Nombre del Imperialismo, en
ÒCorreos para la Emancipaci—nÓ, Director: Fernando Bossi A–o
IV, Nœmero 142, 10 de Mayo del 2002.
[90] Frenkel, Roberto, (Investigador del Centro de
Estudios Econ—micos y Sociales (CEDES) y profesor titular de
la Universidad de Buenos Aires), La Crisis de la
Globalizaci—n, en Diario La Naci—n, Buenos Aires, 29 de
Diciembre del 2002.
[91] Sobre el tema ver, Williamson, Jeffrey,
(Profesor de la Escuela de Graduados de Econom’a de Harvard.
Ex Presidente de la Asociaci—n Internacional de Historia
Econ—mica), ÒCada Pa’s Tiene que Revisar la Forma en que se
Globaliz—Ó, en Diario Clar’n, Buenos Aires, 11 de Agosto del
2002.
[92] Armend‡riz, Alberto, El Foro de Davos en Nueva
York, en Diario La Naci—n, Buenos Aires, 4 de Febrero del
2002. TambiŽn, Foro Econ—mico Mundial Centra Atenci—n en la
Pol’tica Exterior, en CNN en espa–ol, http://www.cnnenespanol.com. 4 de Febrero del 2002.
[93] Al producirse la crisis econ—mica asi‡tica, en
1997-1998, toda la econom’a de Tailandia no llegaba a
igualar a una divisi—n de General Electric.
[94] Ver Toffler, Alvin y Heidi, La guerra oculta
por la influencia mundial, en Diario La Naci—n, Buenos
Aires, 25 de Febrero del 2002. Traducci—n de Zoraida J.
Valc‡rcel.
[95] Ver Botana, Natalio R., El poder econ—mico en
EUA, en Diario La Naci—n, Buenos Aires, 28 de Julio del
2002.
[96] Banco Mundial, Global Economic Prospects and
the Developing Countries 2000, (Washington D.C., World Bank,
2000), p‡g. 29.
[97] OMPI, Datos IP/STAT/1994/8, publicado en
noviembre de 1996.
[98] Stiglitz, Joseph E., El Malestar en la
Globalizaci—n, (Buenos Aires, Taurus, 2002), Cap. I.
[99] Gerard Caprio Jr., (et. al., Eds.), Preventing
Bank Crises. Lessons from Recent Global Bank Failures.
Proceedings of a Conference Co-sponsored by the Federal
Reserve Bank of Chicago and the Economic Development
Institute of the World Bank, (Washington D.C., Edit.
Development Studies, World Bank, 1998).
[100] El tema del Consenso de Washington lo he
analizado en profundidad en, DALLANEGRA PEDRAZA, Luis,
Tendencias del Orden Mundial: RŽgimen Internacional, (Buenos
Aires, Edici—n del Autor, 2001), Cap. VIII.
[101] Stiglitz, Joseph E., El Malestar en la
Globalizaci—n, (Buenos Aires, Taurus, 2002), p‡g. 48.
[102] Este tema lo he analizado en profundidad en
DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, ÒEl Papel de la Universidad y los
Cient’ficos Latinoamericanos en Epocas de CrisisÓ, en
Revista Espa–ola de Psicolog’a Pol’tica, N¡ 22, Mayo del
2001, p‡gs. 77-87.
[103] Stiglitz, Joseph E., El Malestar en la
Globalizaci—n, (Buenos Aires, Taurus, 2002), p‡gs. 49-50.
[104] Ver DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, Reformulaci—n
del Orden Mundial: El Fin de una ÒMacro-EtapaÓ, (Buenos
Aires, Edici—n del Autor, 2003), Cap. I.
[105] Stiglitz, Joseph E., El Malestar en la
Globalizaci—n, (Buenos Aires, Taurus, 2002), p‡gs. 51-52.
[106] Este tema lo he analizado en DALLANEGRA
PEDRAZA, Luis, El Orden Mundial del Siglo XXI, (Buenos
Aires, Ediciones de la Universidad, 1998), p‡gs. 75-91.
[107] Ver Tyson, Laura DÕAndrea, (Decana de la
London Business School, ex Asesora de Bill Clinton), ÒLa
Econom’a Global, Muy Fr‡gilÓ, en Diario Clar’n, Buenos
Aires, 6 de Febrero del 2003, Traducci—n: Silvia S.
Simonetti.
[108] Gori, Graham, A MŽxico el Ajuste Llega del
Norte, The New York Times, 15 de mayo del 2001, Traducci—n
de Zoraida J. Valc‡rcel.
[109] La gigantesca corporaci—n del rubro energŽtico
que en el mes de diciembre del 2001 se present— en quiebra.
[110] Ver Ramonet, Ignacio, El Mundo en la Nueva Era
Imperial, (Buenos Aires, Ediciones Le Monde Diplomatique,
2002).
[111] Ver Krugman, Paul, La Argentina, en la Epoca
Colonial, The New York Times, reproducido en Diario Clar’n,
Buenos Aires, 12 de Diciembre del 2001, Traducci—n: Silvia
S. Simonetti.
[112] Frenkel, Roberto (Investigador Titular del
Cedes y Profesor de la Universidad de Buenos Aires), Pagando
los Errores del FMI, en Diario La Naci—n, Buenos Aires, 18
de Mayo del 2003.
[113] Ver Thwaites Rey, Mabel, ÒEl Neoliberalismo
Transfiri— el Costo de la Crisis a los DŽbilesÓ, reportaje a
Nicola Bullard, experta en econom’a internacional, en Diario
Clar’n, Buenos Aires, 10 de Noviembre del 2002.
[114] Entrevista a Helio Jaguaribe (Polit—logo
brasile–o), ÒUno de nuestros peligros es la burgues’a
consularÓ, en Diario Clar’n, Buenos Aires, 18 de Mayo del
2003.
[115] Barber, Benjamin, (Profesor de Filosof’a
Pol’tica en la Universidad de Maryland), Las Deficiencias
son de la Democracia, no del Capitalismo, en Diario Clar’n,
Buenos Aires, reproducido del The New York Times. 1¡ de
Agosto del 2002. Traducci—n de Cristina Sardoy.
[116] Stiglitz, Joseph, El Malestar en la
Globalizaci—n, (Buenos Aires, Taurus, 2002).
[117] Ver DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, Reformulaci—n
del Orden Mundial: El Fin de una ÒMacro-EtapaÓ, (Buenos
Aires, Edici—n del Autor, 2003), Cap. I.
[118] QuiŽn ha estudiado bien este paradigma en la
toma de decisiones ha sido Allison, Graham T., (Profesor de
Ciencia Pol’tica de Harvard), Essence of Decision:
Explaining the Cuban Missile Crisis (Boston, Little Brown,
1971).
[119] Entrevista publicada en el Diario El Pa’s
(Espa–a), 23 de Junio del 2002, por Sol Alameda al premio
N—bel de Econom’a Joseph E. Stiglitz.
[120] Ver, Hannich Mingo, Ram—n, entrevista con el
periodista Greg Palast de la BBC, a Joseph Stiglitz, Premio
Nobel de Econom’a 2001.
[121] Ver Millman, Joel y Luhnow, David, Diez A–os
DespuŽs del Tratado de Libre Comercio: MŽxico Cede Parte del
Protagonismo a China, en The Wall Stret Journal Americas, 21
de Abril del 2003.
http://online.wsj.com/public/article/0,,SB105096389382006900,00.html?mod=spanish_whats_news.
[122] Vilas, Carlos M., ÒÀGobernar la globalizaci—n?
Pol’tica y Econom’a en la Regulaci—n de los Movimientos
Internacionales de CapitalÓ, en Revista Venezolana de
Econom’a y Ciencias Sociales (Caracas) Vol. 5, No 2-3,
Abril-Septiembre de 1999, p‡g. 21.
[123] Boron, Atilio A., El Nuevo Orden Imperial y
Como Desmontarlo, en Seoane, JosŽ y Taddei, Emilio
(Compiladores), Resistencias Mundiales: De Seattle a Porto
Alegre, (Buenos Aires, CLACSO, 2001).
[124] Strange, Susan, Mad Money. When Markets
Outgrow Governments (Ann Arbor, The University of Michigan
Press, 1998), p‡g. 188.
[125] Denuncian los ÒotrosÓ para’sos fiscales, en
BBC Mundo en espa–ol, 3-11-2009, http://www.bbc.co.uk/mundo/economia/2009/11/091103_paraiso_fiscal_pae.shtml. TambiŽn, Lissardy, Gerardo, Para’sos
fiscales: Àprogresos o s—lo promesas?, en BBC Mundo en
espa–ol, 9-11-2010, http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2010/11/101108_paraiso_fiscal_ao.
[126] Psetizki, Ver—nica, Uruguay no quiere ser m‡s
un Òpara’soÓ, en BBC Mundo en espa–ol, 7-6-2010,
http://www.bbc.co.uk/mundo/economia/2010/06/100602_1630_uruguay_medidas_paraisos_fiscales_alf.shtml.
[127] Ver ÒCivilizar el PoderÓ, en Diario Clar’n,
Buenos Aires, 30 de Enero del 2000.
[128] He trabajado en profundidad una variedad de
ejemplos en DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, Reformulaci—n del
Orden Mundial: el Fin de una ÒMacro-EtapaÓ, (Buenos Aires,
Edici—n del Autor, 2003), Cap. XX. Ver tambiŽn Min‡, Gianni
(Coord. y Comp.), Un Mundo Mejor es Posible, (Buenos Aires,
Ediciones Le Monde Diplomatique, 2002).
[129] Ver un an‡lisis sobre el caso Pinochet en
DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, ÒTendencias del Orden Mundial:
RŽgimen InternacionalÓ, (Buenos Aires, Edici—n del Autor,
2001), Cap. XV.
[130] Ver La Cumbre de Davos: Elogio Norteamericano
para el Economista Muhammad Yunus, en Diario La Naci—n,
Buenos Aires, 30 de Enero del 2000.
[131] Ver, por ejemplo, ÒHistorias Solidarias, en
Villa de Mayo: Manos Abiertas para Suplir las CarenciasÓ,
Diario La Naci—n, Buenos Aires, 7 de Febrero del 2000.
[132] Ver ÒLa Alternativa del TruequeÓ, Diario
Clar’n, Buenos Aires, 2 de Febrero del 2001. TambiŽn, ÒDiez
Mil Personas Inauguraron un Mercado del Trueque en QuilmesÓ,
Diario Clar’n, Buenos Aires, 2 de Mayo del 2001.
[133] Petras, James, Castel, Robert, y otros,
ÒProduciendo Realidad: Las Empresas ComunitariasÓ, (Buenos
Aires, Editorial Topia, 2002). TambiŽn, Ocupar, Resistir,
Producir, en Revista ÒAbrecaminosÓ, Vol. I, N¡, 1, Diciembre
del 2002.
[134] Este tema lo he analizado en profundidad en
DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, Realismo-SistŽmico-Estructural:
Pol’tica
Exterior como ÒConstrucci—nÓ de Poder, (C—rdoba, Autor,
2009), ISBN: 978-987-05-6072-2.